Antecedentes de la crisis de los misiles.
Sin lugar a dudas, el episodio más grave y el momento más peligroso de la Guerra Fría tuvo lugar en el mes de octubre de 1962, cuando el gobierno soviético procedió a instalar en Cuba rampas de lanzamiento de misiles de corto y mediano alcance; capaces de alcanzar objetivos comprendidos en todo el territorio norteamericano hacia el norte, y hacia el sur hasta la Amazonia, lo cual comprendía el Canal de Panamá.
En la Unión Soviética, luego de la muerte de Stalin y de los forcejeos ocurridos para ocupar su lugar - especialmente entre el Secretario General del Partido Comunista de la U.R.S.S. Nikita Khruschev y el Director de los servicios secretos, la N.K.V.D., Lavrenty Beria, quien murió misteriosamente - Khruschev había logrado emerger al frente del poder, siendo nombrado Presidente del Presidium Supremo de la U.R.S.S.
Personaje bastante pintoresco — muy afecto al vodka, como resultaron ser varios otros altos dirigentes soviéticos posteriores — el objetivo político y militar de Khruschev fue claramente expresado por él mismo durante su viaje a los EE.UU., cuando en 1959, visitando los estudios cinematográficos de Hollywood, hizo su célebre declaración a una estrella de cine: “Enterraremos a los capitalistas”.
En 1960, la Presidencia de los EE.UU., fué ocupada por John F. Kennedy, candidato del Partido Demócrata, católico, que había logrado derrotar en las anteriores elecciones al yerno del entonces Presidente Eisenhower, Richard Nixon, por muy estrecho margen; e inició uno de los períodos de gobierno norteamericano más trascendentales. Su firme personalidad, había cautivado no solamente a los norteamericanos sino al mundo entero; tanto por los aspectos de su política interna — centrada en el combate al crimen organizado y la discriminación racial — como por los lineamientos de política exterior, dirigida a restablecer el liderazgo norteamericano afectado por los progresos soviéticos en la carrera espacial — su decisión que poner un norteamericano en la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo, antes del fin de la década de 1960.
En el orden de la política militar, su concepción replanteaba dirigir la atención hacia el fortalecimiento en materia de armamentos convencionales; dejando en cierto modo de lado la tendencia a centrar todo el poderío norteamericano en la supremacía del armamento nuclear. La relativa pérdida del monopolio nuclear — luego que los soviéticos habían logrado fabricar bombas atómicas, en buena medida merced al espionaje de los Rosenberg y, según luego se supo, de algunos expertos del propio programa atómico norteamericano — les dejaba solamente la ventaja en materia de vectores capaces de transportar las ojivas a larga distancia (los ICMB - Intercontinental Balistic Missiles).
De todos modos, Kennedy estaba firmemente determinado a detener el avance mundial del comunismo; lo cual se había manifestado de manera muy especial en su visita a Berlín, donde acababa de construirse el célebre Muro, frente al cual hizo, en su medio de cerrados aplausos su famosa proclamación: “Ich bein ein Berliner” (Yo soy un berlinés).
En Cuba, Fidel Castro, había asumido el poder el 1º de enero de 1959, e implantado en Cuba un régimen tiránico en sustitución del anterior régimen tiránico del Sargento Fulgencio Batista.
De trayectoria anterior practicamente desconocida, Fidel Castro encabezaba un pequeño grupo de guerrilleros, que el 26 de julio de 1953 había atacado sin éxito un cuartel en la localidad cubana de Moncada, una acción que les dió cierta notoriedad. Exiliado en México, retornó a Cuba instalando un campamento guerrillero en la Sierra Maestra, desde donde realizaban frecuentes incursiones en granjas y pueblos; buscando concitar el apoyo de los pobladores, desconformes con el régimen de Batista.
Cuando, finalmente, luego de una rápida campaña — basada en el apoyo que su oposición a Batista y a su Guardia Nacional le había granjeado entre los pobladores rurales — Fidel Castro y sus guerrilleros ocuparon La Habana, se presentaron ante la opinión mundial como un grupo de partidarios de la democracia, que habían derrocado a un gobierno ilegítimo. Fidel Castro viajó prontamente a los EE.UU., donde ante Richard Nixon — casado con una hija del Presidente Eisenhower y principal asesor de éste — explícitamente negó tener ideas comunistas. Nixon expresó a su suegro, el Presidente Eisenhower, que Castro era un sincero partidario de la democracia.
