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sábado, 10 de enero de 2015

Biblia - Antiguo Testamento - Génesis 1 y 2



CAPÍTULO 1

I. ORIGEN DEL MUNDO Y DE LOS HOMBRES

Historia del cielo y de la tierra
1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
1:2 La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
1:3 Dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz.
1:4 Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad;
1:5 y llamó Dios a la luz "día", y a la oscuridad la llamó "noche". Y atardeció y amaneció: día primero.
1:6 Dijo Dios: "Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras."
1:7 E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue.
1:8 Y llamó Dios al firmamento "cielos". Y atardeció y amaneció: día segundo.
1:9 Dijo Dios: "Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco"; y así fue.
1:10 Y llamó Dios a lo seco "tierra", y al conjunto de las aguas lo llamó "mares"; y vio Dios que estaba bien.
1:11 Dijo Dios: "Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra." Y así fue.
1:12 La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien.
1:13 Y atardeció y amaneció: día tercero.
1:14 Dijo Dios: "Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años;
1:15 y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra." Y así fue.
1:16 Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas;
1:17 y los puso Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra,
1:18 y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien.
1:19 Y atardeció y amaneció: día cuarto.
1:20 Dijo Dios: "Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste."
1:21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien;
1:22 y los bendijo Dios diciendo: "sean fecundos y multiplíquense, y llenen las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra."
1:23 Y atardeció y amaneció: día quinto.
1:24 Dijo Dios: "Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie." Y así fue.
1:25 Hizo Dios las alimañas terrestres de cada especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que estaba bien.
1:26 Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
1:27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó.
1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo Dios: "Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra y sométanla; manden en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra".
1:29 Dijo Dios: "Vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para ustedes será de alimento.
1:30 Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, ANIMADA de vida, toda la hierba verde les doy de alimento." Y así fue.
1:31 Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardecío y amaneció: día sexto.



CAPÍTULO 2

2:1 Se concluyeron, pues, los cielos y la tierra y todo su aparato,
2:2 y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera.
2:3 Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.

EL DRAMA DEL PARAÍSO

Primer acto: creación
2:4 Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados. El día en que hizo el Señor Dios la tierra y los cielos,
2:5 no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.
2:6 Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo.
2:7 Entonces el Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en su nariz aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
2:8 Luego plantó el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.
2:9 El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
2:10 De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos.
2:11 El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro.
2:12 El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice.
2:13 El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Kus.
2:14 El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates.
2:15 Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.
2:16 Y Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer,
2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio".
2:18 Dijo luego el Señor Dios: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada".
2:19 Y el Señor Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.
2:20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada.
2:21 Entonces el Señor Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.
2:22 De la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
2:23 Entonces éste exclamó: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada."
2:24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
2:25 Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Parábolas de la misericordia - San Lucas XV - Biblia - N.T.

Comentario de las Parábolas de la misericordia

El capítulo XV contiene las llamadas parábolas de la misericordia, a saber, la de la oveja perdida, la de la dracma, y la del hijo pródigo.   Estas muestran, no sólo la generosidad de Dios y la abundancia de sus dones, sino también su misericordia (amor a la miseria), que se refleja en la alegría del pastor, en la de la mujer, en la del padre pródigo.
En el capítulo XV, pone Lucas unos versículos que, sirviendo de introducción al nuevo tema, indican circunstancias de las tres parábolas y nos permiten deducir su finalidad:”Acercábanse a él todos los publicanos y los pecadores para oírle.  Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo: ese acoge a los pecadores y come con ellos.   Entonces les propuso esta  parábola .”
A continuación relata la triple parábola, donde cada una de las partes complementa y refuerza, en progresión gradual, el contenido de la anterior.
Los versículos introductores presentan tres hechos unidos por relación de causalidad: la atracción que ejercía Jesús sobre los pecadores, la reacción que esto provocaba en los fariseos, y la respuesta de Jesús.
Las tres parábolas se presentan como el desarrollo de una sola idea, y de aquí que Lucas diga en singular:”les propuso esta parábola”, fórmula que encabeza no únicamente a la primera, ni a cada una, sino a todas consideradas como unidad y encadenadas llanamente, sin ruptura de cohesión, apenas si, antes de la del “hijo pródigo”, se encuentra como nexo una frase que la enlaza a la anterior mediante la reiteración del verbo inicial: “y dijo también” o “dijo aún más”.

LA OVEJA PERDIDA

En Salmos y Profetas es corriente la imagen del pastor para designar a Yahvé o al Mesías, por tanto, los oyentes podrían entender con facilidad de quién era figura el protagonista de la parábola.
Hay una variación formal interesante con respecto a la mayoría de las parábolas: la inclusión del oyente como personaje, lo que contribuye a la interacción de los planos objetivo y subjetivo y compromete personalmente al interlocutor.
“¿Quién de vosotros si tuviera cien ovejas...?”
Probablemente, muchos fariseos murmuradores poseían ganados, aunque ninguno los pastorease por sí mismo y en alguna ocasión habrían exigido a sus criados la búsqueda incansable de la oveja perdida.  Lo que ellos imponían por interés de valoración económica, Jesús lo muestra en su conducta como originado por el amor.
FARISEOS------- DINERO
JESÚS        ------- AMOR
La habilidad del narrador que persigue un fin escamotea detalles que habrían atenuado la carga emocional del relato.
No hay descripción de paisaje; sólo alusión:”en el desierto”.
Sucede que una oveja se pierde, o sea se aleja del pastor.  Jesús dice que el amor debe ser libre, la fidelidad, agrega, debe someterse a prueba.
El rebaño entero representa a la humanidad, cada hombre es libre para perderse o para permanecer fiel, pero debe testificar su amor en la fidelidad con que supera la prueba.
Si se extraviare, irá el buen pastor tras él, porque lo ama; si permaneciere, deberá enfrentarse a nuevos obstáculos, a la prueba más dolorosa pero más inequívoca del amor del pastor: la confianza que permite el abandono, la ausencia que parece menosprecio, la soledad acaso, reputada como injusticia.
Los versículos que siguen destacan tres ideas a través de las correspondientes acciones: el amor impone la constancia en la búsqueda-hasta encontrarla-, la ternura con que se expresa la alegría –en hallándola se la pone sobre los hombros-, la comunicabilidad del gozo –y llegando a casa convoca a sus amigos y vecinos diciéndoles: “Regocijaos conmigo porque he hallado la oveja mía que se me había perdido.”
Las tres parábolas muestran las consecuencias del pecado y del retorno desde el punto de vista de Dios.  Por eso habla Lucas de la oveja perdida, no descarriada, como para justificar su actitud respecto a los pecadores.  La suerte de la oveja se calla y Jesús hará hincapié tan sólo en los sentimientos del pastor entristecido, y mostrará el reencuentro como necesario a su alegría.

LA DRACMA PERDIDA


La sucesión de las tres parábolas y el encadenamiento parafrástico de ideas son claro ejemplo de paralelismo progresivo, la relación se indica con el nexo formal, la conjunción. En cuanto al contenido, se encuentran análogas circunstancias y personajes que se corresponden: alguien que pierde un bien, la búsqueda que realiza, la alegría por el bien recobrado.
Las variaciones son de escaso valor.  La elección de la mujer como protagonista, además de otro medio para reiterar la idea, permite llegar con nueva imagen a todos los oyentes, muchos de los cuales, acaso por su vida ciudadana o por las ocupaciones de su sexo, podrían permanecer indiferentes ante la conducta del pastor.
El valor económico de la dracma no interesa, lo que se desea destacar es la idéntica disposición de Dios, igual amor, igual alegría frente a cada pecador recobrado, como si fuese el único bien y no uno entre muchos.  Para lograrlo se utiliza la gradación: uno entre cien –oveja perdida-, uno entre diez –dracma-, uno entre dos –hijo pródigo-.
El realismo en la descripción se logra directamente mediante la enumeración de acciones: vemos a la mujer afligida, inquieta, que enciende la luz, busca, barre, pone todos los medios a su alcance para encontrar su moneda.  En su afán muestra el valor de lo perdido.
La fórmula final, aquí también encabezada por el toque de atención y de autoridad “yo os digo”, contiene algunas diferencias con el fragmento paralelo de la oveja perdida: aquel indeterminado cielo, perífrasis que por reverencia religiosa usaban los hebreos para designar a Dios, es, en la parábola primera, el lugar de la fiesta, mencionado en vez de los participantes.
La dracma, seguramente acuñada, representaría la imagen de Dios y que se pierde por el pecado.  La búsqueda, la lámpara que se enciende, la casa que se barre, figuran el trabajo de esclarecimiento interior .  La alegría del encuentro y su comunicación s
ignifican la felicidad del que recobra la gracia.

