El Romance del prisionero es uno de los más conocidos romances del Romancero Viejo. El Romancero Viejo es un conjunto de poemas compuestos anónimamente durante el siglo XIV y el siglo XV, aunque por su carácter épico se puede intuir que ya eran cantados por los juglares desde los orígenes de la épica, allá por el S.XIII. Así pues, pertenece tanto a la poesía épica como a la lírica tradicional con la que comparte muchos rasgos del estilo.
La presente composición corresponde a los romances líricos. Estos suelen narrar historias amorosas, en las que las mujeres son el eje principal de la historia. Suelen ser de origen francés y provienen de leyendas medievales francesas, de gran calidad.
El "Romance del prisionero" es un monólogo en primera persona en el que un prisionero, mediante la descripción de su situación y el relato de un suceso mínimo, expresa la amargura de su falta de libertad. El suceso no es otro que la muerte de un ave que le cantaba al alba. Es una narración de sus sentimientos: su padecimiento al estar encerrado y a la vez sus ansias de libertad, frente al máximo esplendor de la primavera, es decir, el apogeo de la naturaleza.
Su estructura externa es simple, sólo tiene una estrofa de catorce versos y que además se compone únicamente de una tirada. Esta estrofa se divide en tres partes: la primera te introduce en la época del año en la que se sitúa (Mayo) y los efectos amorosos que tiene; la segunda explica su situación emocional (la pena que siente y su pesimismo) y por último, la tercera, que es la síntesis final, en la cual se acaba con la única posible muestra de alegría en su triste vida, el ave.
El prisionero ansía la libertad, en su triste y solitaria estancia en la cárcel en la cual su única alegría es la “avecilla” que le canta al alba y que acaba muriendo y que con su muerte, le hace volver a su triste soledad. Del verso 1 al 6 hace alusión a la alegría que produce la primavera a las personas y el amor que parece despertarse en esa época del año. Por consecuencia del verso 7 al 12 muestra su sentimiento contrario al de las demás personas; alegría por tristeza. Y en los dos últimos versos acaba su última esperanza. Los sentimientos van en gradación, de más a menos; del máximo esplendor a la tristeza absoluta.
Como ya se ha nombrado anteriormente el romancero se compone de una sola estrofa, de catorce versos octosílabos que riman en los versos pares (típico de los romances). Es pues, una tirada asonante, con rima en la “o” de los versos pares. Los seis primeros dan sensación de relajación, lo que nos hace pensar que existe una armonía, hay asonancias en los versos pares que hacen que el poema tenga melodía, que sea melodioso, le dan ritmo emocional. No encontramos palabras que sean inapropiadas para designar un concepto.
El poema usa un lenguaje sencillo y claro que hace que sea fácil de entender para el lector. Los verbos o más bien, el uso de las formas verbales son muy diversos: se pasa de hablar en presente a pasado, sobre todo en pretérito imperfecto. Este uso de verbos le da un tono poco verosímil.
Su lenguaje no es muy arcaico, excepto dos palabras (albor y galardón). El lenguaje, en general, como ya se ha dicho anteriormente, es sencillo y "actual".
Las características de este tipo de romances se han ido expresando un poco a lo largo de este comentario, aunque claro está, no todas las características se reflejan en este poema. Por ejemplo; este es uno de los pocos que no tiene una enumeración. También le falta la mezcla de partes narrativas con las dialogadas. Lo que sí se representa, como en la gran mayoría de poemas, es una cierta nota de acción, aunque sea producida por un suceso mínimo, como es la muerte del ave. Otra característica es que empieza “in media res”, no hay introducción, ni un final para saber que le pasa a este pobre prisionero. Aunque existen otras versiones con más versos en los cuales se desvela un final, en el cual el rey se apiada del prisionero y éste, recupera su ansiada libertad.
En el poema podemos observar que hay un uso bastante igualado de sustantivos concretos (como por ejemplo: ruiseñor, prisión, entre otros) como de sustantivos abstractos (amor, albor, galardón...). Todo lo contrario sucede con los adjetivos, de los cuales no encontramos un uso continuo.
En el ámbito oracional observamos unas oraciones simples. En la primera oración (1r verso) encontramos un hipérbaton y en la oración número diez se repite de nuevo el recurso. Estas dos oraciones son las únicas que parecen tener una alteración del orden. El otro recurso de tipo oracional es la anáfora, que la encontramos en varias ocasiones: cuando...cuando (versos 2,3 y 5), sino...sino (verso 7 y 11) y que...que que aparece tres veces (versos 8,9 y 12).
Analizando los fenómenos semánticos aparece el uso de la antítesis de dos formas distintas: la que a simple vista se ve: día/noche en los versos 9 y 10 y la otra antítesis que se ve al hacer una comparativa de la primera parte de la composición (del verso 1 al 6), alegría, junto a la segunda parte (del verso 7 al 12), tristeza. Hay una pequeña personificación con la calandria y el ruiseñor (verso 3 y 4). Por último vemos una exclamación retórica que le da un tono intenso por el final de la composición. No hay que olvidarse que en el verso siete hace un retrato moral sobre su situación.