Sin embargo, al cumplirse el primer año de su gobierno, no solamente se había hecho evidente que no existía la menor intención de convocar a elecciones libres para establecer un gobierno democrático en Cuba; sino que además de poner en práctica diversas políticas de marcado tinte marxista, Castro denotaba crecientemente una orientación directamente retadora hacia los EE.UU.
Era un período de la “Guerra fría” en que el proceso expansivo del comunismo a escala mundial apuntaba especialmente al continente americano. En 1954 había sido sido derrocado en Guatemala el gobierno del coronel Castillo Armas, de manifiesta inclinación marxista. La presencia en Miami de un numeroso contingente de cubanos emigrados a causa de la persecusión política del gobierno de Fidel Castro, llevó a que en los EE.UU. surgiera una gran preocupación ante la posibilidad de que en Cuba se instalara un régimen abiertamente pro-soviético; por lo cual el entonces Presidente Eisenhower autorizó la preparación de un plan de apoyo a una invasión a la isla, por parte de una fuerza integrada por cubanos emigrados.
Cuando en enero de 1961 Kennedy recibió la Presidencia de manos del Gral. Eisenhower, una de las principales recomendaciones que éste le realizó fue la de prestar preferente atención al proyecto de invasión de Cuba; el cual para entonces se encontraba muy avanzado. En Guatemala, un grupo de unos 1.500 cubanos se preparaba para invadir Cuba desde el sur, contando con que obtendría un inmediato apoyo por parte de la población de la isla.
Los planes de invasión a Cuba no permanecieron en secreto; se trataba de una operación demasiado ostensible, como para lograrlo. Además, entre los integrantes del gobierno de Kennedy existían fuertes disidencias en cuanto a la conveniencia de continuar apoyando un plan cuya aprobación provenía del gobierno anterior. Kennedy — si bien había adoptado una posición sumamente firme en cuanto a su determinación de detener el avance del comunismo tanto en Europa como en América — había expresado que las fuerzas armadas de los EE.UU. no intervendrían en Cuba.
A último momento se dispuso un cambio del lugar de desembarco, para alejarlo de zonas pobladas. Se eligió la llamada “Bahía de los Cochinos”, en las cercanías de las Sierras de Escambray, hacia donde se planeaba que los invasores habrían de dirigirse; supuestamente para repetir la misma estrategia revolucionaria castrista. Al parecer, es muy posible que la fuerza expedicionaria anticastrista estuviera infiltrada por agentes del gobierno de Castro; y que éste conociera el lugar y el momento del ataque. Aunque algunos viejos bombarderos B-36 de la segunda guerra mundial atacaron dos días antes algunas bases de la fuerza aérea cubana no lograron afectarla, por cuanto al parecer el gobierno castrista ya había dispersado sus aviones.
Finalmente, el desembarco de los cubanos anticastristas en Bahía de Cochinos, en abril de 1961, resultó en un sangriento fracaso. Dos de los buques, que transportaban importantes pertrechos, fueron hundidos por los aviones castristas, antes de llegar. El lugar escogido para el desembarco resultó ser un terreno sumamente pantanoso, desde el cual era prácticamente imposible desplazarse hacia el interior. Los alrededor de 1.200 invasores enfrentaron una enorme superioridad numérica; en tanto que la decisión del Presidente Kennedy de no enviar una segunda misión de apoyo aéreo, los dejó a merced de los aviones castristas.
Políticamente, el ataque de Bahía de Cochinos resultó para Fidel Castro mucho más exitoso que su triunfo militar. El Gobierno de Kennedy se encontró en una posición diplomáticamente muy difícil; y el propio Kennedy apareció como el responsable de la derrota, a causa de su negativa de prestar apoyo aéreo a los invasores.
Fidel Castro, totalmente enardecido, explotó al máximo la situación resultante. Realizó un expreso reconocimiento de que era marxista-leninista y de que siempre lo había sido; e inició un abierto acercamiento hacia la U.R.S.S. en busca de apoyo militar, invocando la posibilidad de que finalmente los EE.UU. decidieran directamente invadir Cuba para destituirlo y poner término a su régimen marxista. Nada resultaba más oportuno a la política soviética de “calentamiento” de la Guerra Fría, en esos momentos.