PARÁBOLA DEL HIJO PRODIGO

Comienza presentando los personajes principales e indicando su mutua relación.Como en la narrativa oriental, y siguiendo la tradición bíblica expone dos hermanos, así, Caín y Abel, José y sus hermanos.  A diferencia de lo sucedido en aquellas historias y por su proceso literario más evolucionado, va desplazando el interés del oyente de uno a otro, y cambiando su inicio: el mayor aparece al principio como el justo, pues aunque se omite lo que a él atañe, la conducta del menor destaca la suya, recién al final se advertirá su dureza de corazón, y entonces todas las simpatías se volcarán al pródigo.
El autor dice poco , pero es tan vivo su relato que pone en juego la imaginación y la experiencia de quien lo escucha, como lo prueban las reconstrucciones y comentarios que abundan en la literatura religiosa y profana.
Indudablemente, el padre era un hombre rico, a ello aluden la herencia cuya repartición se pide, la presencia de numerosos criados y jornaleros en la casa, el festín, los coros y danzas del banquete.
De los jóvenes sólo se dice que eran dos, y que uno reclamó la parte que le correspondía, casi anticipando la muerte del padre, en actitud desaprensiva y cruel.  Según la ley hebrea, correspondían dos tercios al primogénito y uno al menor, pero no era costumbre desmembrar la heredad sino que la posesión en común se mantenía como resabio patriarcal.
Hay mucha sobriedad a la hora de enumerar datos precisos.  Su callar detalles permite atribuir al joven otras razones que la mera sensualidad, demasiado destacada .  Lo fundamental en esta parábola, no es la actitud del pecador, sino la del personaje que figura a Jesús o a Dios, y por esto se omite la narración del proceso que llevó a la ruptura y al alejamiento.  Sean cuales fueren el pecado, sus causas y sus consecuencias, la misericordia permanece inalterable.
Defectos propios de la edad, llevaron al joven a tomar la decisión de irse.
El joven parte hacia otro país, donde el placer no provoque ningún juicio de los conocidos. Allí lleva una vida desordenada, en la que despilfarra pródigamente su caudal, su juventud y sus ilusiones.
Ese país lejano es símbolo del mal trueque: dejó la paz del oasis por el espejismo fugaz.
El relato señala tan sólo los elementos que servirán para destacar la miseria posterior; ni siquiera se habla de las rameras de cuya frecuentación dirá luego la dureza del hermano mayor.
Se acaba el dinero y con él desaparecen los amigos ganados en el placer.  A las circunstancias particulares se añade la calamidad general: el hambre de enseñorea de aquella tierra y el joven debe realizar como criado las tareas que desdeñara siendo señor y debe cuidar cerdos animales impuros según la ley, y hasta envidiará la comida de éstos.
La soledad, el hambre, la miseria, símbolos del sufrimiento en general, y del fracaso, son el medio eficaz para dar al pródigo la nostalgia del bien perdido.  “Entrando en sí mismo...”, dio el primer paso hacia su salvación.  Su ,miseria le abre los ojos para ver la triste realidad de su alma.  Su primer grito es de un animal que sufre: tengo hambre.
Resuelve actuar: “Me levantaré e iré...”.  Hay pues, conciencia del pecado, dolor de haberlo cometido y urgencia de reparación.
Está dispuesta a afrontar cualquier humillación para reconocer ante el padre su error y repararlo.
El amor del padre que un día lo dejara libre para escapar a su solicitud, lo esperaba desde entonces en el fondo de su corazón.  Allí lo encontró el pródigo cuando entró dentro de sí.
Por otra parte, para causar la alegría del padre y obtener su perdón, habrían bastado el regreso del hijo y su arrepentimiento, si este hubiese sido sincero, aunque no procediese del amor sino de las oscuras aguas del temor.
Continúa luego, la parábola: “Y levantándose fue a su padre...”.  La prontitud de acción dice la recta intención: cuando vio claro comenzó a actuar.
El pródigo viene solo, miserable su aspecto, dolorida su alma: no tiene bellas historias, no tiene la conciencia tranquila, sabe que pedirá perdón pro ignora lo que le espera.   Está el padre... pero él no sabe las honduras del corazón de ese padre.  Sin embargo éste lo vio “cuando aún estaba lejos” y “enterneciéndose corrió a su encuentro, le echó los brazos al cuello y lo besó”.
El gesto de sometimiento, apenas esbozado, es contenido por el abrazo, las palabras de humildad, que reconocen la culpa y piden el castigo, son cortadas por el beso.  El padre “pródigo de amor” no contesta con palabras sino con la actitud que restituye al viajero la dignidad de hijo con todas sus prerrogativas.
No hay ningún reproche por parte del padre, ninguna amonestación.  No echa en cara el mal antiguo pero tampoco lo desconoce: el hijo había muerto, el hijo se había perdido, pero aquello es el pasado, ahora vive, ha sido hallado.  El perdón borra la culpa y sella el amor.
Hasta aquí, la parábola del hijo pródigo se corresponde en sus líneas generales con las otras dos: pérdida, encuentro, alegría comunicativa.  Más la parábola no termina acá: entra en escena el hijo mayor, cuya conducta, opuesta a la del padre, contrasta  formando un paralelismo antitético.
Su presencia en natural, realista: llega a la casa después de la dura jornada de labor, lo sorprenden la luz, la música.  Interroga a un criado.  Sale el padre a buscarlo, y el diálogo, breve y rico, es una obra maestra de psicología.
El hermano protesta con la exaltación de su propia conducta, casi acusando al padre de no haber merecido su fidelidad.  No se sintió con libertad de hijo para usar de los bienes que el padre le acordara al repartir la herencia.  Para acrecentar su perfección, destaca los defectos de su hermano y lleva su repudio hasta negar los lazos que lo unan a él: “ése hijo tuyo...”.El padre, que muestra igual amor y solicitud a cada uno como si fuera el único, pasa por alto la defensa de sus derechos.  Comprende que el mal del mayor es un corazón reseco, responde con el :”hijo mío” y con la mención de los dones del amor:”Tu siempre estás conmigo...”es decir, el que ama de veras  prefiere el amado a los beneficios del amor, su presencia y su amistad a los dones: el que ama, posee todo y ninguna riqueza supera a la libertad que concede la mutua donación.  Por eso está purificado el menos, ha resucitado, ha sido hallado, porque ha buscado de nuevo la presencia, porque ha intentado reanudar el diálogo que ayer rechazara.

martes, 26 de febrero de 2013

Cantar de los cantares - Poema 4

EL NOVIO.

 1 ¡Qué bella eres, amor mío,
qué bella eres!
Palomas son tus ojos
a través de tu velo,
tu melena, rebaño de cabras
que desciende del monte Galaad.
2 Tus dientes, rebaño esquilado
de ovejas que salen del baño:
todas con crías mellizas,
entre ellas no hay una estéril.
3 Tus labios, cinta escarlata,
y tu hablar todo un encanto.
Tus mejillas, dos cortes de granada,
se adivinan tras el velo.
4 Tu cuello, la torre de David,
muestrario de trofeos:
mil escudos penden de ella,
todos paveses de valientes.
5 Tus pechos son dos crías
mellizas de gacela,
paciendo entre azucenas.
6 Antes que sople la brisa,
antes de que huyan las sombras,
iré al monte de la mirra,
a la colina del incienso.
7 ¡Toda hermosa eres, amor mío,
no hay defecto en ti!
8 Ven del Líbano, novia mía,
ven, llégate del Líbano.
Vuelve desde la cumbre del Amaná,
de las cumbres del Sanir y del Hermón,
desde las guaridas de leones,
desde los montes de leopardos.
9 Me has robado el corazón,
hermana y novia mía,
me has robado el corazón
con una sola mirada,
con una vuelta de tu collar.
10 ¡Qué hermosos son tus amores,
hermana y novia mía!
¡Qué sabrosos tus amores!
¡Son mejores que el vino!
¡La fragancia de tus perfumes
supera a todos los aromas!
11 Tus labios destilan miel virgen, novia mía.
Debajo de tu lengua
escondes miel y leche;
la fragancia de tus vestidos
parece fragancia del Líbano.
12 Eres huerto cerrado
hermana y novia mía,
huerto cerrado,
fuente sellada.
13 Tus brotes, paraíso de granados,
lleno de frutos exquisitos:
14 nardo y azafrán,
aromas de canela,
árboles de incienso,
mirra y áloe,
con los mejores bálsamos.
15 ¡Fuente de los jardines,
pozo de aguas vivas
que fluyen del Líbano!

