Gobierno
Por
Frederic Bastiat (1850)
Yo desearía
que alguien ofreciera un premio por una buena, simple e inteligente
definición
de la palabra "Gobierno".
¡Qué gran
servicio le conferiría a la sociedad!
¡El
Gobierno! ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Qué hace? ¿Qué debe hacer? Todo lo
que sabemos
es, que es un misterioso personaje; y, seguramente, es el más
solicitado,
el más atormentado, el más abrumado, el más admirado, el más
acusado, el
más invocado y el más provocado de todos los personajes en el
mundo.
No tengo el
placer de conocer a mi lector pero yo apostaría diez a uno que por
seis meses
ha estado construyendo Utopías, y de ser así, está esperando que el
Gobierno
las haga realidad.
Y si
sucediera que el lector es una dama: no dudo que ella está sinceramente
deseosa de
ver que se remedien todos los males de la sufrida humanidad, y que
ella piensa
que esto sería fácilmente realizable, si tan solo el Gobierno lo
emprendiera.
Pero, ¡qué
pena! Ese pobre e infortunado personaje, cual Fígaro, no sabe a quien
escuchar,
ni a quien acudir. Las cien mil bocas de la prensa y de la tribuna claman
todas a la
vez.
"Organice
el trabajo y a los trabajadores."
"Reprima
la insolencia y la tiranía del capital."
"Conduzca
experimentos sobre estiércol y huevos."
"Cubra
el país con ferrocarriles."
"Irrigue
las llanuras."
"Siembre
los cerros."
"Construya
granjas modelos."
3"Funde
talleres sociales."
"Nutra
a los niños."
"Eduque
a la juventud."
"Ayude
a los ancianos."
"Envíe
a los habitantes de la ciudad al campo."
"Iguale
las ganancias de todos los negocios."
"Preste
dinero sin interés a todos los que desean préstamos."
"Emancipe
a la gente oprimida en todas partes."
"Críe
y perfeccione el caballo ensillado."
"Estimule
las artes, y provéanos de músicos, pintores, y arquitectos."
"Restrinja
el comercio, y al mismo tiempo cree una naviera mercante."
"Descubra
la verdad, y ponga un poquito de razón en nuestras cabezas. La misión
del
gobierno es iluminar, desarrollar, extender, fortificar, espiritualizar, y
santificar
el alma de
la gente."
"Tengan
un poco de paciencia caballeros" dice el Gobierno, en un tono suplicante.
"Haré
lo que pueda para satisfacerlos, pero para esto deberé tener recursos. He
estado
preparando planes para cinco o seis impuestos, los cuales son bastante
nuevos, y
casi nada opresivos. Ustedes verán con cuanta voluntad la gente los
pagará."
Entonces
surge una gran exclamación: - "¡No! ¡En verdad! ¿Dónde reside el mérito
de hacer
algo con recursos? ¡Así, no merece el nombre de Gobierno!"
En vez de
cargarnos con nuevos impuestos, haremos que retires los antiguos.
Debes
suprimir
"El
impuesto al tabaco."
"El
impuesto al licor."
"El
impuesto a las cartas."
"El
impuesto a las aduanas."
"Patentes."
En medio de
este tumulto, y ahora que el país ha cambiado una y otra vez la
administración
por no haber satisfecho todas las demandas, yo he querido
mostrarles
que ellos se contradecían a sí mismos. Pero, ¿en qué he estado
pensando?
¡Debí haber guardado esta desafortunada observación para mí mismo!
