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domingo, 3 de mayo de 2015

Frederic Bastiat - Gobierno

Gobierno

Por Frederic Bastiat (1850)

Yo desearía que alguien ofreciera un premio por una buena, simple e inteligente
definición de la palabra "Gobierno".
¡Qué gran servicio le conferiría a la sociedad!
¡El Gobierno! ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¿Qué debe hacer? Todo lo
que sabemos es, que es un misterioso personaje; y, seguramente, es el más
solicitado, el más atormentado, el más abrumado, el más admirado, el más
acusado, el más invocado y el más provocado de todos los personajes en el
mundo.
No tengo el placer de conocer a mi lector pero yo apostaría diez a uno que por
seis meses ha estado construyendo Utopías, y de ser así, está esperando que el
Gobierno las haga realidad.
Y si sucediera que el lector es una dama: no dudo que ella está sinceramente
deseosa de ver que se remedien todos los males de la sufrida humanidad, y que
ella piensa que esto sería fácilmente realizable, si tan solo el Gobierno lo
emprendiera.
Pero, ¡qué pena! Ese pobre e infortunado personaje, cual Fígaro, no sabe a quien
escuchar, ni a quien acudir. Las cien mil bocas de la prensa y de la tribuna claman
todas a la vez.
"Organice el trabajo y a los trabajadores."
"Reprima la insolencia y la tiranía del capital."
"Conduzca experimentos sobre estiércol y huevos."
"Cubra el país con ferrocarriles."
"Irrigue las llanuras."
"Siembre los cerros."
"Construya granjas modelos."
3"Funde talleres sociales."
"Nutra a los niños."
"Eduque a la juventud."
"Ayude a los ancianos."
"Envíe a los habitantes de la ciudad al campo."
"Iguale las ganancias de todos los negocios."
"Preste dinero sin interés a todos los que desean préstamos."
"Emancipe a la gente oprimida en todas partes."
"Críe y perfeccione el caballo ensillado."
"Estimule las artes, y provéanos de músicos, pintores, y arquitectos."
"Restrinja el comercio, y al mismo tiempo cree una naviera mercante."
"Descubra la verdad, y ponga un poquito de razón en nuestras cabezas. La misión
del gobierno es iluminar, desarrollar, extender, fortificar, espiritualizar, y santificar
el alma de la gente."
"Tengan un poco de paciencia caballeros" dice el Gobierno, en un tono suplicante.
"Haré lo que pueda para satisfacerlos, pero para esto deberé tener recursos. He
estado preparando planes para cinco o seis impuestos, los cuales son bastante
nuevos, y casi nada opresivos. Ustedes verán con cuanta voluntad la gente los
pagará."
Entonces surge una gran exclamación: - "¡No! ¡En verdad! ¿Dónde reside el mérito
de hacer algo con recursos? ¡Así, no merece el nombre de Gobierno!"
En vez de cargarnos con nuevos impuestos, haremos que retires los antiguos.
Debes suprimir
"El impuesto al tabaco."
"El impuesto al licor."
"El impuesto a las cartas."
"El impuesto a las aduanas."
"Patentes."
En medio de este tumulto, y ahora que el país ha cambiado una y otra vez la
administración por no haber satisfecho todas las demandas, yo he querido
mostrarles que ellos se contradecían a sí mismos. Pero, ¿en qué he estado
pensando? ¡Debí haber guardado esta desafortunada observación para mí mismo!
¡He perdido mi carácter para siempre! Se me mira como un hombre sin corazón y
sin sentimientos -un filósofo seco, un individualista, un plebeyo- en una palabra, un
economista de la escuela práctica. Pero, les pido perdón, sublimes escritores,
quienes no se detienen ante nada, ni siquiera ante las contradicciones. Estoy
equivocado, sin ninguna duda, y estoy dispuesto a retractarme. Yo debería estar
suficientemente contento, pueden estar seguros, si ustedes realmente ya han
descubierto un benéfico e inagotable ser, que se llama a sí mismo Gobierno, el
cual tiene pan para todas las bocas, trabajo para todas las manos, capital para