lunes, 1 de febrero de 2010

Análisis del capítulo I del Génesis Bíblico

Análisis del capítulo 1. Enfoque argumental (por martín palacio gamboa)

Génesis es el término griego -incorporado al castellano- con el que la versión que manejamos de la Biblia da nombre a su primer libro. Etimológicamente, significa origen o principio, ideas que responden, en general, al núcleo temático que vertebra literariamente el texto que iremos a estudiar. En efecto, en él, desde una perspectiva religiosa, se narra los orígenes del universo, de la tierra, del género humano y, en particular, del pueblo de Israel. Tengamos en cuenta que, en la versión original hebrea, este libro se titula con su primera palabra, Bereshit, comúnmente traducida por “En el principio”, tal como aparece en el capítulo primero versículo 1.
Desde un punto de vista estructural, el Génesis está formado por dos grandes secciones. La primera (de los capítulos 1 al 11) contiene la llamada “historia de los orígenes” o “historia primordial”, iniciada con el relato de la creación del mundo. Se trata de una narración poética de gran belleza, a la que sigue la del origen del ser humano, puesto por Dios en el mundo que había creado. La segunda parte (que abarca de los capítulos 12 al 50) enfoca el tema de los más remotos comienzos de la historia de Israel. Conocida usualmente como “historia de los patriarcas” (caudillos de los hebreos anteriores a Moisés que, históricamente, se los ubica hacia la primera mitad del segundo milenio a.C.), centra su interés en Abraham, Isaac y Jacob, respectivamente padre, hijo y nieto, en quienes tiene sus raíces más profundas la nación judía o, como se menciona constantemente, “el pueblo de Dios”.

La Creación. Algunas observaciones
Respecto a lo que han sido los orígenes y su narración, se lee que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (1:1). Este enunciado categórico abre la lectura del Génesis y, con él, toda la Biblia. En términos estrictamente religiosos, es la afirmación del poder total y absoluto de Dios, considerado aquí como único y eterno, a cuya voluntad se debe todo cuanto existe, pues “sin él nada de lo que ha sido hecho hubiese sido hecho” (véase el evangelio según Juan, 1:3). El universo es resultado de la acción de Dios, quien con su palabra creó nuestro mundo, lo hizo habitable y lo pobló de seres vivientes. Entre estos puso también a la especie humana, aunque la diferenció de cualquiera otra al otorgarle una dignidad especial, pues la había creado “a su imagen, a imagen de Dios” (1:26-27). Claro está que este inicial relato mítico considera al hombre y la mujer en una particular relación con Dios, de quien han recibido la co-misión de gobernar el mundo del que ellos mismos son parte. En efecto, el ser humano (en hebreo, adam) fue formado del polvo de la tierra (adamá), es decir, de la misma sustancia que el resto de la creación; pero “Jehová Dios... sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (2:22-24). La creación del hombre, del varón (ish), es seguida en el Génesis por la de la mujer (ishah), constituyendo entre ambos la unidad esencial de la pareja humana.
Fijémonos que, en un primer momento, hemos considerado a los primeros capítulos del Génesis estudiados en clase como relatos míticos. Y al hablar sobre lo que es el mito, conviene precisar el sentido que le daremos al concepto; en este caso, vale diferenciarlo de su sentido cotidiano, según el cual mito es sinónimo de falsedad, o de fábula en el mejor de los casos. Por el contrario, propongo aceptar por valedera la definición de mito que entrega el filósofo italiano Giambattista Vico, la cual, aunque etimológicamente falsa, resulta esclarecedora: él propone que la voz mythos significa “narración verdadera”, esto es, que el relato mítico se caracteriza por ser aceptado como verdadero por quien participa del mismo. Por cierto, este aceptar como verdadero lo relatado no es un asentimiento a un discurso que aparezca como formalmente válido desde el punto de vista lógico, sino que es una aceptación de una “verdad” sentida como tal y que por ello permite orientar el propio existir.
En otros términos, la función del mito es entregar al individuo una visión acerca de las cosas y de sí mismo. Una visión tal es necesaria para el hombre en la medida en que le entrega la orientación de la cual, en su origen, carece, puesto que el hombre se nos presenta como desfondado, es decir, carente de una base universal y fija, dada por naturaleza, que le permita conducir su vida de modo inequívoco a nivel de especie. El resto de los animales tiene esa base naturalmente dada en el instinto, el cual les permite actuar a cada uno del mismo modo que los demás individuos de su especie ante situaciones similares. El hombre, carente de aquella base, desfondado, debe creársela, lo que logra construyendo su cultura. Así, el hombre no se afinca en la mera naturaleza sino en su mundo cultural, en el cual dota de sentido a la realidad natural, elabora una imagen de sí mismo acorde con dicha realidad, y obtiene así un fondo elaborado por él, que le permite saber a qué atenerse. En este panorama, el mito es, en un principio, el resultado de los esfuerzos de la humanidad primigenia para formalizar la realidad como un todo coherente con un sentido determinado. El mito nace, de este modo, señalado por su función esencial: dar respuestas respecto de lo que las cosas y el hombre son. El Génesis, en particular, propone una solución a lo que es el origen del mundo y el cómo se estructuró, o el cómo se dispuso de un modo determinado por medio de la acción de un ser superior. Y la importancia de este aspecto consiste en que, para el hombre de la Antigüedad, conocer dicho orden le permite situarse adecuadamente en él.
Los capítulos 1 y 2, mirados desde esa perspectiva, no elaboran una teoría de la creación divina del mundo: simplemente la conciben como el acto libre y voluntario de una divinidad que otorga existencia al Universo a partir de la nada, representada metafóricamente en la imagen de las tinieblas (que) estaban sobre la faz del abismo. La fórmula hebrea “en el principio” no quiere situar cronológicamente el acto creador, sino que pone a ese Dios genesíaco como “origen” primero de todas las cosas. Él crea también esa masa oceánica, que luego ordena y estructura como un cosmos. En el segundo versículo del capítulo primero se describe ese pre-cosmos, y emplea con este fin conceptos negativos, a partir de la realidad presente: ausencia de formas y de luz, incapacidad de la tierra para ser la morada del hombre. Pero nada emerge del caos como causa innominada: el agente de la creación es exterior y preexistente: la única fuerza que pone en movimiento ese premundo caótico es la palabra y la acción creadora de una divinidad. El mundo y el hombre son algo totalmente nuevo, y su presencia se entiende sólo a partir de un designio. A través, entonces, de una narración de evidencias en que esa misma divinidad pone en marcha un conjunto de procesos activos de naturaleza variada, sirviéndose ya sea de la palabra (Dijo Dios: “Sea la luz”. Y fue la luz), ya sea del espíritu (soplando la vida en la nariz de Adán) o bien dándole forma a la materia (Adán construido a partir del barro), observamos que existe en toda esta instancia de formación un plan que se va cumpliendo siguiendo un orden:


PRIMER DÍA: luz/tinieblas (día/noche) - versículo 3
SEGUNDO DÍA: cielo/mares - versículo 7
tierra seca - versículo 9

TERCER DÍA: vegetación - versículo 11
CUARTO DÍA: sol/luna. Las estrellas - versículo 14
QUINTO DÍA: pájaros/peces - versículo 21

SEXTO DÍA: animales terrestres - versículo 24
hombre/mujer - versículo 27

(Séptimo día)

