Este segundo poema de Trilce pertenece a la época vanguardista de Vallejo. La vanguardia fue la forma de expresión utilizada a principios de siglo y está muy unido a un cambio de sensibilidad, de forma de ver el mundo que los jóvenes comienzan a manifestar como una necesidad imperiosa de romper con las viejas formas de expresión de la vieja cultura.
Varios factores provocan esta atmósfera de rebelión y protesta. Una de ellas es la Primera Guerra Mundial. Ese clima de revuelta es lo que empieza a hacer que los jóvenes sientan la muerte más cerca (son ellos los que van), y por lo tanto, toman conciencia de que la vida puede durar cinco minutos y frente a eso no se puede estar pasivo. Es justamente este entorno el que le da nombre a la palabra “vanguardia”, que es un término de guerra y se utiliza para designar a aquel grupo que iba delante del pelotón abriendo y reconociendo el estado del campo. Eran los más expuestos, pero también los que guiaban.
El público y la cultura del siglo pasado (XIX) era pasivo, contemplativo y para ellos, aburguesado. El lector no participaba de la obra, sólo recibía pasivamente lo que el autor expresaba. Sería un lector “hembra” al decir de Cortázar. Estos jóvenes pretenden romper con todo, destruir las estructuras, darles una nueva forma donde el lector deba participar si quiere acceder a lo que se está planteando. La obra, ahora es abierta, al decir de Umberto Eco. Quedan en ella una serie de elementos, espacios vacíos, oscuros que el lector debe llenar con su sensibilidad, o con sus conocimientos. Ahora no hay una verdad absoluta a la que acceder. Este es otro de los factores que influyen en las vanguardias.
El relativismo fue la primera piedra tirada por Einstein desde la física, aunque hacía ya mucho tiempo que la literatura lo había planteado con Cervantes. Pero las vanguardias juegan entre lo racional y lo irracional, así que la idea de Einstein golpeó fuertemente, porque era una comprobación científica de algo que ya se percibía. Todo es relativo, no se puede llegar a la Verdad con una sola mirada, sino que necesitamos de las miradas de todos para acercarnos a la verdad, y sólo acercarnos, esta no es asequible. Así que todo empieza a valer, todas las miradas dicen algo, pero ninguna será nunca la acertada.
Otra premisa importante de las vanguardias, necesaria para entender este poema de Vallejo es el psicoanálisis. Este paradigma afirma que el hombre tiene una parte irracional (inconsciente) que maneja nuestra vida. Si creemos que todo lo que hacemos está calculado por nuestro cerebro, el psicoanálisis nos dice que la mayor parte de nuestras acciones no tienen un sentido racional. Si existe tanto de nosotros que no conocemos, habrá vanguardias que busquen llegar a esa parte oscura de nuestro cerebro y revelarlo, como es el caso del surrealismo. Entonces unirán imágenes que en apariencia no tienen una unión lógica.
Para empezar a trabajar un poema vanguardista, y teniendo presente estos preceptos, necesitamos acercarnos al tema del poema desde aquellos aspectos que nos llamen la atención, pero sabiendo que no llegaremos nunca a una verdad. Entre estos aspectos están la reiteraciones excesiva de la palabra “tiempo”, “era”, “mañana” y “nombre”. Incluso esta última reiteración tiene una variación muy interesante “nombrE”. Estas palabras nos hablan de un tiempo que pasa sin terminar nunca de pasar, porque es un tiempo entreverado entre el pasado y el futuro, y es un tiempo que desesperadamente busca la identidad, por eso “nombre”. Una identidad que no se encuentra, y un tiempo que agobia, que oprime al yo lírico. Este podría ser el tema de este poema. El yo lírico se siente preso de ese estado profundo de su inconsciencia en el que no puede descubrirse a sí mismo.