todas las empresas, crédito para todos los proyectos, aceites para todas las
heridas, bálsamos para todos los sufrimientos, consejos para todos los problemas,
4 soluciones para todas las dudas, verdades para todos los intelectos, diversiones
para todos los que las quieren, leche para la infancia, y vino para los adultos - que
puede proveer todos nuestros deseos, satisfacer todas las curiosidades, corregir
todos nuestros errores, reparar todas nuestras fallas, y eximirnos por lo tanto de la
necesidad de previsión, prudencia, juicio, sagacidad, experiencia, orden,
economía, templanza y actividad.
¿Qué razón podría yo tener para no desear ver tal descubrimiento realizado? En
verdad, más que lo pienso, más que veo que nada podría ser más conveniente
que todos tuviéramos dentro de nuestro alcance una fuente inagotable de riqueza
y conocimiento - un médico universal, un tesoro ilimitado, y un consultor infalible,
tal como ustedes describen que es el gobierno. Por esa razón es que quiero
señalarlo y definirlo, y un premio debe ser ofrecido al primer descubridor del Fénix.
Nadie pensaría en afirmar que este precioso descubrimiento ha sido hecho
todavía, si hasta ahora todo lo presentado bajo el nombre de Gobierno ha sido en
algún momento trastocado por la gente, precisamente porque este no satisface las
condiciones bastante contradictorias del programa.
Me aventuraría a decir que temo que somos, en este aspecto, las víctimas de una
de las más extrañas ilusiones que han hecho presa de la mente humana.
El hombre se aparta de los problemas - del sufrimiento; y, sin embargo, la
naturaleza lo condena al sufrimiento de privarse de todo, si él decide no tomarse el
problema de trabajar. Entonces, tiene que elegir, entre estos dos males. ¿Qué
medios puede adoptar el hombre para evadir ambos? Hay sólo una forma y
siempre la habrá, esta es, la de disfrutar del trabajo de otros. Ese modo de
proceder evade el problema y la satisfacción en su proporción natural, y causa que
todo el problema sea un peso para un grupo de personas y toda la satisfacción
para otro grupo de personas. Este es el origen de la esclavitud y del robo, en
cualquier forma que tome -ya sea como guerra, impuestos, violencia, restricciones,
fraudes, etc. - abusos monstruosos, pero consistentes con el pensamiento que les
ha dado origen. Se debe odiar y resistir la represión, difícilmente puede llamársela
absurda.
¡La esclavitud está desapareciendo, gracias a Dios! Y, por otra parte, nuestra
disposición a defender nuestra propiedad impide que nos roben en una forma
directa y abierta fácilmente.
Una cosa, sin embargo permanece - es la inclinación original existente en todos
los hombres de dividir el peso de vida en dos partes, lanzando el problema hacia
otros, y manteniendo la satisfacción para ellos. Aun falta por demostrar bajo que
nuevas formas esta triste tendencia se manifiesta.
El opresor ahora no ejerce directamente y con sus propios poderes sobre su
víctima. No, nuestra conciencia se ha hecho demasiada sensitiva para esto. El
tirano y su víctima todavía están presentes, pero hay una persona intermediaria
entre ellos, la cual es el Gobierno -esto es, la Ley misma. ¿Quién puede ser mejor
5indicado para silenciar nuestros escrúpulos y, tal vez, mejor apreciado para
impedir toda resistencia? Por lo tanto, nosotros reclamamos, bajo un pretexto u
otro, y pedimos al Gobierno. Le decimos, "Estoy insatisfecho ante la proporción de
mi trabajo y mis gozos. Me gustaría para restaurar el equilibrio deseado, tomar
parte de lo que otro posee. Pero esto podría ser peligroso. ¿Podrías facilitarme
esto para mí? ¿No me podrías encontrar un buen lugar? o ¿chequear la industria
de mis competidores o, tal vez, prestarme gratuitamente algo de capital, el cual, se