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La situación descrita en este romance debería interpretarse de manera
simbólica. El prisionero parece representar al amante abandonado; la prisión, al
dolor y soledad que provoca ese abandono; la avecilla, a la amada, y el ballestero, al
nuevo amor de ésta. En este comentario, sin embargo, se comentará el texto teniendo
lo más presente posible el sentido literal para facilitar a los alumnos su comprensión.
La importancia del primer verso es excepcional para comprender el desarrollo
posterior del poema, pues que el verbo en pretérito imperfecto, "era", hace creer que se va
a narrar un suceso. Sin embargo, esa narración se interrumpe ya en el siguiente verso, a
partir del cual se utiliza el presente, y no vuelve a retomarse hasta el verso 14°, donde
reaparece el imperfecto en "cantaba". Entre ambos versos (el 1° y el 14°
), el uso del
presente predomina por completo. La razón está en que la perspectiva temporal es esencial
en la expresión del dolor del prisionero, porque el presente del que se habla no es un
presente actual, que ocurra en ese mismo momento (el mes de mayo queda
indeterminado: no sabemos si es mayo ahora, como no lo sabe tampoco el prisionero),
sino que es un presente continuo, que se repite, pues ésa es la perspectiva que tiene el
prisionero con su ignorancia sobre el paso del tiempo. La primavera es felicidad cíclica y
perpetua en contraste con el dolor, también perpetuo, del prisionero. El paso del tiempo
marca el ritmo de la vida, nos pone en contacto con la realidad y, por ese motivo, el canto de la avecilla
traía la felicidad al prisionero: lo relacionaba con la única vida posible, la del exterior de la
prisión. De ahí que lo narrado (la historia del ave) se sitúe en un pasado impreciso,
porque representa la felicidad perdida anterior a un presente sin fin, sin bases temporales y,
por tanto, vacío de cualquier sensación vital. De ahí también el que la primavera del
prisionero sea una primavera idealizada, más soñada o recordada que real, porque es una
primavera fruto del deseo de ser libre y del sufrimiento de la prisión, que envuelve de
ilusión todo lo que no se puede compartir.
La reiteración del primer verso ("Que por mayo era por mayo") muestra un
especial interés en el narrador por destacar la situación temporal. Sin embargo, no
sabemos a qué hecho corresponde esa situación: el sujeto de "era", el acontecimiento que
se va a narrar, no aparece. Igualmente imprecisa resulta la referencia temporal, puesto que
se limita a indicar un mes, pero sin que interese situarlo en un año concreto. Todo esto
permite interpretar la reiteración como un intento del narrador de resaltar el papel
simbólico del marco temporal. No importa, en un principio, saber qué pasó en mayo
ni qué año corresponde a ese mayo; importa sobre todo resaltar el mes de mayo como
símbolo periódico de libertad, felicidad y amor, frente a la prisión, símbolo del lugar
desprovisto de tiempo y, en consecuencia, de vida.
Este papel simbólico del marco temporal se confirma en los versos siguientes, a través de la
anáfora de "cuando", referida a realidades hermosas. Estas realidades no suponen
una descripción de la primavera, sino que se adecuan a la misma función simbólica. La
anáfora de cuando las introduce en el poema distribuyéndolas de dos en dos versos, porque cada
una de esas realidades constituye un ejemplo, un símbolo, de cómo en primavera
todo es plenitud de la belleza y del amor, según la ilusión del prisionero. Si el
narrador habla de los trigos, los campos, la calandria, el ruiseñor y los enamorados, lo hace
porque pretende reflejar la figuración o recuerdo que él tiene de un tiempo, porque para
él son imágenes de las situaciones reales que motivan la felicidad de un hombre. De
hecho, estos elementos se organizan en una gradación donde se intensifica la sensación de
gozo hasta desembocar en el amor: primero, se crea un marco idílico en los versos 3° y
4°; segundo, en los versos 5° y 6°, ese marco se puebla de animales que, por sus nombres,
uno femenino y otro masculino, y por su acción, en la que un ave parece responder a la
llamada de otra, insinúan la presencia del amor en el ambiente; tercero, el amor irrumpe ya claramente, en los versos 7° y 8°.
El simbolismo se apoya en recursos que persiguen resaltar la belleza que el
narrador asocia con el universo figurado. Emplea la aliteración del sonido formado por una
vocal seguida de n en los versos 3° y 4° ("Cuando los trigos encañan/ y están los campos
en flor"), con lo que consigue un ritmo sonoro que sugiere la pujanza de la naturaleza en
primavera. Usa la aliteración del sonido ca en el 5° verso ("cuando canta la calandria") y
del sonido de la r en el 6° verso ("y responde el ruiseñor"), para realzar el júbilo del que
todo lo viviente disfruta. Y, en el verso octavo, el recurso a la perífrasis "van a servir al
amor" (en lugar de "se aman"), presenta a los hombres inundados por el espíritu de ese
marco temporal simbólico y ajenos a cualquier otro hecho de su vida, puesto que, como se
deduce de la idea de "servir al amor", su voluntad está sometida al mismo ritmo natural
que se impone a todo el universo.