Ahora bien, vale preguntarse de qué tipo de orden estamos hablando. Algunas interpretaciones podrían sugerir que Dios parte de lo inanimado a lo animado y, dentro de esta última categoría, de lo más simple a lo más complejo. También es válido afirmar que la creación, a modo de gradación ascendente, parte de lo más indiferenciado a lo que ya presenta un conjunto de particularidades específicas. Este aspecto es importante a ser tenido en cuenta porque el texto comienza a mostrar la importancia de la palabra en cuanto principio ordenador: cada vez que Dios dice “Hágase” también va diciendo “sepárese”, lo que ya demuestra el doble carácter de la creación misma. Por un lado muestra la unidad de la materia creada; por el otro, su variedad, su multiplicidad. Esta dualidad se corresponde con la costumbre de los pueblos orientales antiguos de abarcar una totalidad (en este caso, cósmica) mencionando la presencia de situaciones o elementos extremos u opuestos: cielo/tierra, luz/tinieblas, sol/luna, aves/peces, hombre/mujer. Por eso vale afirmar que el Génesis parte, desde un punto de vista lingüístico, de una enunciación oximorónica. Conjuga términos de significación opuesta como un modo de marcar la diferencia de la percepción humana de la realidad, fundada sobre una comparación entre elementos relativos, ante la divinidad que se encuentra más allá de cualquier relativismo, más allá del principio lógico de la no-contradicción que constituye nuestro saber. Al ser infinito, Dios aúna (o se manifiesta en) cualquier cosa y su contrario, ya sea el más y el menos, lo máximo y lo mínimo, pudiéndose hablar de una coincidencia de opuestos, noción que hará parte de la reflexión filosófica del Renacimiento a partir del siglo XIV.
Pero, más allá de este dinamismo básico que subyace en el principio de la creación, siempre tengamos en cuenta que la visión mítica del hombre perteneciente a culturas muy antiguas -como la hebrea, por ejemplo- privilegia un mundo cerrado que se caracteriza por su gran estabilidad. Es decir, los hombres se enfrentan al universo como a un enigma y resuelven esa ansiedad resultante con respuestas universales al movimiento y al cambio en formas fijas y estables. De esta manera hacen frente a lo inefable y al peligro. Incluso la vida social se reduce a ciertas fórmulas de comportamiento y percepción que deben garantizar un orden casi estático frente a un universo amenazante y cambiante. Todo cambio se explica por lo que no cambia, o sea, por una suerte de garantía divina del orden en la aparente multiplicidad caótica de la naturaleza y sus mundos contextuales (como, de hecho, se desprende de la Torah en su conjunto y algunos textos que se clasifican bajo el término genérico Ketubiim, en especial, Proverbios y Eclesiastés). La oralidad predominante de las sociedades antiguas, en las que la escritura no es una práctica extendida, es una configuración de la repetición, una forma que se reitera ritualmente para reproducir una textualidad construida por los conformadores del mundo, con la religión -es decir, la creencia en una garantía sobrenatural ofrecida al hombre para su propia salvación y las prácticas dirigidas a obtener o conservar esta garantía- como aval, con el control férreo de lo controlable ante lo desconocido en movimiento. De ahí provienen formas de la oración, de la canción, del libro sagrado, del conjuro. Detengámonos en ese conjunto de estructuras gramaticales formularias del capítulo uno del Génesis como:
1- Dijo Dios. Si tomamos en cuenta la tradición bíblica, Dios no es solamente el primer motor y la causa primera del devenir y del orden del mundo, sino también el autor de la estructura sustancial del mundo mismo a través de la palabra. La omnipotencia de lo que Él pronuncia es comprensible si tenemos en cuenta que, en el texto original, el término hebreo dabar significa tanto palabra como suceso o acontecimiento; es decir, la lengua es por lo tanto lo que crea y lo que realiza, es el verbo y el nombre. De allí que se considere que en Dios el nombre es creador porque es verbo y, por lo tanto, acción; y el verbo de Dios es conocimiento absoluto de las cosas porque es nombre, y el nombre tiene por función revelar lo que las cosas son en su esencia. Si se quiere, podemos considerar que esta noción de la palabra se la puede clasificar como propia del mundo de la magia: es una herramienta de poder (no en vano, cuando se la usa, siempre es en un tono imperativo). Sin embargo, es bueno destacar que, en el versículo 27 del capítulo primero, Dios no ha creado al hombre mediante el verbo y no lo ha nombrado. No ha querido someterlo a la lengua, sino que Dios ha dejado surgir libremente en el hombre la lengua, que le había servido como medio para la creación y su dominio. De forma implícita, este dato nos da entender que el ser humano se posiciona en una escala superior a los demás seres animados, pues posee el don de la palabra, y mediante éste don domina (o enseñorea), según lo establece la ley divina.
2- y fue así es una construcción frástica complementaria de la aseveración anterior que pone de relieve el poder creador de la palabra del Dios bíblico. La orden divina se cumple de forma inmediata, y el efecto producido coincide a la exactitud con el pensamiento y la voluntad del Creador.
3- y vio Dios que era bueno. Por ser resultado del gesto libre de una divinidad que no necesita de él, el mundo tiene un valor: valor para Dios que lo crea y para el hombre que dispondrá de él. La fórmula de aprobación (repetida siete veces a lo largo del capítulo primero) señala un hito significativo de la teología del Génesis, al afirmar que la obra arquetípica de Dios, la creación del mundo y de sus elementos, refleja la bondad divina. Cada obra es alabada por su “bondad” ontológica y funcional. La expresión hebrea tôb (“bueno”) se refiere tanto a la bondad de las cosas en sí, como al obrar de Dios (“y vio que era bueno”) y a la “funcionalidad” de los elementos del mundo, que tienen su lugar dentro de un orden y responden a la intención de su autor divino. La insistencia en afirmar la “bondad” de la creación indica que se trata de una idea central en el capítulo, vinculada a una concepción “optimista” del mundo, y es de observar que la fórmula de aprobación no tiene una raíz empírica o racional, sino que es una afirmación que surge de la fe: la creación es buena, porque es Dios el que crea y estructura el cosmos. Significativamente, esta fórmula no es mencionada respecto al hombre (1:31), a fin de dejar abierto el tema del pecado original en el capítulo 3.
4- separó. Si volvemos nuevamente al texto original, descubriremos que en la lengua hebrea, barar, que significa precisamente dividir, también hace alusión a otros verbos como seleccionar, discernir, clasificar y/o purificar. Esto se relaciona con aquello de que todo mito cosmogónico relata el origen del universo como una realidad coherente y armoniosa, ya que responde a la necesidad humana de explicar y comprender el mundo en que se vive. Además el hombre sólo puede comprender el orden, pues el caos de por sí es inentendible. En este caso, separar, seleccionar, clasificar, son los procesos que determinan ese ordenamiento “racional” de los elementos que constituyen la totalidad del mundo conocido. De allí que el Dios genesíaco no deba ser entendido solamente como creador, sino como “ordenador” de la realidad, otorgándole a cada cosa que la integra una nominación determinada.
5- Y fue la tarde y la mañana del x día. El Génesis va registrando la semana de la creación como la primera semana del mundo. A primera vista el esquema de la semana puede parecer un antropomorfismo: Dios ejecuta sus obras a lo largo de una semana, a la manera del hombre. Pero en realidad sucede al revés: Dios funda la semana que se va gestando en siete momentos, señalados cada vez como el surgimiento de algo nuevo. En otras palabras, Dios no llena cada día de una semana preexistente con algunas de sus obras, sino que la creación de cada uno de los elementos del mundo determina la aparición de los días.
Esto nos recuerda que si el mito es un relato de los orígenes y, como tal, asume una función de instauración, es natural que tome como centro temático un evento fundador del mundo, de las cosas y del hombre, y que a su vez haya tenido lugar en un tiempo primordial anterior a la historia, o sea, anterior al conjunto total de los hechos humanos que después serán sistematizados por cada cultura o sociedad para su mejor conocimiento y comprensión. En otros términos, los acontecimientos fundadores (la creación del cielo y de los mares, la creación del sol y la luna, del hombre y la mujer) no pertenecen a la cadena de acontecimientos normales que ocurren dentro de lo que nosotros concebimos como historia, sino a los que ocurren fuera de la misma (¿cuándo ocurrió el principio en que sólo había tinieblas sobre la faz del abismo y Dios empezó a crear?; ¿en qué siglo, año o mes ocurrió el primer o el segundo día?). Por otro lado, en el momento mismo que el mito pertenece al ámbito del discurso, ya que es una especie de relato en que las frases se suceden en un tiempo irreversible y que se relaciona con un tiempo pasado, se vuelve fácil de entender porque estas estructuras gramaticales formularias están conjugadas, mayormente, en pretérito del modo indicativo: con esta modalidad designamos la no ficción de lo denotado por la raíz léxica del verbo, esto es, todo lo que el hablante estima real o cuya realidad no se cuestiona. Recordemos que, en todos los épocas y en todas las áreas culturales, los hombres han elaborado una pluralidad de relatos como un modo de afirmar la verdad de su experiencia del mundo y de sí mismos. Detalle que no debemos dejar de lado, pues la lectura de los primeros versículos del Génesis nos revela que de lo que se trata es de mantener en orden al cosmos mediante una oralidad ritualizada y bajo el control de sus administradores y promotores (la clase sacerdotal).