Otra expresión que llama la atención es “heriza” porque es una palabra inventada, al agregársele una “h”. La palabra “eriza” significa ese estado en que nos ponemos rígidos por una cosa, o también es poner obstáculos a las asperezas. ¿Por qué agregar una “h”? Estos son los espacios vacíos que permiten hacer volar al lector. Podemos estar hablando del dolor, condición del “hombre”, que se escribe con “h”, o de la herida que nos provocan esos obstáculos para llegar a nosotros, o tal vez es lo que no suena de eso que nos conmueve.
Así que el tema es ese tiempo que no se define, que está estancado y en el que el hombre sufre, se eriza, se enreda, se paraliza.
Otra de las expresiones extrañas al lenguaje es “Lomismo”, todo junto, y con mayúscula. El yo lírico quiere llamarnos la atención sobre la definición sobre qué lo “heriza”, es lo de siempre, que de tan cotidiano y común para él ha adquirido nombre propio y se ha degenerado en algo que tiene vida independiente de él. Eso tiene nombre, mientras él busca el suyo, sin encontrarlo.
Habiendo visto estas extrañezas, como alguna otra que podemos encontrar en el análisis, estamos listos para empezar a acercarnos al poema, cuyo verso es libre y no tiene rimas, sólo las consonantes que parten de la reiteración de palabras.
Tiempo Tiempo.
Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.
Esta primera parte del poema nos presenta ya dos formas del tiempo, el real y el psicológico. En un principio, podría pensarse que es el “mediodía” una ubicación real del tiempo y que el psicológico es la abstracción que el yo lírico repite como el tic tac de un reloj real que marca un tiempo físico, pero que dentro de uno es desesperante porque no produce nada. El tiempo pasa, pero está “estancado”. En esta antítesis, entre lo interno y lo externo está atrapado el yo lírico. Y queda estancado a la mitad del día, que es como decir en la mitad de la vida. Si la vida de un hombre es la suma de días, este es un “mediodía estancado”, ni siquiera puede pasar el día. Este mediodía quedó quieto “entre relentes” que son manchas de humedad que aparecen en las noches serenas y se muestran en la atmósfera. Así el yo lírico está atrapado noche tras noche (tiempo real) en un mediodía constante, siendo éste un tiempo también psicológico.
El ambiente que el yo lírico presenta es opresivo por su inmovilidad, y un tiempo inmóvil se parece a una muerte interior, con la angustia de ver que el exterior sigue su movimiento.
Es por esta razón que él utiliza la metáfora de “bomba aburrida”, como si ese objeto también tuviera vida fuera de él. Se aburre, como él, y está a punto de explotar, como él. Le achica la vida, lo comprime, las paredes parecen asfixiarlo y el yo lírico utiliza la metáfora cuartel dando la idea de una cárcel, en la que la voluntad de salir no está permitida. Así que este estancamiento ni siquiera lo siente como algo propio, sino como una imposición de algo que no es él. Por más que quiera, no puede salir del estancamiento, y el tiempo sigue pasando, él lo escucha, lo ve, lo siente, y por eso lo repite tanto, para que también nosotros lo sintamos.
Era Era.
Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.
Este tiempo inútil pero presente, lleva directamente al pasado “era”, del verbo “ser”, que adquiere la dimensión de existir. El pasado viene a la mente del yo lírico y no puede evitarlo, y es este que se amalgama con el “tiempo”. En la primera parte comenzaba repitiéndolo dos veces y terminaba haciéndolo repetir “cuatro”. Ahora hace lo mismo pero con “era”. Entre medio siguen las imágenes referidas a un día que nunca termina de pasar, y otra vez lo interior y lo exterior se confunden porque en realidad el único tiempo válido es el interior.
Los gallos, mensajeros del amanecer, “escarban en vano”, buscan ese amanecer sin ningún resultado, porque no existe ese amanecer para él, por más que “cancionan”, conjugación verbal inventada por el yo lírico y que llama la atención sobre este cantar. Los gallos parecen estar personificados, otra vez, la vida es independiente del yo lírico. No es el cantar normal del gallo, sino, tal vez, un cantar más desesperado, melodioso y dulce, pero con la intención de despertar a ese día que no quiere salir dentro del yo lírico. Y aún el mismo día claro, opuesto a la noche en la que este yo lírico vive, parece tener boca y conjugar palabras, pero estas remiten al pasado “era”. Un pasado que podemos imaginar oscuro porque de él no se habla, no se sabe nada. ¿Por qué las conjuga? Tal vez para despertarlo, tal vez para estancarlo más.
