- Mándanme, ingenios nobles, flor de España,
- (que en esta junta y academia insigne
- en breve tiempo excederéis no sólo
- a las de Italia, que, envidiando a Grecia,
- ilustró Cicerón del mismo nombre,
- junto al Averno lago, si no a Atenas,
- adonde en su platónico Liceo
- se vio tan alta junta de filósofos)
- que un arte de comedias os escriba,
- que al estilo del vulgo se reciba.
- Fácil parece este sujeto, y fácil
- fuera para cualquiera de vosotros,
- que ha escrito menos de ellas, y más sabe
- del arte de escribirlas, y de todo;
- que lo que a mí me daña en esta parte
- es haberlas escrito sin el arte.
- No porque yo ignorase los preceptos,
- gracias a Dios, que ya, tirón gramático,
- pasé los libros que trataban de esto
- antes que hubiese visto al sol diez veces
- discurrir desde el Aries a los Peces.
- Mas porque, en fin, hallé que las comedias
- estaban en España, en aquel tiempo,
- no como sus primeros inventores
- pensaron que en el mundo se escribieran,
- mas como las trataron muchos bárbaros
- que enseñaron el vulgo a sus rudezas;
- y así, se introdujeron de tal modo
- que, quien con arte agora las escribe,
- muere sin fama y galardón, que puede,
- entre los que carecen de su lumbre,
- más que razón y fuerza, la costumbre.
- Verdad es que yo he escrito algunas veces
- siguiendo el arte que conocen pocos,
- mas luego que salir por otra parte
- veo los monstruos, de apariencia llenos,
- adonde acude el vulgo y las mujeres
- que este triste ejercicio canonizan,
- a aquel hábito bárbaro me vuelvo;
- y, cuando he de escribir una comedia,
- encierro los preceptos con seis llaves;
- saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
- para que no me den voces (que suele
- dar gritos la verdad en libros mudos),
- y escribo por el arte que inventaron
- los que el vulgar aplauso pretendieron,
- porque, como las paga el vulgo, es justo
- hablarle en necio para darle gusto.
- Ya tiene la comedia verdadera
- su fin propuesto, como todo género
- de poema o poesis, y éste ha sido
- imitar las acciones de los hombres
- y pintar de aquel siglo las costumbres.
- También cualquiera imitación poética
- se hace de tres cosas, que son plática,
- verso dulce, armonía, o sea la música,
- que en esto fue común con la tragedia,
- sólo diferenciándola en que trata
- las acciones humildes y plebeyas,
- y la tragedia, las reales y altas.
- ¡Mirad si hay en las nuestras pocas faltas!
- Acto fueron llamadas, porque imitan
- las vulgares acciones y negocios.
- Lope de Rueda fue en España ejemplo
- de estos preceptos, y hoy se ven impresas
- sus comedias de prosa tan vulgares,
- que introduce mecánicos oficios
- y el amor de una hija de un herrero,
- de donde se ha quedado la costumbre
- de llamar entremeses las comedias
- antiguas donde está en su fuerza el arte,
- siendo una acción y entre plebeya gente,
- porque entremés de rey jamás se ha visto,
- y aquí se ve que el arte, por bajeza
- de estilo, vino a estar en tal desprecio,
- y el rey en la comedia para el necio.
- Aristóteles pinta en su Poética,
- puesto que escuramente, su principio:
- la contienda de Atenas y Megara
- sobre cuál de ellos fue inventor primero.
- Los megarenses dicen que Epicarmo,
- aunque Atenas quisiera que Magnetes.
- Elio Donato dice que tuvieron
- principio en los antiguos sacrificios;
- da por autor de la tragedia a Tespis,
- siguiendo a Horacio, que lo mismo afirma;
- como de las comedias a Aristófanes.
- Homero, a imitación de la comedia,
- La Odisea compuso, mas La Ilíada
- de la tragedia fue famoso ejemplo,
- a cuya imitación llamé epopeya
- a mi Jerusalén, y añadí «trágica»;
- y así a su Infierno, Purgatorio y Cielo
- del célebre poeta Dante Alígero
- llaman comedia todos comúnmente,
- y el Maneti en su prólogo lo siente.