Para terminar el análisis de lo que abarca el capítulo estudiado, nos queda un punto importantísimo aunque de un modo u otro ya ha sido mencionado: la creación del hombre. Según indica el texto, el hombre ha sido creado a “imagen y semejanza” de Dios, y por ese motivo constituye la meta intencional de todo el proceso creativo. Por lo tanto nos queda por determinar a imagen y semejanza de qué Dios ha sido creado el hombre. El Génesis no lo especifica, pero el contexto sugiere una respuesta inequívoca: el hombre ha sido hecho a imagen del Dios creador, cuyo obrar arquetípico describe el relato sacerdotal de la creación. Este Dios creador trasmitió parte de su potencial al hombre, puesto en la tierra, como su lugarteniente y depositario de una prerrogativa que en otras áreas culturales estaban reservadas a un rey. Por eso, con la aparición del hombre en el sexto día, Dios deja de crear y entra en su descanso. En adelante, será el hombre, su imagen, el encargado de llevar adelante la obra creadora en este mundo.
Otro detalle que ha de ser tenido en cuenta es que la antropología bíblica especifica, además, que Dios creó al hombre en su distinción natural de varón y mujer (l:27). El Génesis no piensa en las categorías del hombre solitario, sino de una pareja fecunda. Esta acotación tiene una importancia decisiva, porque retoma y profundiza la concepción de la sexualidad que se fue gestando en la cultura patriarcal judía de los siglos XII-IV a.C., que afirmaba de todas las formas posibles la superioridad del hombre sobre la mujer. El Génesis declara, con una formulación sobria y sencilla, pero exenta de toda ambigüedad, que ese ser concreto llamado hombre, sexualmente determinado en su singularidad como varón o mujer, es la imagen de Dios. La diferenciación sexual, según esto, entra en la definición esencial del ser humano y está arraigada en el orden de la creación. Por otra parte, el relato de la formación de la pareja humana se orienta hacia la bendición del versículo 28: en una tierra desdivinizada, el hombre, como ser autónomo y responsable, recibe la capacidad de engendrar la vida y el dominio de la naturaleza. El Creador confía al hombre su obra, que en el momento de la creación estaba sólo en los comienzos. A él le corresponde descubrir el mundo, liberar sus fuerzas y forjar en él su propia historia.

martes, 24 de junio de 2008

Salmo VIII

Salmo VIII



Oh, Yahvé, Señor nuestro.
¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

En lo alto de los cielos has puesto tu esplendor
Que alaban los pequeños y los niños de pecho.
Opones tu fortaleza al agresor
Para aplastar al enemigo y al rebelde.

Al ver tus cielos, obra de tus dedos
La luna y las estrellas, que tú formaste,
Pregunto: ¿qué es el hombre para que lo recuerdes?
¿Qué es el hijo de Adán para que de él te ocupes?

Pues lo hiciste poco menor que un Dios,
Lo coronaste de honra y de gloria,
Le diste dominio sobre la obra de tus manos
Todas las cosas pusiste a sus pies.

Las ovejas, los bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias salvajes,
Los pájaros del cielo, los peces del mar,
Todo cuanto recorre las sendas de los mares.

Oh, Yahvé, Señor nuestro,
¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

miércoles, 16 de abril de 2008

Literatura 5to año - Las parábolas

Las parábolas


Constituyen la forma literaria de mayor relieve en los Evangelios; valen como narraciones, como ejemplos, como imágenes y sobre todo, como testimonios de una insuperable maestría pedagógica. Son punto obligado de referencia cuando se busca condensar en pocas palabras, el contenido de la doctrina de Cristo. Abundan en los sinópticos, en tanto que, sumamente reducidas en número, alcanzan en el Evangelio de San Juan condición de verdaderas alegorías.

El vocablo parábola deriva del griego y significa, estrictamente, poner una cosa al lado de otra con la finalidad de establecer una comparación. La parábola como forma literaria es una narración breve que exige una interpretación y que procura transmitir una enseñanza. No es originaria del Nuevo Testamento, ni son los Evangelios los primeros libros que dan noticia de ella: ya en el A.T. aparecen parábolas, como una forma literaria asociada al temperamento semítico.

Asociadas invariablemente a Cristo, teniendo por tema (la mayoría de ellas) el reino de Dios, las parábolas conservan de la tradición el modo y uso rabínicos, el manejo de elementos concretos y cotidianos y la expresión dotada de una simplicidad más aparente que real. Porque tras su sencillez y transparencia, las parábolas albergan profundas y removedoras enseñanzas y proponen dos aspectos de difícil solución: ¿cómo se han de interpretar?, y ¿cuál es su finalidad?

El actual criterio de interpretación rechaza el pensamiento de muchos padres de la Iglesia, quienes escrudiñaban las parábolas en sentido alegórico creyendo que podían corresponder, punto a punto, con un contenido del cual ellas eran meras portadoras.

Pero al no tener presentes los límites entre parábola y alegoría, olvidaron que la primera, sea simple metáfora, sea semejanza más elaborada, sea historia con su pleno desarrollo, ofrece un solo punto de comparación y que los pormenores suelen no tener significado independiente. Estos sirven, por lo común, para la ambientación del cuadro principal, y no para llevar las analogías y correspondencias a un terreno extremado y artificioso. Fundamentalmente, las parábolas promueven entre los analistas la formulación de un juicio sobre el tema expuesto. De ese modo, el compromiso es ineludible y la enseñanza se vuelve activa porque obliga a una participación y a una respuesta.

"A vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del reino de Dios, pero a los otros de fuera, todo se les dice en parábolas, para que:

Mirando, miren y no vean;
Oyendo, oigan y no entiendan,
No sea que se conviertan y sean perdonados"

San Marcos, 4, 11-12

Según este pasaje, las parábolas estarían dirigidas a quienes no son discípulos. Debemos considerar, en primer término si el método parabólico era para Cristo lo fundamental, o si lo era, con más propiedad, la salvación de los hombres y la actitud con que éstos se disponían a su mensaje salvífico de amor y perdón. Cristo sabía que en la Palestina de su tiempo habría quienes rechazarían su enseñanza; sabía incluso que el endurecimiento de muchos corazones (los fariseos sobre todo) desembocaría al fin en el martirio de la cruz. Era inútil hablar a esos corazones abiertamente. Sólo quedaba, como último recurso, proponerles parábolas, porque sólo ellas, encubiertas y enigmáticas, podrían prender en aquellos corazones endurecidos y obrar el milagro de abatir su hipocresía y su soberbia. Penetrando de modo oblicuo, la parábola inducía a un juicio desde la libertad del ser humano. Quien rechazase definitivamente estas palabras lo haría tras elegir a su albedrío el rechazo y la negación. Una enseñanza abierta hubiera significado un rechazo automático. La enseñanza parabólica podía dejar en suspenso tal actitud y postergar el rechazo, o alejarlo definitivamente. Las parábolas son una prueba más de la misericordia, concepto clave en el Nuevo Testamento. Prueba difícil de entender y que señala, en quien la pronunció, el origen de una crisis capital con la que han debido enfrentarse los hombres. Si admitimos que las parábolas enseñan, debemos completar la observación: enseñan a cada uno a conocer en hondura la propia intimidad.

Literatura 5to año - Biblia N.T. - "Párabolas de la misericordia" - San Lucas

Parábola de la oveja perdida

1) Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oirle,
2) Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
3) Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
4) ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5) Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
6) Y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
7) Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Parábola de la dracma (moneda) perdida

8) ¿O qué mujer si tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
9) Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
10) Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

Parábola del hijo pródigo

11) También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12) Y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13) No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14) Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15) Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16) Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17) Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo perezco de hambre!
18) Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19) Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20) Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aun estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21) Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22) Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23) Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24) Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25) Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26) Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27) Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28) Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29) Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30) Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31) Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32) Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido y es hallado.

domingo, 13 de abril de 2008

Literatura 5to - Salmo I

Salmo I


Feliz de aquel hombre
Que no anda en consejo de impíos
Ni sigue la senda de los pecadores
Ni se sienta en el banco de los descreídos
Sino que se complace en la ley de Yahvé,
Que medita en su ley día y noche.

Él es como un árbol plantado
A orillas de un curso de agua
Que da su fruto en la estación propicia
Y cuyas hojas jamás se marchitan.
Todo lo que haga prosperará.

No así el impío; nada de eso.
El impío será como basura
Que arrastra el viento.
El impío no podrá defenderse en el juicio
Ni el pecador en la asamblea de los justos.

Porque Yahvé conoce la senda del justo
Mas la senda del impío se perderá.

Literatura 5to - El salterio

Los Salmos:


Nombre del libro: en hebreo: séfer tehilím (libro de cantos) o simplemente tehilím (cantos). A esta designación hebrea corresponde la que les da en el griego del N.T.: bíblos psalmón y el título psálmoi con que se designa a este libro en muchos manuscritos de la Biblia griega. De aquí proviene nuestra palabra Salmos. Algunos otros manuscritos griegos de la Biblia titulan esta colección con la palabra psaltérion, que quiere decir dos cosas:

1) colección de cantos;
2) es el nombre de un instrumento musical de cuerdas. De aquí el nombre castellano Salterio.