Presencia militar soviética en Cuba.
Bajo la política de Nikita Khruschev de enfrentar fuertemente a los EE.UU. y propiciar la expansión mundial del comunismo, la U.R.S.S. intensificó enormemente su apoyo político, militar y económico a Fidel Castro; en cuanto la existencia de un régimen declaradamente comunista y pro –soviético en Cuba, representaba el punto más avanzado de penetración en la zona de influencia norteamericana; y una importante base para expandir el comunismo hacia el resto de América Latina.
La plana mayor soviética recibió una misión cubana encabezada por Ernestro “Che” Guevara, uno de los principales lugartenientes de Castro, de la cual resultó la decisión de instalar en Cuba misiles soviéticos de largo alcance; capaces de bombardear las principales ciudades norteamericanas, con ojivas atómicas.
La presencia militar soviética en Cuba, que se suponía dirigida solamente a respaldar al gobierno de Fidel Castro ante una eventual invasión norteamericana, había sido detectada desde tiempo atrás. Ya desde mediados de julio de 1962, la Unión Soviética había enviado a Cuba abundante equipo militar; y se sospechaba que también había allí muchos oficiales militares rusos, a título de ser asesores militares. Se sabía que el ejército cubano estaba siendo abundamente aprovisionado con el más moderno armamento soviético, e instruído respecto de su uso.
La amenaza que eso significaba para la seguridad militar de los EE.UU. había determinado que se estableciera un sistema muy intenso de vigilancia de todos los movimientos militares en Cuba; y especialmente del tráfico naval soviético militar y mercante hacia la isla, y en la zona del Caribe. Los medios de que la inteligencia militar norteamericana disponía para vigilar las actividades soviéticas en Cuba, estaban constituídos fundamentalmente por la captación del tráfico de radio de las unidades navales soviéticas en las aguas del Atlántico norte y el Mar Caribe; y por los vuelos de los aviones U-2, capaces de alcanzar alturas casi estratosféricas y fotografiar el territorio cubano con enorme precisión.
Asimismo, como parte de las medidas de respuesta ante la intensificación de la presencia militar soviética en Cuba, en setiembre de 1962 el gobierno norteamericano había reforzado de manera importante sus guarniciones militares, aéreas y navales en la península de Florida. El 5 de setiembre de 1962, en uno de sus frecuentes discursos, el Presidente Kennedy había manifestado que los EE.UU. no tolerarían una presencia militar soviética en Cuba, y que para evitarlo podrían considerar el empleo de todo tipo de armas; lo cual era una clara referencia al armamento nuclear.
Para setiembre de 1962 — respondiendo al temor castrista de una nueva tentativa de invasión a Cuba, expuesto por Guevara — Khruschev había resuelto efectuar una movida sumamente riesgosa, capaz de alterar radicalmente el equilibrio militar mundial entre la U.R.S.S. y los EE.UU. Con el pretexto de garantizar la seguridad de Cuba contra una invasión norteamericana, numerosos barcos mercantes soviéticos, de los que habitualmente efectuaban el transporte de mercaderías entre Cuba y la U.R.S.S., había llevado a Cuba el equipo y los técnicos para instalar bases de lanzamiento de misiles tácticos capaces de portar ojivas nucleares.
Se designaba como misiles tácticos los cohetes de tipo convencional, de alcance corto y mediano; distintos de los ICBM de trayectoria balística, de muy largo alcance, y que se elevaban a alturas estratosféricas. El alcance de los misiles tácticos situados en Cuba, permitiría bombardear con ojivas atómicas todas las ciudades norteamericanas hasta Seattle, y también el canal de Panamá o el territorio norte de América del Sur.
Khruschev y sus generales, no podían dudar de que llegaría un punto en que la operación sería descubierta por los norteamericanos. Por ello, como medida de respaldo a esa operación, se dispuso enviar submarinos equipados con torpedos nucleares, y desplegarlos en torno a la eventual zona de operaciones navales contra Cuba. Sus torpedos tenían capacidad de destruirlo todo en un radio de 10 millas náuticas a su alrededor; con lo cual uno sólo de ellos podría hundir a toda una flota.