- Ya todos saben que silencio tuvo,
- por sospechosa, un tiempo la comedia,
- y que de allí nació la sátira,
- que, siendo más cruel, cesó más presto,
- y dio licencia a la comedia nueva.
- Los coros fueron los primeros; luego
- de las figuras se introdujo el número;
- pero Menandro, a quien siguió Terencio,
- por enfadosos, despreció los coros;
- Terencio fue más visto en los preceptos,
- pues que jamás alzó el estilo cómico
- a la grandeza trágica, que tantos
- reprehendieron por vicioso en Plauto,
- porque en esto Terencio fue más cauto.
- Por argumento la tragedia tiene
- la historia, y la comedia, el fingimiento;
- por eso fue llamada planipedia
- del argumento humilde, pues la hacía
- sin coturno y teatro el recitante.
- Hubo comedias palïatas, mimos,
- togatas, atelanas, tabernarias,
- que también eran, como agora, varias.
- Con ática elegancia los de Atenas
- reprehendían vicios y costumbres
- con las comedias, y a los dos autores
- del verso y de la acción daban sus premios.
- Por eso Tulio las llamaba espejo
- de las costumbres y una viva imagen
- de la verdad, altísimo atributo,
- en que corren parejas con la historia.
- ¡Mirad si es digna de corona y gloria!
- Pero ya me parece estáis diciendo
- que es traducir los libros y cansaros
- pintaros esta máquina confusa.
- Creed que ha sido fuerza que os trujese
- a la memoria algunas cosas de éstas,
- porque veáis que me pedís que escriba
- Arte de hacer comedias en España,
- donde cuanto se escribe es contra el arte;
- y que decir cómo serán agora
- contra el antiguo, y qué en razón se funda,
- es pedir parecer a mi experiencia,
- no al arte, porque el arte verdad dice,
- que el ignorante vulgo contradice.
- Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,
- que leáis al doctísimo utinense
- Robortelio, y veréis sobre Aristóteles,
- y, aparte en lo que escribe De Comedia,
- cuanto por muchos libros hay difuso,
- que todo lo de agora está confuso.
- Si pedís parecer de las que agora
- están en posesión, y que es forzoso
- que el vulgo con sus leyes establezca
- la vil quimera de este monstruo cómico,
- diré el que tengo, y perdonad, pues debo
- obedecer a quien mandarme puede,
- que, dorando el error del vulgo, quiero
- deciros de qué modo las querría,
- ya que seguir el arte no hay remedio,
- en estos dos extremos dando un medio.
-
- Elíjase el sujeto, y no se mire
- (perdonen los preceptos) si es de reyes,
- aunque por esto entiendo que el prudente
- Filipo, rey de España y señor nuestro,
- en viendo un rey en ellos se enfadaba,
- o fuese el ver que al arte contradice,
- o que la autoridad real no debe
- andar fingida entre la humilde plebe.
- Esto es volver a la comedia antigua
- donde vemos que Plauto puso dioses,
- como en su Anfitrïón lo muestra Júpiter.
- Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
- porque Plutarco, hablando de Menandro,
- no siente bien de la comedia antigua;
- mas pues del arte vamos tan remotos,
- y en España le hacemos mil agravios,
- cierren los doctos esta vez los labios.
- Lo trágico y lo cómico mezclado,
- y Terencio con Séneca, aunque sea
- como otro Minotauro de Pasife,
- harán grave una parte, otra ridícula,
- que aquesta variedad deleita mucho:
- buen ejemplo nos da naturaleza,
- que por tal variedad tiene belleza.