El libro de los salmos está comprendido en el A.T.; es, según el Canon hebreo, el primero de los Ketubiim y encierra 150 salmos. Pero estos no son los únicos cantos religiosos del A.T. Hay otros, or ejemplo, en Jueces 5 (Cántico de Deborah); Éxodo 15 (Canto de Moisés); Isaías 45 (Canto de Isaías); Samuel 2 (Canto de Ana), etc. Tampoco son exclusivos del Antiguo Testamento puesto que los hay en el Nuevo testamento; en los libros apócrifos y en los rollos del Mar Muerto.

Formación del salterio: por otra parte, el libro de los salmos no fue siempre un libro, un todo. Es una recopilación formada por los aportes de varias colecciones de salmos. Estas se distinguen, aún hoy, ya sea por sus características, ya porque los títulos dan alguna indicación.

1) salmos "de David"; del 3 al 40.
2) de los Hijos de Coré; (Dedicados a Jerusalém y al Templo) del 41 al 48.
3) de Asaf (Salmos didácticos e históricos. Emplean mucho la metáfora pastor-rebaño); el 49, y del 72 al 82.
4) colección tardía. Del 83 al 150.

Clasificación según su carácter literario:

1) Himnos:

De Alabanza: exhortan a alabar a Yahvé; alaban a Yahvé y dan razones para la alabanza; alaban a Jerusalem.

De Acción de gracias: semejantes a los anteriores pero directamente referidos a una situación afligente que ha sido solucionada por Yahvé. Hay pocos porque la situación de los hebreos era, las más de las veces, mala, y no había mucho que agradecer.

Los Mesiánicos: anuncian la grandeza, futura de los hebreos, el reino universal de Yahvé; el fin de sus enemigos o de los idólatras; una época de paz, riqueza, justicia o poder bajo un rey sabio.

2) Plegarias:

Individuales: el hombre enfermo, preso, perseguido, pobre, expone su situación, proclama su inocencia: él no merece tal castigo. Termina con un ruego: que lo recuerde, lo salve de la muerte, castigue a sus angustiadores.

Colectivas: tienen el mismo espíritu pero con respecto a sufrimientos colectivos: el desastre nacional, la derrota, el exilio. El pueblo hace protestas de inocencia o acepta su culpa. Pide el castigo de los enemigos, el favor divino, el retorno de la tierra propia, la ayuda o la justicia divinas.

3) Cantos de sabiduría:

Dan normas morales; exaltan la Ley de Yahvé y su cumplimiento; aconsejan la confianza en Dios.

Literatura 5to - Los evangelios

Los Evangelios:


Significado de la palabra "Evangelio": esta palabra es de origen griego; es una voz compuesta de "eu" (bueno o buena) y "aggelos" (mensaje) con la significación de "buen mensaje" o "buena noticia". En la época homérica se empleaba para designar a la propina que recibía el mensajero de buenas noticias, como se lee en el Canto XIV de la Odisea. Posteriormente la palabra pasó a designar al mensaje y no al mensajero y con esta acepción fue usada por los Setenta para su traducción de las Escrituras al griego y empleada así en un texto de Isaías: "...para dar buenas noticias (evangelio) me ha enviado".

En un primer momento, la voz "evangelio" designó el Mensaje del Reino de Dios o Reino de los Cielos, y fue trasmitida oralmente por Jesús.

En la misión que confía a sus discípulos está igualmente la de trasmitir en igual forma el mensaje: "Y al ir, predicad diciendo: "Está cerca el Reino de los Cielos" (Mateo 10, 7). Pero en la prédica oral de los apóstoles el mensaje se amplió en el sentido de anunciar la llegada del Mesías, por lo que la "buena nueva" predicada no sólo contuvo la noticia de la proximidad temporal del Reino, sino la de la aparición del Mesías ya anunciado por los Profetas primero y por Juan después, quien decía: "Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos está muy próximo" (Mateo 3, 2) agregando: "...el que viene detrás de mí es más poderoso que yo" (Mateo 3, 11).

Cuando todo este material de la prédica oral de los apóstoles fue fijado por la escritura, a los escritos se les denominó "Evangelio", en singular, o sea, la "buena nueva" o "buen mensaje"; pero en estos textos se había recogido, no solamente la palabra, sino los hechos de Jesús, constituyendo una biografía del Mesías.

En la época de los Apóstoles y con referencia a la conservación escrita del Mensaje, la voz "Evangelio" se aplica a la totalidad de los textos biográficos y doctrinales que incluyen, desde luego, el Mensaje primitivo.

Contenido del Evangelio: de acuerdo con lo que hemos dicho, los textos del evangelio contienen los siguientes elementos:

a) El evangelio propiamente dicho, o sea el mensaje de Jesús con relación al Reino de los cielos;
b) Toda la doctrina que rodea al Mensaje y que alude a la conducta social y religiosa del hombre;
c) La nueva concepción teológica; y
d) La biografía de Jesús.

Por esta razón resulta casi imposible clasificar a estas obras de acuerdo con su contenido, pues se hallan a mitad de camino entre la historia y la filosofía, entre la moral y la metafísica, constituyendo una nueva forma literaria aunque la preocupación formal no fue fundamental en sus autores.

Las versiones del Evangelio: del Evangelio conservamos cuatro versiones llamadas "canónicas" es decir, aceptadas por la Iglesia como la palabra de Dios, considerándola literatura "revelada", de acuerdo con el concepto de "canon" que sirvió para conservar los libros del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento aparecen incluidas en el orden siguiente: según San Mateo, según San Marcos, según San Lucas y según San Juan, aunque no sea este el orden histórico de composición. La voz "según" agregada al título significa que cada autor da una versión personal y que adoptó un criterio personal al emprender la tarea de ordenar y conservar la historia de los hechos y las palabras de Jesús.

Por otra parte, podemos reconocer tres momentos en la historia del Evangelio:

a) El llamado "Evangelio histórico", es decir, el mensaje o buena nueva de la llegada del Mesías, hecha realidad en Cristo, quien proclamó el mensaje del Reino de los Cielos;
b) El "Evangelio oral", predicado por los apóstoles, especialmente por Pedro, que fue adaptado a los diferentes mundos en los que fue proclamado;
c) El "Evangelio escrito", que conservó esta característica.

De estas versiones cuatro fueron canonizadas; pero existen otras versiones del Evangelio que han sido designadas como "apócrifas", es decir, de acuerdo con el significado dado por los hebreos a esta palabra griega, "sospechosas" o, simplemente "no verdaderas".

¿Por qué fueron elegidas estas cuatro versiones, si todas tienen el mismo contenido específico? La explicación debe buscarse en el hecho de que cada una de ellas está dirigida a un mundo diferente y el autor, de acuerdo con su personalidad y su comprensión de los hechos, se propuso una meta distinta. Esto significa que las versiones escritas siguieron el mismo criterio del "Evangelio oral": presentar al Mesías y su mensaje de acuerdo con las características, la cultura y aún las necesidades de cada lugar a donde era llevada la palabra de Jesús. La selección de estas cuatro y su canonización obedecería entonces al hecho de que, entre las cuatro, se domina todo el cuadro de la prédica en los pueblos del Mediterráneo y serían, en última instancia, complementarias y no excluyentes, dando una visión total del tema.

Esta pluralidad o diversidad en la presentación y explicación del Mensaje, etc., no excluye que se puedan reconocer líneas comunes a los cuatro autores, aparte de que todos ellos manejaron casi los mismos materiales. De una manera general los cuatro se han propuesto textos que tienen las siguientes características:

a) Son textos didácticos, en cuanto están destinados a difundir el conocimiento de la palabra de Jesús y de sus hechos;
b) Son textos dogmáticos, porque en ellos se establecen las verdades esenciales de la nueva religión, como el origen divino de Jesús, su unidad con el Padre, la resurrección de la carne y la inmortalidad del alma, etc;
c) Son textos proselitistas, por cuanto cada uno de los textos contiene una permanente exhortación a la conversión, constituyendo una verdadera catequesis que, por medio de la palabra y los hechos (Mateo 5, 16) busca ampliar el marco geográfico y humano del naciente Cristianismo.

Por otra parte, como lo expresa Lucas, las versiones buscan "componer un relato de los hechos que ocurrieron entre nosotros, tal como nos lo han trasmitido aquellos que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la Palabra" (Lucas 1, 1), pero tampoco contienen la totalidad de los mismos, de acuerdo con el testimonio de Juan: "Obró, además, Jesús en presencia de sus discípulos, otros muchos milagros que no han sido escritos en este libro" (Juan 20, 31). Esto significa que cada autor seleccionó hachos y palabras de Jesús y sólo aquellos que servían a la causa que se había propuesto.