lo puedes quitar de su poseedor? ¿No podrías mantener a mis hijos a costa del
gasto público? ¿O darme algunos premios O garantizarme una competencia
cuando haya alcanzado mi cincuentavo año? De esta manera cumpliré mis fines
con una conciencia tranquila, ya que la ley a habrá actuado por mí, y yo tendré
todas las ventajas del robo, ¡sin el riesgo o su desgracia!"
Como es seguro, por una parte, que todos nosotros estamos haciendo similares
pedidos al Gobierno; y como por otra parte, está comprobado que el Gobierno no
puede satisfacer a un grupo sin añadirle trabajo a los otros, hasta que pueda
obtener otra definición de la palabra Gobierno me siento autorizado a dar mi
propia. ¿Quién sabe si ella obtendrá el premio? Aquí esta:
"Gobierno es la gran ficción a través de la cual todos nos empeñamos por vivir a
expensas de los demás."
Ahora, como antes, cada uno trata de beneficiarse más o menos, del trabajo de
los demás. Nadie se atrevería a expresar tal sentimiento, aun se lo oculta a sí
mismo, y entonces qué es lo que se hace? Se busca un medio; se pide al
gobierno, y cada clase cuando le toca el turno se dirige al gobierno y le dice: "Tu,
quien puede tomar justificada y honestamente, toma del publico, y nosotros
participaremos." ¡Qué bien! El gobierno, está muy bien dispuesto a seguir este
diabólico consejo, para ello está conformado de ministros y empleados- de
hombres, en pocas palabras, quienes, como todos los otros hombres, desean en
sus corazones, y siempre agarran cada oportunidad con anhelo, para incrementar
su riqueza e influencia. El gobierno no es nada lento en percibir las ventajas que
puede obtener de la parte que el público le confía. Está contento de ser el juez y
el amo de los destinos de todos; tomará mucho, porque entonces le quedará una
porción más grande para sí mismo; multiplicara el número de sus agentes; y
agrandará el círculo de sus privilegios; acabará apropiándose de una ruinosa
proporción.
Pero lo más notable de todo esto es la sorprendente ceguera del público ante todo
esto. Cuando los soldados triunfantes solían reducir a los conquistados en
esclavos, eran bárbaros, pero no absurdos. Su objetivo, como el nuestro, era de
vivir a la expensa de otros, y no fracasaron en ello. ¿Qué debemos pensar de una
gente que nunca sospecha que el robo recíproco no es menos robo porque es
recíproco; que no es menos criminal porque es llevada a cabo legalmente y con
orden; que no aporta nada al bien público; que lo disminuye, en la misma
proporción de lo que cuesta mantener el costoso medio al cual llamamos el
Gobierno?
6 Y esta es la gran quimera que la nación francesa, por ejemplo, colocó en 1848
para que sirva de inspiración a su gente, como un frontispicio a su Constitución.
Lo siguiente es el principio del preámbulo de esta Constitución: -
"Francia se ha constituido en una república con el propósito de llevar a todos sus
ciudadanos a un incremento contínuo en el grado de moralidad, ilustración y
bienestar."
De modo que es Francia, o una abstracción, la que debe elevar a los franceses a
la moralidad, bienestar, etc. ¿No es entregándonos a esta extraña ilusión que se
nos ha inducido a esperar todo de una energía que no es la nuestra? ¿No es este
supuesto, ciertamente gratuito, que existe entre Francia y los franceses, entre una
denominación simple, abreviada y abstracta de todas las individualidades y estas
individualidades mismas - relaciones como de padre a hijo, tutor a pupilo, profesor
y alumno? Sabemos que a menudo se dice, metafóricamente, "el país es una
tierna madre." Sin embargo, para mostrar cuan insana es esta proposición
constitucional, se necesita únicamente mostrar que se la puede revertir, no sólo
sin ningún inconveniente sino con ventaja. Sería menos preciso decir:

"Los Franceses se han constituido ellos mismos en una república para llevar a
Francia a un incremento continuo en el grado de moralidad, ilustración y
bienestar."
Pero, ¿cuál es el valor de un axioma donde el sujeto y el atributo pueden cambiar
de lugar sin ningún inconveniente? Todos entendemos lo que quiere decir: " La
madre alimentará al niño." Pero sería ridículo afirmar: "El niño alimentará a la
madre".
Los americanos sugieren otra idea de las relaciones de los ciudadanos con el
gobierno cuando pusieron estas palabras tan simples al principio de su
Constitución:
"Nosotros, las personas de los Estados Unidos, con el propósito de formar una
unión más perfecta, de establecer justicia, de dar tranquilidad interior, de proveer
nuestra defensa común, de incrementar el bienestar general y de defender los
beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posteridad, decreta," etc.
Aquí no hay una creación quimérica, no una abstracción, de donde los ciudadanos
puedan demandar todo. Ellos no esperan nada excepto de ellos mismos y de su
propia energía.
Si se me permite criticar las primeras palabras de la Constitución Francesa de
1848, yo diría, que de lo que me quejo es algo más que una simple sutileza
metafísica, como pudiera pensarse a primera vista.
Yo planteo que esta personificación del Gobierno ha sido, en el pasado y en el
porvenir, una fuente fértil de calamidades y revoluciones.
7De un lado está el público, el Gobierno en el otro, considerados como dos seres
distintos; este último obligado a otorgarle al primero, y el primero tiene el derecho
a reclamarle al segundo todos los beneficios humanos imaginables. ¿Cuales serán
las consecuencias?
De hecho, el Gobierno no es un lisiado, y no puede serlo. Tiene dos manos - una
para recibir y otra para dar; en otras palabras, tiene una mano áspera y otra
suave. La actividad de la segunda necesariamente está subordinada a la actividad
de la primera. Estrictamente el gobierno puede tomar y no reponer. Esto es
evidente, y puede ser explicado por la naturaleza porosa y absorbente de sus
manos, que siempre retienen una parte, y otras veces todo de lo que tocan. Pero
lo que nunca se ha visto, y nunca será visto o concebido, es que el Gobierno le
pueda reponer a las personas más de lo que ha tomado de ellas. Es radicalmente
imposible para el gobierno otorgar un beneficio particular a cualquiera de los
individuos que conforman la comunidad, sin inferir un daño mayor a la comunidad
como un todo.
Nuestras demandas, por consiguiente, lo ponen en un dilema. Si rehúsa
otorgarnos lo que le pedimos, es acusado de debilidad, mala voluntad e
incapacidad. Si decide concedérnoslo, está obligado a gravar a las personas con
impuestos nuevos- para hacer más mal que bien, y atraerá hacia sí los reclamos
del sector afectado. Así, el público tiene dos esperanzas, y el Gobierno hace dos
promesas -muchos beneficios y no impuestos. Esperanzas y promesas, que al ser
contradictorias, nunca podrán hacerse realidad.
¿Pero, no es esta la causa de todas nuestras revoluciones? Porque entre el
Gobierno, que prodiga promesas imposibles de alcanzar, y el público, que ha
concebido esperanzas imposibles de realizar, se interponen dos clases de
hombres - Los Ambiciosos y los Utópicos. Son las circunstancias las que le dan a
estos las señales para actuar. Es suficiente que estos vasallos de la popularidad
vociferen ante la gente: "Las autoridades están engañándolos, si nosotros
estuviéramos en su lugar, los llenaríamos de beneficios y quedarían exentos de
impuestos".