Mañana Mañana.
El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana
Ahora aparece, con la misma estructura de la reiteración “tiempo” y “era”, el “mañana”, abriendo y cerrando una nueva idea. El tiempo que pasa remite al pasado pero también al futuro, y de ninguno puede asirse el yo lírico porque está estancado, ambos tiempos lo llevan al presente y a sí mismo, a su identidad, que será lo último que se nos revele.
El “ser” del yo lírico, el existir, está caliente, por lo tanto está vivo, pero en reposo. El yo lírico puede reconocerse vivo aún pero la quietud lo va matando. Su cuerpo está en reposo y su mente está estancada.
Y es el presente quien ahora, personificado, piensa “guárdame para/ mañana...”. Parece seguir insistiendo en una solución al problema del estancamiento, tratar de guiarlo a un futuro, para que el tiempo se vuelva constructivo. Pero no hay posibilidades de construir nada sin una identidad, y es por eso que aparece la última parte del poema que explica la inmovilidad del yo lírico.
Nombre Nombre.
¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombrE.
Es en esta parte en que se encuentra la clave del poema y la mayor cantidad de expresiones inventadas por el autor.
Utilizando la misma estructura de repeticiones anteriores, ahora usa la palabra “nombre”. El nombre es la identidad de la persona, por él nos conocen todos y nos reconocemos. Ese parece ser el nudo de este yo lírico. Eso que él está buscando desesperadamente, y que hace no poder estar inmerso en la vida, sino estancado en sí mismo.
Ahora la sintaxis se hace confusa, porque él está confuso. Todo se vuelve difícil de ver. El hipérbaton (desorden gramatical) de la pregunta nos muestra su estado y por eso más que ordenarlo, deberíamos tratar de entenderlo por partes, respetando su orden. El yo lírico se pregunta “qué”, cuando en realidad debería ser “cómo”, pero él no quiere saber verdaderamente el nombre de lo que le pasa sino qué le pasa, es decir, la esencia de su estancamiento. Pregunta por el nombre de eso que le pasa, porque tal vez así encuentre su propio nombre, y con él, su propia identidad. La palabra “cuanto” nos sugiere la cuantificación de esos obstáculos que lo inmovilizan, pero también la calidad de esto que explican su imposibilidad de salir. Inventa la palabra “heriza” que ya hemos analizado, y que tiene que ver con esa rigidez que ponen al yo lírico, los obstáculos, esas asperezas que lo mantienen quieto. Y el pronombre “nos” al final de la pregunta nos involucra en este sentir. Todos los hombres se sienten a veces, estancados por aquello que nos eriza y por lo tanto nos hiere, palabras que por cierto, suenan parecido (herir, erizar).
La respuesta es “Lomismo”, el tedio, el tiempo, eso que nunca cambia, y que tiene aunque más no sea un nombre, que él aún no ha descubierto para sí. Esto lo hace padecer, lo que nunca cambia, lo nunca pasa, lo que nunca termina de descubrir.
El poema termina con la repetición de la palabra “nombre”, pero el último de estos tiene un cambio gráfico, muy usado en las vanguardias, que mezclaban las palabras con lo gráfico: “nombrE”. Dejando volar la imaginación del lector podríamos pensar que el yo lírico termina gritándolo de desesperación, tratando que este desgarro por conocer su identidad quede en el aire y se escuche desde lejos. Pero tal vez, sea como el eco, vuelva a él vacío, repitiéndole lo que dice, pero sin sustancia.
2 comentarios :
estubo muy bueno el analisis graciaz enserio lo nesesitaba =)
muy bueno!!!! xdddddd
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