¡He perdido
mi carácter para siempre! Se me mira como un hombre sin corazón y
sin
sentimientos -un filósofo seco, un individualista, un plebeyo- en una palabra,
un
economista
de la escuela práctica. Pero, les pido perdón, sublimes escritores,
quienes no
se detienen ante nada, ni siquiera ante las contradicciones. Estoy
equivocado,
sin ninguna duda, y estoy dispuesto a retractarme. Yo debería estar
suficientemente
contento, pueden estar seguros, si ustedes realmente ya han
descubierto
un benéfico e inagotable ser, que se llama a sí mismo Gobierno, el
cual tiene
pan para todas las bocas, trabajo para todas las manos, capital para
todas las
empresas, crédito para todos los proyectos, aceites para todas las
heridas,
bálsamos para todos los sufrimientos, consejos para todos los problemas,
4
soluciones para todas las dudas, verdades para todos los intelectos,
diversiones
para todos
los que las quieren, leche para la infancia, y vino para los adultos - que
puede
proveer todos nuestros deseos, satisfacer todas las curiosidades, corregir
todos
nuestros errores, reparar todas nuestras fallas, y eximirnos por lo tanto de la
necesidad
de previsión, prudencia, juicio, sagacidad, experiencia, orden,
economía,
templanza y actividad.
¿Qué razón
podría yo tener para no desear ver tal descubrimiento realizado? En
verdad, más
que lo pienso, más que veo que nada podría ser más conveniente
que todos
tuviéramos dentro de nuestro alcance una fuente inagotable de riqueza
y
conocimiento - un médico universal, un tesoro ilimitado, y un consultor
infalible,
tal como
ustedes describen que es el gobierno. Por esa razón es que quiero
señalarlo y
definirlo, y un premio debe ser ofrecido al primer descubridor del Fénix.
Nadie
pensaría en afirmar que este precioso descubrimiento ha sido hecho
todavía, si
hasta ahora todo lo presentado bajo el nombre de Gobierno ha sido en
algún momento trastocado por la gente, precisamente porque
este no satisface las
condiciones bastante contradictorias del programa.
Me aventuraría a decir que temo que somos, en este aspecto,
las víctimas de una
de las más extrañas ilusiones que han hecho presa de la
mente humana.
El hombre se aparta de los problemas - del sufrimiento; y,
sin embargo, la
naturaleza lo condena al sufrimiento de privarse de todo, si
él decide no tomarse el
problema de trabajar. Entonces, tiene que elegir, entre
estos dos males. ¿Qué
medios puede adoptar el hombre para evadir ambos? Hay sólo
una forma y
siempre la habrá, esta es, la de disfrutar del trabajo de
otros. Ese modo de
proceder evade el problema y la satisfacción en su proporción
natural, y causa que
todo el problema sea un peso para un grupo de personas y
toda la satisfacción
para otro grupo de personas. Este es el origen de la
esclavitud y del robo, en
cualquier forma que tome -ya sea como guerra, impuestos,
violencia, restricciones,
fraudes, etc. - abusos monstruosos, pero consistentes con el
pensamiento que les
ha dado origen. Se debe odiar y resistir la represión,
difícilmente puede llamársela
absurda.
¡La esclavitud está desapareciendo, gracias a Dios! Y, por
otra parte, nuestra
disposición a defender nuestra propiedad impide que nos
roben en una forma
directa y abierta fácilmente.
Una cosa, sin embargo permanece - es la inclinación original
existente en todos
los hombres de dividir el peso de vida en dos partes, lanzando
el problema hacia
otros, y manteniendo la satisfacción para ellos. Aun falta
por demostrar bajo que
nuevas formas esta triste tendencia se manifiesta.
El opresor ahora no ejerce directamente y con sus propios
poderes sobre su
víctima. No, nuestra conciencia se ha hecho demasiada
sensitiva para esto. El
tirano y su víctima todavía están presentes, pero hay una
persona intermediaria
entre ellos, la cual es el Gobierno -esto es, la Ley misma.
¿Quién puede ser mejor
5indicado para silenciar nuestros escrúpulos y, tal vez,
mejor apreciado para
impedir toda resistencia? Por lo tanto, nosotros reclamamos,
bajo un pretexto u
otro, y pedimos al Gobierno. Le decimos, "Estoy
insatisfecho ante la proporción de
mi trabajo y mis gozos. Me gustaría para restaurar el equilibrio
deseado, tomar
parte de lo que otro posee. Pero esto podría ser peligroso.