El 1º de octubre de 1962, los submarinos soviéticos de clase B, individualizados con los números B4, B36, B59 y B130, partieron de su base en la bahía de Sayda, cerca del puerto de Mursmak en la península ártica de Kola, transportando torpedos nucleares; y se dirigieron a las aguas del Mar Caribe con órdenes de establecer una base de submarinos nucleares en el puerto cubano de Mariel, cerca de La Habana, procurando por todos los medios evitar ser detectados. En realidad, esas órdenes encubrían su verdadera misión, incluso frente a sus respectivos capitanes.
Desarrollo de la crisis.
El 14 de octubre, uno de los aviones U-2 que hacía vuelos rutinarios de inspección del territorio cubano para verificar la actividad militar soviética en la isla, fotografió durante una hora un área de unos 100 kms. de largo por 120 kms. de ancho, en el norte de La Habana. Cuando esas fotografías fueron analizadas, mostraron claramente la presencia de rampas de lanzamiento y de misibles de corto y mediano alcance.
La gravedad de tal situación — y lo que ello significaba como evidencia del tipo de actitudes políticas y militares a que podía alcanzar la U.R.S.S. bajo Khruschev — suscitó en Wáshington enorme estupor y profunda alarma. Como ulteriormente declarara el entonces Secretario de Estado Robert McNamara, que los soviéticos hubieran llegado a decidir la instalación de misibles nucleares en Cuba, resultaba algo absolutamente increíble; por cuanto de ninguna manera los dirigentes políticos y militares soviéticos podrían suponer que los EE.UU. irían a tolerar semejante cosa sin emplear todos sus medios militares para impedirlo, por lo cual estaban arriesgándose directamente al inmediato estallido de una guerra nuclear.
Los dirigentes norteamericanos, una vez establecido en forma definitiva que los soviéticos estaban instalando proyectiles nucleares en Cuba capaces de bombardear todo EE.UU., debatieron acelerada e intensamente cuál habría de ser su respuesta ante ello.
Una de las principales opciones que se planteaban, consistía en invadir directamente la isla; lo cual no solamente implicaba el objetivo de destruir las bases de misiles soviéticos en construcción, sino necesariamente intervenir políticamente para eliminar el sistema de gobierno encabezado por Fidel Castro. Ello — a la vez que significaría la continuidad del enfrentamiento con la U.R.S.S. en términos imprevisibles, que no eliminaban para nada una gran probabilidad de que se desencadenara una guerra nuclear — acarrearía los ulteriores problemas derivados de la forma en que se instalaría en Cuba un nuevo gobierno — para lo cual la emigración cubana en la Florida debía ser un factor decisivo, pero se encontraba sumamente dividida.
Seguramente, una invasión militar de Cuba por fuerzas norteamericanas tampoco dejaría indiferente a la U.R.S.S., no solamente por la forma en que alteraría a su vez los preexistentes equilibrios militares sino por la importante repercusión que ello tendría para el prestigio soviético, en momentos en que al objetivo de expansión militar se unía con gran importancia el componente de expansión del régimen político y económico del comunismo en todo el mundo, que era uno de los principales para Nikita Khruschev y sus allegados.
Un ataque a Cuba, por lo tanto, tendría que tener un potencial sumamente importante, para que por lo menos permitiera asegurarse un éxito verdaderamente fulminante; y conducir a que sus objetivos finales fueran logrados antes de que la U.R.S.S. pudiera reaccionar efectivamente contra él; lo cual era muy improbable.
Aún ignorando el factor que significaba la presencia en el Mar Caribe de cuatro submarinos con capacidad nuclear — los soviéticos no disponían todavía de submarinos lanzadores de misiles de gran distancia — el Presidente Kennedy — que entre otros asesoramientos recurrió a la opinión del Gral. Dwight Einsenhower, ex-Presidente, ex-Comandante en Jefe norteamericano de las Fuerzas Aliadas en la II Guerra Mundial, y líder indiscutido del Partido Republicano — prefirió la segunda opción: el bloqueo marítimo militar de Cuba.
El bloqueo constituye uno de los instrumentos militares de política y de Derecho Internacional más delicados. Como medida de aislamiento de un área geográfica determinada, es reconocidamente un acto inmediatamente anterior a la guerra misma; y se requiere, para que se le atribuyan efectos válidos — sobre todo respecto de terceros no involucrados directamente en un conflicto internacional — que quien lo declara cuente con medios efectivos de ponerlo en práctica.