Y la gente cree, y la gente tiene esperanza, y la gente hace la revolución!

Frederic Bastiat - Petición de los vendedores de candelas...

PETICIÓN de los fabricantes de candelas, velas, lámparas, candeleros, faroles, apagavelas, apagadores y productores de sebo, aceite, resina, alcohol y generalmente de todo lo que concierne al alumbrado

A los señores miembros de la Cámara de Diputados
Señores:
Ustedes están en el buen camino. Rechazan las teorías abstractas; la abundancia y el buen mercado les impresionan poco. Se preocupan sobre todo por la suerte del productor. Ustedes le quieren liberar de la competencia exterior; en una palabra, ustedes le reservan el mercado nacional al trabajo nacional.
Venimos a ofrecerles a Ustedes una maravillosa ocasión para aplicar su... ¿Cómo diríamos? ¿Su teoría? No, nada es más engañoso que la teoría. ¿Su doctrina? ¿Su sistema? ¿Su principio? Pero Ustedes no aman las doctrinas, Ustedes tienen horror a los sistemas y, en cuanto a los principios, declaran que no existen en economía social; diremos por tanto su práctica, su práctica sin teoría y sin principios.
Nosotros sufrimos la intolerable competencia de un rival extranjero colocado, por lo que parece, en unas condiciones tan superiores a las nuestras en la producción de la luz que inunda nuestro mercado nacional a un precio fabulosamente reducido; porque, inmediatamente después de que él sale, nuestras ventas cesan, todos los consumidores se vuelven a él y una rama de la industria francesa, cuyas ramificaciones son innumerables, es colocada de golpe en el estancamiento más completo. Este rival, que no es otro que el sol, nos hace una guerra tan encarnizada que sospechamos que nos ha sido suscitado por la pérfida Albión (¡buena diplomacia para los tiempos que corren!) en vista de que tiene por esta isla orgullosa consideraciones de las que se exime respecto a nosotros.
Demandamos que Ustedes tengan el agrado de hacer una ley que ordene el cierre de todas las ventanas, tragaluces, pantallas, contraventanas, póstigos, cortinas, cuarterones, claraboyas, persianas, en una palabra, de todas las aberturas, huecos, hendiduras y fisuras por las que la luz del sol tiene la costumbre de penetrar en las casa, en perjuicio de las bellas industrias con las que nos jactamos de haber dotado al país, pues sería ingratitud abandonarnos hoy en una lucha así de desigual.
Quieran los señores Diputados no tomar nuestra petición como una sátira y no rechazarla sin al menos escuchar las razones que tenemos que hacer valer para apoyarla.
Primero, si Ustedes cierran tanto como sea posible todo acceso a la luz natural, si Ustedes crearan así la necesidad de luz artificial, ¿cuál es en Francia la industria que, de una en una, no sería estimulada?
Si se consume más sebo, serán necesarios más bueyes y carneros y, en consecuencia, se querrá multiplicar los prados artificiales, la carne, la lana, el cuero y sobre todo los abonos, base de toda la riqueza agrícola.
Si se consume más aceite, se querrá extender el cultivo de la adormidera, del olivo, de la colza. Estas plantas ricas y agotadoras del suelo vendrían a propósito para sacar ganancias de esta fertilidad que la cría de las bestias ha comunicado a nuestro territorio.
Nuestros páramos se cubrirán de árboles resinosos. Numerosos enjambres de abejas concentrarán en nuestras montañas tesoros perfumados que se evaporan hoy sin utilidad, como las flores de las que emanan. No habría por tanto una rama de la agricultura que no tuviera un gran desarrollo.
Lo mismo sucede con la navegación: millares de buques irán a la pesca de la ballena y dentro de poco tiempo tendremos una marina capaz de defender el honor de Francia y de responder a la patriótica susceptibilidad de los peticionarios firmantes, mercaderes de candelas, etc.
¿Pero qué diremos de los artículos París? Vean las doraduras, los bronces, los cristales en candeleros, en lámparas, en arañas, en candelabros, brillar en espaciosos almacenes comparados con lo que hoy no son más que tiendas.
No hay pobre resinero, en la cumbre de su duna, o triste minero, en el fondo de su negra galería, que no vean aumentados su salario y su bienestar.
Quieran reflexionarlo, señores, y quedarán convencidos que no puede haber un francés, desde opulento accionista de Anzin hasta el más humilde vendedor de fósforos, a quien el éxito de nuestra demanda no mejore su condición.
Prevemos sus objeciones, señores; pero Ustedes no nos opondrán una sola que no hayan recogido en los libros usados por los partidarios de la libertad comercial. Osamos desafiarlos a pronunciar una palabra contra nosotros que no se regrese al instante contra Ustedes mismos y contra el principio que dirige toda su política.