Fechas de composición de las versiones: todos los testimonios de la antigüedad establecen que el primer texto escrito del Evangelio fue el de Mateo en su versión hebrea (el Mateo arameo) antes del año 62, mientras la fecha de la traducción al griego sería anterior al año 70.

La crítica no católica cree que la versión de Marcos fue la primera en escribirse y que fue empleado como fuente de Mateo y de Lucas; para la crítica católica se establece una fecha mínima en el año 53 y una máxima en el año 63, siempre anterior al de Lucas.

Este período de diez años concuerda, por otra parte, con los hechos conocidos de la vida del apóstol, que habría compuesto su versión en Roma.

Compuesto antes del Libro de los Hechos de los Apóstoles, el Evangelio según San Lucas tiene como fecha probable el año 63, señalándose como fecha extrema el año 70, aunque esta sin mayor fundamento.

En cuanto a la versión de Juan habría sido compuesta hacia fines del siglo I, entre los años 95 y 98, en la vejez del apóstol.


Fuentes de las versiones del Evangelio: las similitudes y las pequeñas diferencias que existen entre las tres primeras versiones (Mateo, Marcos, Lucas) la presencia en ellas de pasajes exclusivos de cada evangelista, la existencia de pasajes comunes sólo a dos de ellos, las discrepancias menores en cuanto a cronología u orden de los episodios, a las circunstancias de los mismos y a los personajes que participaron, etc., han planteado el problema de las fuentes manejadas por los distintos autores. Estas similitudes se hacen más flagrantes en los tres primeros, lo que ha llevado a dividir las cuatro versiones en dos grupos:

a) Versiones sinópticas (Mateo, Marcos, Lucas); y
b) Versión no sinóptica (Juan).

Sinóptico significa que, confrontadas las cuatro versiones, se aprecian de un solo golpe de vista (synoptikós) sus similitudes y diferencias.

Esto ha llevado a plantear el problema de la dependencia de las versiones entre sí o con otras fuentes. Para la tradición católica, las similitudes se explican en función de que todas las versiones sinópticas dependen de una sola fuente común: el evangelio oral. Las diferencias obedecerían al hecho de que cada autor tuvo fuentes particulares o recuerdos personales.

Para la crítica racionalista el evangelio primero fue el de Marcos, por ser el más breve y por estar su versión incluida enteramente en la de Mateo y en forma parcial en la de Lucas.

La crítica independiente, aunque acepta parcialmente la prioridad de Marcos y la influencia del evangelio oral, presupone la existencia de un texto anterior (hasta hoy no encontrado) al que llama documento Q (inicial de la palabra alemana documento). Habría un documento Q o "proto-evangelio" (primer evangelio) o más de un documento, a los que habrían recurrido los tres evangelistas. Esta hipótesis no descarta que este proto-evangelio sea el Mateo arameo, que fue posteriormente traducido al griego.

La situación actual del problema en la exégesis católica es atribuir la prioridad al Mateo arameo, que podría identificarse con la fuente Q de la crítica independiente; acepta la existencia de otras fuentes propias de cada evangelista, componiéndose el siguiente cuadro explicativo:

a) El Mateo arameo fue la primera versión escrita del Evangelio;
b) Marcos habría seleccionado lo que creyó esencial del Mateo arameo, y por eso su versión es la más breve; y
c) Lucas tomó como base el Mateo arameo, completándolo con otras fuentes (escritas u orales) de acuerdo con su propio testimonio (Lucas 1, 1 - 4).


La lengua de las versiones: para su prédica oral, Jesús empleó la lengua corriente de su tiempo, el arameo, no el hebreo que podríamos denominar clásico, sin que se descarte aun la posibilidad de que pudiera haberlo hecho en el griego difundido por el Mediterráneo, la lengua llamada "koiné". La misma lengua debiron emplear los apóstoles para la catequesis oral y este arameo fue el empleado por Mateo para su versión escrita, tal como surge del testimonio de Papías: "Mateo hizo, en dialecto hebreo, una compilación de las sentencias y las interpretó según su capacidad" (Papías fue Obispo de Hierápolis y su obra fue compuesta hacia el año 125).

En cuanto a las otras versiones, fueron escritas directamente en koiné o griego popular.


Conservación y traducción de las versiones: las versiones fueron conservadas en papiros, el mismo material de escritura en el que fueron escritas, y las copias estuvieron a cargo de escribas profesionales; pero la escasa resistencia del material obligó al posterior uso de pergamino, hecho con piel de oveja adelgazada. Las versiones que se conservan en mayor número están escritas en pergaminos y las más viejas pertenecen al siglo IV.

En cuanto a las primeras traducciones, fueron realizadas en tres lenguas: el latín, el sirio y el copto. De las traducciones latinas señalamos como la más antigua la denominada "Vetus latina" (latina antigua) o "Prevulgata" (anterior a la vulgar) hecha posiblemente ya en el siglo II. A ella le sigue inmediatamente la realizada por San Jerónimo en el siglo IV, denominada "Vulgata" (la vulgar) que fue aceptada en el Concilio de Trento (1551) como la versión oficial de la Iglesia. De ella han salido todas las traducciones realizadas en las distintas lenguas nacionales (alemán, francés, español, etc.).


Fisonomía de las versiones: en su redacción original, estas versiones constituían un texto corrido, es decir, sin división interna. En el siglo XIII se procedió a su división en capítulos, atribuida o bien al Cardenal inglés Langton, Arzobispo de Canterbury, o a Hugo de San Caro, Cardenal español, y aun al monje francés Arlettus. En cuanto a la división en versículos se debe al impresor francés Roberto Estéfano, que vivió a mediados del siglo XVI y publicó su texto versiculado en el año 1551.

En cuanto a los títulos colocados a la cabeza de ciertos pasajes, tampoco es original y han sido colocados para ayudar al lector en la búsqueda de los mismos.

Literatura 5to - La Biblia (pensamiento del pueblo hebreo)

Literatura Bíblica


El pensamiento religioso del pueblo hebreo constituye el contenido principal de la Biblia, por lo tanto conviene esclarecer sus líneas fundamentales.

Cuatro notas caracterizan esta concepción religiosa:
a) monoteísmo;
b) alianza;
c) moral; y
d) mesianismo.

Monoteísmo: en torno a este punto se plantea el primer problema. Los partidarios del evolucionismo religioso juzgan que el pueblo hebreo fue, durante siglos, monolátrico pero no monoteísta. Yahvé no habría sido el único Dios, sino el Dios al que se adoraba con exclusión de los demás; la divinidad nacional a la que se rendía culto, pero no el solo Dios. Según esta teoría, el pueblo hebreo fue primero idólatra y politeísta, luego enólatra (culto al dios del pueblo, religión nacional) y, por último monoteísta. La historia de las religiones en su estado actual, considera el monoteísmo como forma primordial; el politeísmo y la idolatría serían degradaciones de un concepto religioso superior y más antiguo.

Mientras el evolucionismo supone un sucederse de etapas de progresivo perfeccionamiento, la crítica religiosa moderna considera que, aún las más avanzadas ideas religiosas se encuentran, como en germen, comprendidas en los más antiguos planteamientos. La voz de los Profetas y de los conductores de Israel fue, en el transcurso de la historia, desentrañando ese contenido, poniéndolo en evidencia y esclareciéndolo según las necesidades del pueblo de acuerdo a la guía de Yahvé. El advenimiento de Jesús habría sido la suprema revelación a cuya luz se iluminaría el cuadro entero, la clave para comprender el mensaje.

Alianza: si puede haber discrepancias en torno al alcance de la expresión "Yahvé, Dios de Israel", no las hay en la interpretación de la otra que le es simétrica y correspondiente: "Israel es el pueblo de Yahvé". Esta identificación descansa en la idea de pacto o alianza entre la Divinidad y el pueblo elegido por ella, cuya primera formulación encontramos en el libro del Génesis, en la historia de Abraham.

Las ideas fundamentales que este pacto encierra son:

a) de parte de Yahvé: protección y ayuda constantes, simbolizadas en la bendición, la concesión de la tierra prometida, una descendencia numerosa como las arenas del mar y las estrellas del cielo, y el señorío sobre las demás naciones;
b) de parte de Abraham: la fidelidad y el acatamiento a la voluntad de Yahvé. El rito de la circuncisión, que vierte la sangre del varón, sería la señal externa del pacto por la que cada descendiente de Abraham entra a tomar parte de su herencia y acepta su obligación frente a Yahvé. Este pacto fue formulado por segunda vez en Egipto y es la reiteración de la alianza con Abraham, que luego se explicita y ratifica solemnemente en el monte Sinaí. La sangre vertida del Cordero Pascual, con la que se tiñera el dintel de la puerta de los hebreos, fue la señal externa de la Alianza. En el correr de la historia, las grandes figuras y los más importantes acontecimientos de Israel dieron realce al pacto, esclarecieron los deberes que imponía, y afirmaron su esperanza en la fidelidad de Yahvé. Los profetas fueron los defensores de la Alianza y los campeones de los derechos de Dios. La tercera manifestación del pacto, también llamada "Nueva Alianza" porque innova sobre la Antigua, extiende los privilegios de Israel a los hombres de todos los pueblos, y se encuentra narrada en los Evangelios. Esta nueva formulación se realiza en la persona de Jesús y también se sella con la efusión de sangre, en el monte Calvario.

