jueves, 10 de abril de 2008

Literatura 5to año - Los héroes y los dioses

Los héroes y los dioses:

Esta sociedad de nobles distinguidos concibió una religión cuyos dioses son, en definitiva, ejemplares humanos depurados de accidentes naturales. Son, para siempre, fuertes y hermosos; no están sujetos a la vejez ni a la muerte; su dignidad excede a la de los hombres así como su poder aparece superior al de los reyes lo que no les impide ser flexibles y dúctiles ante los hombres que les ruegan y se muestran piadosos. En síntesis, constituyen ejemplares divinos en los que las virtudes humanas están llevadas a su más alto grado. En cambio, están sujetos a las mismas pasiones y debilidades de las criaturas cuya existencia regulan de acuerdo con una ley eterna de justicia.

Han sido engendrados y han tenido infancia y algunos han quedado eternizados en la adolescencia como Hermes e Iris; otros viven una ancianidad venerable, que es el tiempo en el que se han detenido sus existencias. No son omnipresentes; pueden oír a un mortal donde quiera que esté este, pero para obrar deben acudir a donde es menester su presencia o su acción. Son omnividentes: la mirada de los dioses alcanza los lugares más recónditos y nada se escapa a su visión. Pero no son omnipotentes; así como la conducta heroica tiene el freno de la moderación, la de los dioses está limitada por el destino.

El destino (Moira) fue concebido como una fuerza no personificada que rige todo lo que existe y, en especial, la vida humana, sin que el hombre pueda hacer nada por evitarlo y sin que los dioses puedan impedirlo por cuanto constituye la porción recibida al nacer y es inmodificable.

Así como no es posible ni elegir ni rechazar los dones de los dioses, no puede ni elegirse ni rechazarse el destino; los mismos dioses deben someter su propio dolor a la Moira. Y si bien a veces en la Ilíada leemos que están a punto de cometerse acciones no decretadas por el destino e incluso, contra lo decretado por la Moira, dicha posibilidad es siempre imposible.

Ambos mundos, el humano y el divino, estan estrechamente ligados en la concepción helénica. Así los dioses aparecen como responsables de las acciones humanas, de sus éxitos o de sus fracasos. Por otra parte la presencia de los dioses es familiar a los hombres, no sólo en los casos de gran piedad sino en todas las circunstancias. Los dioses aparecen como protectores de héroes y por extensión, de su linaje y aun del grupo humano al que pertenecen. Son divinidades poliadas, porque ejercen su protección sobre las ciudades (polis) donde reciben en cambio veneración y culto. Porque las relaciones entre ambos mundos están perfectamente reguladas: los dioses se aparecen a los mortales en su aspecto de tales en circunstancias excepcionales, pues el pudor les impide hacerlo siempre; por ello se metamorfosean en mortales próximos al héroe al que quieren ayudar o perjudicar, o envían, como Zeus, sus mensajeros que, entonces sí, aparecen como tales dioses.

Las obligaciones de los mortales son estrictas. En primer lugar, la del culto que se concreta de manera especial en el banquete ritual (sacrificio).

No es lícito realizarlo en estado de impureza y al hacerlo debe observarse minuciosamente el rito. Cumplido el sacrificio, los dioses otorgan sus dones y lo mismo ocurre cuando está de por medio la obediencia a las órdenes divinas. Todo este complejo mecanismo está fundado en la dependencia del hombre frente al dios y en su aceptación voluntaria por el mortal. Pero hay casos en los que se encuentran ambos mundos; a veces el origen es la locura, y a veces los mortales no son sino instrumento de las luchas entre los mismos dioses (Pallas Athenea y Diomedes). Tampoco impide aquella relación las persecuciones sistemáticas de los dioses a un mortal (Heracles perseguido por el odio de Hera o los troyanos a los que esta diosa y Atenea acosan).

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