¿Podrías facilitarme
esto para mí? ¿No me podrías encontrar un buen lugar? o
¿chequear la industria
de mis competidores o, tal vez, prestarme gratuitamente algo
de capital, el cual, se
lo puedes quitar de su poseedor? ¿No podrías mantener a mis
hijos a costa del
gasto público? ¿O darme algunos premios O garantizarme una
competencia
cuando haya alcanzado mi cincuentavo año? De esta manera
cumpliré mis fines
con una conciencia tranquila, ya que la ley a habrá actuado
por mí, y yo tendré
todas las ventajas del robo, ¡sin el riesgo o su
desgracia!"
Como es seguro, por una parte, que todos nosotros estamos
haciendo similares
pedidos al Gobierno; y como por otra parte, está comprobado
que el Gobierno no
puede satisfacer a un grupo sin añadirle trabajo a los
otros, hasta que pueda
obtener otra definición de la palabra Gobierno me siento
autorizado a dar mi
propia. ¿Quién sabe si ella obtendrá el premio? Aquí esta:
"Gobierno es la gran ficción a través de la cual todos
nos empeñamos por vivir a
expensas de los demás."
Ahora, como antes, cada uno trata de beneficiarse más o
menos, del trabajo de
los demás. Nadie se atrevería a expresar tal sentimiento,
aun se lo oculta a sí
mismo, y entonces qué es lo que se hace? Se busca un medio;
se pide al
gobierno, y cada clase cuando le toca el turno se dirige al
gobierno y le dice: "Tu,
quien puede tomar justificada y honestamente, toma del
publico, y nosotros
participaremos." ¡Qué bien! El gobierno, está muy bien
dispuesto a seguir este
diabólico consejo, para ello está conformado de ministros y
empleados- de
hombres, en pocas palabras, quienes, como todos los otros
hombres, desean en
sus corazones, y siempre agarran cada oportunidad con anhelo,
para incrementar
su riqueza e influencia. El gobierno no es nada lento en
percibir las ventajas que
puede obtener de la parte que el público le confía. Está
contento de ser el juez y
el amo de los destinos de todos; tomará mucho, porque
entonces le quedará una
porción más grande para sí mismo; multiplicara el número de
sus agentes; y
agrandará el círculo de sus privilegios; acabará
apropiándose de una ruinosa
proporción.
Pero lo más notable de todo esto es la sorprendente ceguera
del público ante todo
esto. Cuando los soldados triunfantes solían reducir a los
conquistados en
esclavos, eran bárbaros, pero no absurdos. Su objetivo, como
el nuestro, era de
vivir a la expensa de otros, y no fracasaron en ello. ¿Qué
debemos pensar de una
gente que nunca sospecha que el robo recíproco no es menos
robo porque es
recíproco; que no es menos criminal porque es llevada a cabo
legalmente y con
orden; que no aporta nada al bien público; que lo disminuye,
en la misma
proporción de lo que cuesta mantener el costoso medio al
cual llamamos el
Gobierno?
6 Y esta es la gran quimera que la nación francesa, por
ejemplo, colocó en 1848
para que sirva de inspiración a su gente, como un
frontispicio a su Constitución.
Lo siguiente es el principio del preámbulo de esta Constitución:
-
"Francia se ha constituido en una república con el
propósito de llevar a todos sus
ciudadanos a un incremento contínuo en el grado de
moralidad, ilustración y
bienestar."
De modo que es Francia, o una abstracción, la que debe
elevar a los franceses a
la moralidad, bienestar, etc. ¿No es entregándonos a esta
extraña ilusión que se
nos ha inducido a esperar todo de una energía que no es la
nuestra? ¿No es este
supuesto, ciertamente gratuito, que existe entre Francia y
los franceses, entre una
denominación simple, abreviada y abstracta de todas las
individualidades y estas
individualidades mismas - relaciones como de padre a hijo,
tutor a pupilo, profesor
y alumno? Sabemos que a menudo se dice, metafóricamente,
"el país es una
tierna madre." Sin embargo, para mostrar cuan insana es
esta proposición
constitucional, se necesita únicamente mostrar que se la
puede revertir, no sólo
sin ningún inconveniente sino con ventaja. Sería menos
preciso decir:
"Los Franceses se han constituido ellos mismos en una república
para llevar a
Francia a un incremento continuo en el grado de moralidad,
ilustración y
bienestar."