¿Nos dirán que, si ganamos esta protección, Francia no ganará nada porque el consumidor hará los gastos?
Les responderemos:
Ustedes no tienen el derecho de invocar los intereses del consumidor. Cuando se les ha encontrado opuestos al productor, en todas las circunstancias los han sacrificado. Ustedes lo han hecho para estimular el trabajo, para acrecentar el campo de trabajo. Por el mismo motivo, lo deben hacer todavía.
Ustedes mismos han salido al encuentro de la objeción cuando han dicho: el consumidor está interesado en la libre introducción del hierro, de la hulla, del ajonjolí, del trigo y de las telas. - Sí, dijeron Ustedes, pero el productor está interesado en su exclusión. - Y bien, si los consumidores están interesados en la admisión de la luz natural, los productores lo están en su prohibición.
Pero, dirán Ustedes todavía, el productor y el consumidor no son más que uno solo. Si el fabricante gana por la protección, hará ganar al agricultor. Si la agricultura prospera, abrirá mercado a las fábricas. - ¡Y bien! Si nos confieren el monopolio del alumbrado durante el día, primero compraremos mucho sebo, carbón, aceite, resinas, cera, alcohol, plata, hierro, bronces, cristales, para alimentar nuestra industria y, además, nosotros y nuestros numerosos abastecedores nos haremos ricos, consumiremos mucho y esparciremos bienestar en todas las ramas del trabajo nacional.
¿Dirán Ustedes que la luz del sol es un don gratuito y que rechazar los dones gratuitos sería rechazar la riqueza misma bajo el pretexto de estimular los medios para adquirirla?
Pero pongan atención a que Ustedes llevan la muerte en el corazón de su política; pongan atención a que hasta aquí ustedes han rechazado siempre el producto extranjero porque él se aproxima a ser don gratuito y precisamente porque se aproxima a ser don gratuito. Para cumplir las exigencias de otros monopolizadores, Ustedes tenían un semi-motivo; para acoger nuestra demanda, Ustedes tienen un motivo completo y rechazarnos precisamente por usar el fundamento de Ustedes mismos sobre el que nos hemos fundamentado más que los demás sería formular la ecuación + x + = -; en otros términos, sería amontonar absurdo sobre absurdo.
El trabajo y la naturaleza concurren en proporciones diversas, según los países y los climas, a la creación de un producto. La parte que pone la naturaleza es siempre gratuita; la parte del trabajo es la que le da valor y por la que se paga.
Si una naranja de Lisboa se vende a mitad de precio que una naranja de París es porque el calor natural y por consecuencia gratuito hace por una lo que la otra debe a un calor artificial y por tanto costoso.
Luego, cuando una naranja nos llega de Portugal, se puede decir que nos ha sido dada la mitad gratuitamente, la mitad a título oneroso o, en otros términos, a mitad de precio en relación con aquella de París.
Ahora bien, es precisamente esta semi-gratuidad (perdón por la palabra) lo que Ustedes alegan para excluirla. Ustedes dicen: ¿Cómo el trabajo nacional podría soportar la competencia del trabajo extranjero cuando aquél tiene que hacer todo y éste no cumple más que la mitad de la tarea, pues el sol se encarga del resto? Pero si la semi-gratuidad les decide a rechazar la competencia, ¿cómo la gratuidad entera les llevará a admitir la competencia? O no son lógicos o deberían rechazar la semi-gratuidad como dañina a nuestro trabajo nacional, rechazar a fortiori y con el doble más de celo la gratuidad entera.
Otra vez, cuando un producto, hulla, hierro, trigo o tela, nos viene de fuera y podemos adquirirlo con menos trabajo que si lo hiciéramos nosotros mismos, la diferencia es un don gratuito que se nos confiere. Este don es más o menos considerable conforme la diferencia sea más o menos grande. Es de un cuarto, la mitad o tres cuartos del valor del producto si el extranjero no nos pide más que tres cuartos, la mitad o un cuarto del pago. Es tan completo como podría ser cuando el donador, como hace el sol por la luz, no nos pide nada. La cuestión, lo postulamos formalmente, es saber si Ustedes quieren para Francia el beneficio del consumo gratuito o las pretendidas ventajas de la producción onerosa. Escojan, pero sean lógicos; porque, en tanto que Ustedes rechacen, como lo han hecho, la hulla, el hierro, el trigo y los tejidos extranjeros en la proporción en que su precio se aproxima a cero, qué inconsecuente sería admitir la luz del sol, cuyo precio es cero durante todo el día.

