miércoles, 22 de julio de 2009

Comentario de la Alegoría de la caverna

LOS CUATRO SIGNIFICADOS
DEL MITO DE LA CAVERNA

1. El mito simboliza los distintos grados ontológicos de la realidad, es decir, las
clases de seres tanto sensibles como inteligibles que hay: las sombras de la caverna
son las meras de apariencias sensibles de las cosas y las estatuas son las cosas
sensibles. El muro es la línea divisoria entre las cosas sensibles y las suprasensibles.
Más allá del muro las cosas verdaderas simbolizan el verdadero ser y el sol simboliza
la idea del bien.
2. En segundo lugar el mito simboliza los grados del conocimiento: la visión de las
sombras simboliza la imaginación, la visión de las estatuas simboliza la creencia. El
paso desde la visión de las estatuas hasta la visión de los objetos verdaderos
simboliza la dialéctica en sus diferentes grados y la visión del sol simboliza la pura
intelección o al auténtico conocimiento.
3. En tercer lugar, el mito simboliza el aspecto ascético, mítico y teológico del
platonismo: la vida en la caverna es la vida en la dimensión de los sentidos y la
sensualidad, la vida en que nos dejamos llevar de las pasiones que nos atenazan
buscando satisfacciones instantáneas que son momentáneas y engañosas. La vida a
plena luz es la vida en la dimensión del espíritu. El pasar de la vida en la dimensión
de lo sensible hasta la vida en la dimensión del espíritu o inteligible está
específicamente representado como una liberación de las ataduras, es decir, como
una conversión. La visión suprema del sol y de la luz en sí es la visión del bien y la
contemplación de lo divino.
4. Finalmente el mito de la caverna manifiesta una refinada concepción política. En el
mito Platón nos habla de un regreso a la caverna por parte del prisionero que había
sido liberado de sus ataduras. Tal regreso tiene como objetivo la liberación de las
cadenas que sujetan a quienes habían sido antes sus compañeros de esclavitud.
Dicho regreso es, sin lugar a dudas, el retorno del filósofo-político que –si se limitase
a seguir sus propios deseos- seguiría contemplando lo verdadero pero que,
superando su deseo (venciendo sus pasiones), desciende de nuevo a la caverna
para tratar de salvar o convertir también a los demás porque, según Platón, el
verdadero político no ama el mando y el poder (algo que sí hacen los políticos al uso)
sino que usa el mando y el poder como un servicio para llevar a cabo el bien. Pero al
que vuelve a la caverna le costará readaptarse a los viejos hábitos de sus
compañeros de prisión; quines probablemente no lo entenderán y lo tomarán por un
Iodo en el mejor de los casos pues en el peor podrá se considerado como un
perturbador del orden establecido llegando incluso a ser asesinado. Esto fue lo que le
sucedió a Sócrates y podría acontecer a cualquiera que actúe como él. Sin embargo
el hombre que haya visto "el verdadero bien" no podrá dejar de hacer lo que debe -
que es mostrarlo- pues es lo que da sentido a su existencia.

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