Pero, ¿cuál es el valor de un axioma donde el sujeto y el
atributo pueden cambiar
de lugar sin ningún inconveniente? Todos entendemos lo que
quiere decir: " La
madre alimentará al niño." Pero sería ridículo afirmar:
"El niño alimentará a la
madre".
Los americanos sugieren otra idea de las relaciones de los
ciudadanos con el
gobierno cuando pusieron estas palabras tan simples al
principio de su
Constitución:
"Nosotros, las personas de los Estados Unidos, con el
propósito de formar una
unión más perfecta, de establecer justicia, de dar
tranquilidad interior, de proveer
nuestra defensa común, de incrementar el bienestar general y
de defender los
beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra
posteridad, decreta," etc.
Aquí no hay una creación quimérica, no una abstracción, de
donde los ciudadanos
puedan demandar todo. Ellos no esperan nada excepto de ellos
mismos y de su
propia energía.
Si se me permite criticar las primeras palabras de la
Constitución Francesa de
1848, yo diría, que de lo que me quejo es algo más que una
simple sutileza
metafísica, como pudiera pensarse a primera vista.
Yo planteo que esta personificación del Gobierno ha sido, en
el pasado y en el
porvenir, una fuente fértil de calamidades y revoluciones.
7De un lado está el público, el Gobierno en el otro,
considerados como dos seres
distintos; este último obligado a otorgarle al primero, y el
primero tiene el derecho
a reclamarle al segundo todos los beneficios humanos
imaginables. ¿Cuales serán
las consecuencias?
De hecho, el Gobierno no es un lisiado, y no puede serlo.
Tiene dos manos - una
para recibir y otra para dar; en otras palabras, tiene una
mano áspera y otra
suave. La actividad de la segunda necesariamente está
subordinada a la actividad
de la primera. Estrictamente el gobierno puede tomar y no
reponer. Esto es
evidente, y puede ser explicado por la naturaleza porosa y
absorbente de sus
manos, que siempre retienen una parte, y otras veces todo de
lo que tocan. Pero
lo que nunca se ha visto, y nunca será visto o concebido, es
que el Gobierno le
pueda reponer a las personas más de lo que ha tomado de
ellas. Es radicalmente
imposible para el gobierno otorgar un beneficio particular a
cualquiera de los
individuos que conforman la comunidad, sin inferir un daño
mayor a la comunidad
como un todo.
Nuestras demandas, por consiguiente, lo ponen en un dilema.
Si rehúsa
otorgarnos lo que le pedimos, es acusado de debilidad, mala
voluntad e
incapacidad. Si decide concedérnoslo, está obligado a gravar
a las personas con
impuestos nuevos- para hacer más mal que bien, y atraerá
hacia sí los reclamos
del sector afectado. Así, el público tiene dos esperanzas, y
el Gobierno hace dos
promesas -muchos beneficios y no impuestos. Esperanzas y
promesas, que al ser
contradictorias, nunca podrán hacerse realidad.
¿Pero, no es esta la causa de todas nuestras revoluciones?
Porque entre el
Gobierno, que prodiga promesas imposibles de alcanzar, y el público,
que ha
concebido esperanzas imposibles de realizar, se interponen
dos clases de
hombres - Los Ambiciosos y los Utópicos. Son las
circunstancias las que le dan a
estos las señales para actuar. Es suficiente que estos
vasallos de la popularidad
vociferen ante la gente: "Las autoridades están
engañándolos, si nosotros
estuviéramos en su lugar, los llenaríamos de beneficios y
quedarían exentos de
impuestos".
Y la gente cree, y la gente tiene esperanza, y la gente hace
la revolución!
0 comentarios :
Publicar un comentario