Frédéric Bastiat (1801-1850), Sofismas Económicos (1845), cap. VII


Frederic Bastiat - La falacia de la ventana rota

LA FALACIA DE LA VENTANA ROTA
Por Frederic Bastiat (1850)

Un chico algo travieso, tira un ladrillo contra la ventana de la panadería de su
barrio y la destroza. El panadero sale furioso a la calle, pero el chico ya se ha ido.
Rápidamente comienza a reunirse un grupo de curiosos que observan los restos
de la vidriera sobre los panes y las facturas del local. Algunos de los curiosos
comienzan a filosofar acerca del hecho y expresan que, después de todo, esta
desgracia puede tener su lado bueno: significará una ganancia para algún vidriero.
¿Cuánto cuesta un nuevo vidrio? ¿100 pesos? No es una suma tan importante.
Además, si los vidrios nunca se rompiesen ¿Qué pasaría con los negocios de
vidriería?
El razonamiento continúa. El vidriero tendrá $100 más para gastar en otras cosas
y esto a su vez hará que otros gasten esos $100 y así hasta el infinito.
La "ventana rota", va a ir generando dinero y empleos en forma de espiral.
La conclusión de la muchedumbre será entonces, que el chico travieso lejos de
ser una amenaza pública, se ha convertido en un benefactor social!.
Hasta aquí la historia, pero veamos el caso desde otra perspectiva.
La multitud estaba en lo cierto al menos en algo: la ventana rota implicará más
ganancia para algún vidriero, quien seguramente, se pondrá muy feliz gracias a
este pequeño acto de vandalismo.
Pero ¿Qué sucede con el panadero?
Tendrá $100 menos que él pensaba, por ejemplo, gastar en comprarse un nuevo
traje.
Debido a que tuvo que reponer su vidriera, se quedará sin su traje nuevo (o
cualquier otra cosa que hubiese deseado adquirir). En lugar de tener una ventana
y $100, ahora sólo tiene la ventana. (o como él pensaba ir a comprarse el traje esa
tarde, en lugar de tener ambas cosas, la ventana y el traje, deberá contentarse
con tener solamente la ventana).
Si pensamos en el panadero como miembro de la comunidad, la misma ha perdido
la posibilidad de tener un nuevo traje que de otra forma hubiese existido, es decir
que en este sentido: se ha empobrecido (carece de algo que necesitaba).
La ganancia que obtiene el vidriero, no es otra cosa que la pérdida que tiene
ahora el sastre. Ningún nuevo “empleo” ha sido creado.
La multitud solamente estaba pensando en 2 partes de la transacción: el panadero
y el vidriero.
Se olvidaron de la 3a parte potencial involucrada en ella: el sastre.
2 Ese olvido se debe precisamente a que el sastre nunca entró en escena.
La gente verá la nueva ventana colocada al día siguiente.
Lo que nunca verán es al nuevo traje, simplemente porque nunca será
confeccionado.
Ven solamente lo que es inmediatamente visible a sus ojos.
Esta “Falacia de la ventana rota”, bajo innumerables disfraces ha sido una de las
más persistentes en la historia de la economía.
Es solemnemente reafirmada cada día por grandes capitanes de la industria,
cámaras de comercio, líderes sindicales, editorialistas y periodistas radiales,

expertos en estadísticas y profesores de economía de las mejores universidades.