- Adviértase que sólo este sujeto
- tenga una acción, mirando que la fábula
- de ninguna manera sea episódica,
- quiero decir inserta de otras cosas
- que del primero intento se desvíen;
- ni que de ella se pueda quitar miembro
- que del contexto no derribe el todo;
- no hay que advertir que pase en el período
- de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,
- porque ya le perdimos el respeto
- cuando mezclamos la sentencia trágica
- a la humildad de la bajeza cómica;
- pase en el menos tiempo que ser pueda,
- si no es cuando el poeta escriba historia
- en que hayan de pasar algunos años,
- que éstos podrá poner en las distancias
- de los dos actos, o, si fuere fuerza,
- hacer algún camino una figura,
- cosa que tanto ofende a quien lo entiende,
- pero no vaya a verlas quien se ofende.
- ¡Oh, cuántos de este tiempo se hacen cruces
- de ver que han de pasar años en cosa
- que un día artificial tuvo de término,
- que aun no quisieron darle el matemático!
- Porque considerando que la cólera
- de un español sentado no se templa
- si no le representan en dos horas
- hasta el Final Juïcio desde el Génesis,
- yo hallo que, si allí se ha de dar gusto,
- con lo que se consigue es lo más justo.
- El sujeto elegido, escriba en prosa
- y en tres actos de tiempo le reparta,
- procurando, si puede, en cada uno
- no interrumpir el término del día.
- El capitán Virués, insigne ingenio,
- puso en tres actos la comedia, que antes
- andaba en cuatro, como pies de niño,
- que eran entonces niñas las comedias;
- y yo las escribí, de once y doce años,
- de a cuatro actos y de a cuatro pliegos,
- porque cada acto un pliego contenía;
- y era que entonces en las tres distancias
- se hacían tres pequeños entremeses,
- y, agora, apenas uno, y luego un baile,
- aunque el baile lo es tanto en la comedia
- que le aprueba Aristóteles y tratan
- Ateneo, Platón y Jenofonte,
- puesto que reprehende el deshonesto,
- y por esto se enfada de Calípides,
- con que parece imita el coro antiguo.
- Dividido en dos partes el asunto,
- ponga la conexión desde el principio,
- hasta que vaya declinando el paso,
- pero la solución no la permita
- hasta que llegue a la postrera scena,
- porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,
- vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
- al que esperó tres horas cara a cara,
- que no hay más que saber que en lo que para.
- Quede muy pocas veces el teatro
- sin persona que hable, porque el vulgo
- en aquellas distancias se inquïeta
- y gran rato la fábula se alarga,
- que, fuera de ser esto un grande vicio,
- aumenta mayor gracia y artificio.
- Comience, pues, y con lenguaje casto
- no gaste pensamientos ni conceptos
- en las cosas domésticas, que sólo
- ha de imitar de dos o tres la plática;
- mas cuando la persona que introduce
- persüade, aconseja o disüade,
- allí ha de haber sentencias y conceptos,
- porque se imita la verdad sin duda,
- pues habla un hombre en diferente estilo
- del que tiene vulgar, cuando aconseja,
- persüade o aparta alguna cosa.
- Dionos ejemplo Arístides retórico,
- porque quiere que el cómico lenguaje
- sea puro, claro, fácil, y aun añade
- que se tome del uso de la gente,
- haciendo diferencia al que es político,
- porque serán entonces las dicciones
- espléndidas, sonoras y adornadas.
- No traya la escritura, ni el lenguaje
- ofenda con vocablos exquisitos,
- porque, si ha de imitar a los que hablan,
- no ha de ser por pancayas, por metauros,
- hipogrifos, semones y centauros.
- Si hablare el rey, imite cuanto pueda
- la gravedad real; si el viejo hablare,
- procure una modestia sentenciosa;
- describa los amantes con afectos
- que muevan con extremo a quien escucha;
- los soliloquios pinte de manera
- que se transforme todo el recitarte,
- y, con mudarse a sí, mude al oyente;
- pregúntese y respóndase a sí mismo,
- y, si formare quejas, siempre guarde
- el debido decoro a las mujeres.
- Las damas no desdigan de su nombre,
- y, si mudaren traje, sea de modo
- que pueda perdonarse, porque suele
- el disfraz varonil agradar mucho.
