viernes, 21 de noviembre de 2014

Paul Eluard - La de siempre, toda

Si os digo: «he abandonado todo»,
Es que mi cuerpo ya no la posee;
Nunca he presumido de eso,
No es verdad
Y la bruma de fondo en que me muevo
No sabe nunca si he pasado.


Del abanico de su boca, del reflejo de sus ojos,
Sólo yo puedo hablar,
Soy el único que está rodeado
Por ese espejo invisible donde el aire me atraviesa
Y el aire tiene un rostro, un rostro amado,
Un rostro enamorado, el tuyo,
A ti que no tienes nombre e ignorada por los demás
Te dice el mar: sobre mí, y el cielo: sobre mí,
Los astros te adivinan, las nubes te imaginan
Y la sangre derramada en mejores tiempos,
La sangre de la generosidad
Te lleva con placer.
Canto la alegría de cantarte,
La gran alegría de tenerte o no tenerte,
El candor de esperarte, la inocencia de conocerte,
Oh tú que suprimes el olvido, la esperanza y la ignorancia,
Que suprimes la ausencia y me das al mundo,
Canto para cantarte, te quiero para cantar
El misterio en que el amor me crea y se libera.


Eres pura, eres aún más pura que yo.

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