Al mismo tiempo, esa perífrasis retrata un amor delicado, reflejo de los
sentimientos del propio prisionero, porque ese "sino yo" con que comienza la segunda
parte implica una oposición entre los "enamorados/ que van a servir al amor" y el
prisionero. Este se presenta a sí mismo, por medio de esa oposición, como un enamorado
cuyo problema es que no puede ir a "servir al amor". Ahora, en esta segunda parte, la
imprecisión con que se evocaba el marco temporal de la dicha se sustituye por la
precisión con que el narrador se refiere al marco espacial de su dolor, es decir, a su
presente, a través de unos recursos que indican inmediatez entre el narrador y esta nueva
situación:
- el pronombre "yo" descubre a un narrador directo, cuya voz oímos;
- el asíndeton de "triste, cuitado", formado con dos adjetivos sinónimos, determina
con exactitud su estado de ánimo;
- el adjetivo "esta", que acompaña a prisión, concreta el lugar desde el que habla.
Esta concreción del marco espacial y del sentimiento del prisionero sirve para
poner aún más de relieve su total ignorancia sobre el tiempo: "que ni sé cuando es de día/
ni cuando las noches son". Así, al marco temporal se opone un marco espacial igualmente
simbólico: el tiempo es el universo de la vida, de lo que pasa y se transforma; el espacio
sin tiempo es el universo de la angustia, de lo que no cambia.Tanto es así, que la única esperanza de alegría se hace recalar en el pasado, en el
hecho que se comenzó a narrar en el primer verso y que ahora, en el decimocuarto, se
continúa. El diminutivo "avecilla" relaja con su ternura el discurso del prisionero y, unido
al uso del pronombre "me" en los versos 14' y 15°, descubre la dependencia sentimental
entre el prisionero y el ave: ella lo incorporaba a la vida exterior, puesto que al cantar "al
albor" lo introducía en el tiempo y lo integraba en un mundo más amplio que el de la prisión,
el mundo primaveral de los primeros versos. El dolor del prisionero es tan profundo porque
se le ha robado hasta la posibilidad de soñar, de imaginar el canto del ave. Lo único que
podía hacer era evocar en su mente el despertar de la vida diurna, permitiendo a la
primavera traspasar los muros de la prisión y penetrar en el alma del prisionero, puesto que
en esa prisión nunca entró realmente la luz del día. El pájaro es una "avecilla" no tanto
por su tamaño como porque en el alma del prisionero era su último consuelo, es decir, el
más pequeño de todos los consuelos posibles, pero el único que le quedaba.
En contraste con esta esperanza localizada en el pasado, la esperanza cifrada en el futuro
es una esperanza llena de odio, según se desprende del último verso:
"déle Dios mal
galardón". Este odio se transmite gracias al ritmo expresivo y vivaz conseguido con el
hipérbaton, que adelanta el verbo al principio del verso, pero también gracias a la distancia
de fuerzas entre el "ballestero" y la "avecilla", que convierte la muerte de ésta en un hecho
absurdo y profundamente injusto. De la conciencia de esta injusticia nace el odio
del prisionero, que ve como a su desgracia mayor (la de ser prisionero) se le añade
ahora otra sin motivo que la justifique.
Este odio es el sentimiento definitivo que rige el mundo del prisionero, pues
todo el poema se presenta como una gradación calculada de sentimientos que buscaba
justificar y destacar a un tiempo esta violencia final: se ha ido pasando del júbilo (versos 3° y 4°)
a la ternura del canto de las aves (versos 5° y 6°) y al amor (versos 7° y 8°
), y de
éstos a la tristeza (versos 9° y 10°) y al abatimiento (versos 11° y 12°), para concluir de nuevo en la
ternura del canto de un ave (versos 13° y 14a), pero que ahora, lejos del amor evocado en los otros, se
transforma en la rabia que experimenta el prisionero (versos 15° y 16°). 6.
Estamos quizás ante un poema con una capacidad poco frecuente para simpatizar con
el ánimo de quien lo lee. A pesar de la intensa emoción que de él se desprende, ésta apenas si se expresa de un modo directo: más bien se la hace brotar en el ánimo del lector de
una manera gradual, mediante los fuertes contrastes entre situaciones -gozosas,
desgraciadas, tiernas o injustas. El movimiento narrativo, que salta en el tiempo del
pasado al presente y de nuevo al pasado para concluir en el futuro, y el movimiento lírico,
que cambia los versos hermosos y suaves del principio, por los más bruscos y violentos de
la segunda mitad, se ajusta al sentir del prisionero y logra que lo sintamos vivamente en
nuestro ánimo.
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