- Guárdese de imposibles, porque es máxima
- que sólo ha de imitar lo verisímil;
- el lacayo no trate cosas altas
- ni diga los conceptos que hemos visto
- en algunas comedias extranjeras;
- y de ninguna suerte la figura
- se contradiga en lo que tiene dicho,
- quiero decir, se olvide, como en Sófocles
- se reprehende, no acordarse Edipo
- del haber muerto por su mano a Layo.
- Remátense las scenas con sentencia,
- con donaire, con versos elegantes,
- de suerte que, al entrarse el que recita,
- no deje con disgusto el auditorio.
- En el acto primero ponga el caso,
- en el segundo enlace los sucesos,
- de suerte que hasta el medio del tercero
- apenas juzgue nadie en lo que para;
- engañe siempre el gusto y, donde vea
- que se deja entender alguna cosa,
- dé muy lejos de aquello que promete.
- Acomode los versos con prudencia
- a los sujetos de que va tratando:
- las décimas son buenas para quejas;
- el soneto está bien en los que aguardan;
- las relaciones piden los romances,
- aunque en otavas lucen por extremo;
- son los tercetos para cosas graves,
- y para las de amor, las redondillas;
- las figuras retóricas importan,
- como repetición o anadiplosis,
- y en el principio de los mismos versos
- aquellas relaciones de la anáfora,
- las ironías y adubitaciones,
- apóstrofes también y exclamaciones.
- El engañar con la verdad es cosa
- que ha parecido bien, como lo usaba
- en todas sus comedias Miguel Sánchez,
- digno por la invención de esta memoria;
- siempre el hablar equívoco ha tenido
- y aquella incertidumbre anfibológica
- gran lugar en el vulgo, porque piensa
- que él solo entiende lo que el otro dice.
- Los casos de la honra son mejores,
- porque mueven con fuerza a toda gente;
- con ellos las acciones virtüosas,
- que la virtud es dondequiera amada,
- pues que vemos, si acaso un recitante
- hace un traidor, es tan odioso a todos
- que lo que va a comprar no se lo venden,
- y huye el vulgo de él cuando le encuentra;
- y si es leal, le prestan y convidan,
- y hasta los principales le honran y aman,
- le buscan, le regalan y le aclaman.
- Tenga cada acto cuatro pliegos solos,
- que doce están medidos con el tiempo
- y la paciencia del que está escuchando;
- en la parte satírica no sea
- claro ni descubierto, pues que sabe
- que por ley se vedaron las comedias
- por esta causa en Grecia y en Italia;
- pique sin odio, que si acaso infama,
- ni espere aplauso ni pretenda fama.
- Estos podéis tener por aforismos
- los que del arte no tratáis antiguo,
- que no da más lugar agora el tiempo,
- pues lo que les compete a los tres géneros
- del aparato que Vitrubio dice,
- toca al autor, como Valerio Máximo,
- Pedro Crinito, Horacio, en sus Epístolas,
- y otros los pintan, con sus lienzos y árboles,
- cabañas, casas y fingidos mármoles.
- Los trajes nos dijera Julio Pólux,
- si fuera necesario, que, en España,
- es de las cosas bárbaras que tiene
- la comedia presente recebidas:
- sacar un turco un cuello de cristiano
- y calzas atacadas un romano.
- Mas ninguno de todos llamar puedo
- más bárbaro que yo, pues contra el arte
- me atrevo a dar preceptos, y me dejo
- llevar de la vulgar corriente, adonde
- me llamen ignorante Italia y Francia;
- pero, ¿qué puedo hacer si tengo escritas,
- con una que he acabado esta semana,
- cuatrocientas y ochenta y tres comedias?
- Porque, fuera de seis, las demás todas
- pecaron contra el arte gravemente.
- Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco
- que, aunque fueran mejor de otra manera,
- no tuvieran el gusto que han tenido,
- porque a veces lo que es contra lo justo
- por la misma razón deleita el gusto.
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