Moral: la moral del pueblo hebreo no es una consecuencia de la religiosidad, sino uno de sus elementos constitutivos. Yahvé es el autor del hombre y tiene derechos sobre él; además, y en virtud del pacto, los tiene especiales sobre Israel. Por eso es legislador, y su ley es santa y ordenada a la salud y la felicidad del individuo y la sociedad. No es una antojadiza y caprichosa serie de prohibiciones y amenazas; por el contrario, Dios, único conocedor de "la ciencia del bien y del mal", es decir, de la esencia de los mismos, prohibe lo que daña u obstaculiza la perfección del hombre y la felicidad del pueblo.
La ley es solemnemente proclamada en el Sinaí y consta de varios mandamientos. A través de los textos se deduce que dicha Ley no es sino una formulación ordenada de preceptos religiosos y morales conocidos desde antiguo por el pueblo, aunque no siempre respetados. Los primeros conciernen a la conducta frente a la Divinidad; los otros, a la que debe regir las relaciones del hombre consigo mismo y en la colectividad.
Después de una introducción en la que se proclama el derecho de Yahvé a legislar, se prohibe el politeísmo, la idolatría y la vana invocación del nombre de Dios en el juramento falso, y se ordena la observancia del sábado. Se impone honrar a los padres, se prohibe matar, fornicar, robar, mentir y calumniar y, por último, codiciar los bienes ajenos, incluyendo entre estos la mujer del prójimo. Del cotejo de ambas fórmulas se ha deducido el Decálogo, los diez mandamientos o preceptos que son la base de la moral de hebreos y cristianos.
Junto con esta síntesis de los preceptos fundamentales, el pueblo recibió a través de Moisés, un completísimo código, en muchos aspectos superior al de Hammurabí, que regula todo lo referente a la vida colectiva, nacional y familiar, a la organización política y al culto religioso.
En lo que se refiere a las disposiciones atinentes a la moral, sucesivas generaciones fueron desentrañando de los antiguos preceptos un alcance de mayor perfección y desplazando las obligaciones y responsabilidades desde el plano social y al plano personal. El pecado es un delito que perjudica al pueblo, y a todo el pueblo interesa su castigo y la purificación condigna, pero cada vez se ve con mayor claridad, que religión y moral no son solamente el nexo que une a Israel con Yahvé, sino también el que une a cada hombre con Dios; así, el Pacto o Alianza se transforma en un pacto de persona a persona. Los Profetas y los Salmos, traducen claramente este concepto más elevado y perfecto del sentido moral; juzgan los actos por su valor interior, y exigen la caridad, el amor a Dios y al prójimo, como base de la conducta. La doctrina de Jesús, manifestada en el Sermón de la montaña, lleva esta moral a su más alto grado de desarrollo y perfección.
En lo concerniente a los preceptos de alcance social, político, penal, contractual, etc., el código mosaico refleja el grado de civilización y de cultura de los pueblos de la época; muchas veces, frente a mandamientos que nos parecen de despiadada barbarie, debemos recordar que ellos significaban, sin embargo, un mejoramiento, una superación de costumbres aún más bárbaras y despiadadas.
El Yahvé del Antiguo Testamento es el mismo Padre de las Misericordias del Nuevo Testamento; pero el pueblo, inmerso en la dureza y en la crueldad de los tiempos antiguos, lo fue descubriendo muy lentamente, aunque ya las más antiguas tradiciones recogidas en el Génesis, así lo mostraran.

Mesianismo: el mesianismo comprende dos creencias fundamentales:

a) la del futuro advenimiento de un Mesías;
b) el papel rector de Israel sobre los demás pueblos.

Desde muy antiguo, en las primeras formulaciones de la Alianza, se atribuye a la descendencia de Abraham ese papel mesiánico, en su doble alcance de un salvador personal y de un privilegio colectivo. Aún antes, en el tercer capítulo del Génesis, se pone en boca del Yahvé que castiga, la esperanza, la promesa de un vencedor del espíritu del mal encarnado en la serpiente.

A través de los siglos, son más abundantes y más concretos los textos, hasta el punto de mostrar que el Mesías y su advenimiento no son una consecuencia de la elección de Israel y del pacto, sino su misma finalidad, su razón de ser. La voz de los profetas perfila, desarrolla y esclarece, en etapas sucesivas, la figura del Salvador y su misión redentora que, mediante Israel, llegará a todas las naciones.

En torno a dos condiciones se agrupan los vaticinios: la de rey invencible, dominador de pueblos, y la de sacerdote y víctima, redentor de hombres. Según las vicisitudes de la historia, el acento de los profetas y de los intérpretes destacará uno u otro de esos aspectos, y el pueblo, doblegado y oprimido por fuerzas extranjeras, se forjará su propio Mesías con aquellos rasgos que más fácilmente halaguen su deseo y colmen su esperanza.

En el Nuevo Testamento, el cántico del anciano Simeón resume la esperanza mesiánica de Israel y vaticina su cumplimiento en el niño que María y José presentan en el Templo de Jerusalem. Este niño, Jesús de Nazareth, luego dividirá definitivamente a los hebreos, pues si unos lo condenan y crucifican por blasfemo, otros lo siguen y lo adoran como al anunciado Mesías.

Literatura 5to - La Biblia (denominación)

La Biblia: Denominación


La Biblia es el libro sagrado de hebreos y cristianos y pertenece a la literatura israelí. En el conjunto de la literatura universal, se distingue por su influencia en el mundo durante milenios, y por una serie de características internas que hacen de ella una obra sin igual.

Desde el punto de vista cultural, sería imposible comprender la civilización llamada occidental y muchos aspectos de la oriental, si no se conociera la Biblia; más aún, a tal punto ha marcado con su sello la evolución cultural humana, que gran parte de aquella civilización no habría existido sin ella.

La religión en sus grandes ramas monoteístas (judaísmo, cristianismo, islamismo), la moral, la filosofía, la historia, las artes plásticas, la literatura, la música, llevan, de una manera u otra, más o menos profundamente, la huella de su influencia.

De allí la importancia de la Biblia así como su profundo valor humano, pues a través de sus páginas, en el marco de la historia y las creencias de un pueblo llamado "el pueblo del libro", se plantean los grandes problemas que acucian al hombre sobre el sentido de la vida y su propio destino. Aún cuando no se acepten como valederas sus respuestas, es interesante conocer las soluciones que tan honradamente han influido en la humanidad.

Denominación: Biblia, nombre femenino y singular en la mayoría de las lenguas modernas, es neutro y plural en la forma griega de la cual procede. En su origen, significó "los libros".
Hoy se lo emplea como un superlativo excepcional: el "libro" o "libro de los libros", es decir, el libro por excelencia.

También, y atendiendo a su valor religioso, se la denomina Sagradas escrituras y Libro santo. Los hebreos, por su parte, la llamaban T.N.K., letras iniciales de los nombres de los tres grandes grupos en que distribuían los libros: Torah, Nebiim, Ketubiim, es decir, Ley, Profetas, y Otros escritos.

Es una obra múltiple pues consiste en una colección de muchas otras de diferentes épocas, autores y géneros, escritas en varias lenguas; sin embargo, todas ellas logran una innegable unidad que permite considerarlas no como libros totalmente independientes sino como partes armónicamente trabadas de un todo. Los autores, de variada cultura y tendiendo a distintos fines, trataron diversos temas, en prosa y en verso, y sus obras tienen las características personales de su estilo y las peculiares de su época.

Si bien la Biblia pertenece a la literatura hebrea, no deben confundirse ambos conceptos: el de literatura hebrea es mucho más amplio, pues comprende todas las manifestaciones literarias del pueblo hebreo durante las diferentes etapas de su historia, mientras que la Biblia es sólo una parte de esa literatura, seguramente la más famosa e importante: la Literatura sagrada.

En síntesis: la Biblia es la colección de los libros sagrados de la literatura hebrea, compuestos en diversas épocas y por diversidad de autores y en lenguas distintas, cuya unidad la da el carácter sagrado de los mismos.