El gobierno norteamericano, en estas circunstancias, actuó frente a la comunidad internacional en forma independiente; adoptando por sí sólo las decisiones de proclamar e instrumentar el bloqueo, en base a las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas que admiten las acciones unilaterales de defensa propia.
En la noche del 22 de octubre de 1962, el Presidente Kennedy se dirigió a su país y al mundo entero en un mensaje transmitido por radio y televisión. Su breve mensaje, expresó que tal como se había anunciado antes, el Gobierno norteamericano había establecido una estrecha vigilancia sobre los movimientos militares soviéticos en Cuba; y que como resultado de ello, se había determinado sin lugar a duda alguna que la U.R.S.S. estaba desplegando en territorio cubano rampas de lanzamiento y misiles.
En consecuencia de ello, agregó que a partir de ese momento, "La política de esta Nación será considerar cualquier ataque nuclear lanzado desde Cuba contra cualquier nación en el hemisferio occidental, como un ataque de la U.R.S.S. contra los EE.UU.". Esos términos tenían el significado claro de que en tal caso, los EE.UU. realizarían un bombardeo atómico sobre la U.R.S.S.
Los términos del bloqueo, establecían una zona de exclusión alrededor de la isla de Cuba, dentro de la cual, a partir de la hora 10 GMT del día 24 de octubre, la Armada de los EE.UU. procedería a inspeccionar todo barco mercante o de guerra que se dirigiera a Cuba, a fin de determinar si conducía equipos o fuerzas militares. En caso afirmativo, el barco sería intimado a retornar, y de no hacerlo, sería hundido.
Los EE.UU. solicitaron también una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la O.N.U., en cuya sesión el representante norteamericano exhibió las pruebas fotográficas; que eran de una claridad absoluta. Los EE.UU. recibieron un gran apoyo internacional en el Consejo de Seguridad y en las Naciones Unidas en general. Pero de todos modos, la comunidad internacional de Naciones y el mundo entero percibió claramente que se trataba de una cuestión en que estaban directamente involucradas las dos principales potencias militares del mundo; y cuya definición quedaría en gran medida sujeta a las decisiones de sus respectivos líderes, el Presidente Kennedy y el Presidente del Presidium Supremo de la U.R.S.S., Nikita Khruschev.
Mientras tanto, al tiempo que el mundo entero quedaba pendiente de lo que pudiera suceder en las horas siguientes, Nikita Khruschev y sus allegados acudían ostensiblemente en Moscú a un espectáculo del Ballet Ruso; sin duda para dar una imagen de distensión y tranquilidad. El mundo supo entonces, que varios barcos mercantes soviéticos se encontraban navegando en dirección a Cuba, y que en cuestión de horas llegarían a los límites de la zona de exclusión.
Lo que nadie sabía, era que el día 18 de octubre, los cuatro submarinos soviéticos habían recibido nuevas órdenes, de posicionarse alrededor de la isla de Cuba, cargar los torpedos atómicos de 15 kilotones (capacidad explosiva equivalente a 15 toneladas de TNT), en sus tubos lanzadores, y permanecer sumergidos manteniendo un total silencio radial. El B36 se estacionó al este de la Florida, a la altura de los Cayos; el B4 lo hizo al oeste de la Florida y al norte de la isla de Cuba; el B59 se ubicó al sur de Cuba, y el B130 al este de la isla de Dominica. Desde sus posiciones, cualquier explosión de sus torpedos lo arrasaría todo en un radio de 10 millas. Indudablemente, también iniciaría la III Guerra Mundial, atómica.
Sus órdenes específicas, eran las de no lanzar sus torpedos salvo que fueran atacados y se encontraran en situación sumamente comprometida, sin posibilidades de escape. Para el momento de comenzar el bloqueo, todos ellos estaban ignorantes de lo que sucedía. Sin embargo, alguno de sus capitanes se encerró a solas con su operador en la sala de radio, y se enteró de las noticias a través de las transmisiones de onda corta de “La Voz de América”.
Una numerosa y poderosa flota norteamericana, con amplio respaldo aéreo, fue desplegada para hacer efectivo el bloqueo declarado por el Presidente Kennedy.
El 23 de octubre, Nikita Khruschev declaró que la U.R.S.S. no reconocía derecho a los norteamericanos para establecer el bloqueo de Cuba, y advirtió que los barcos soviéticos no tenían por qué respetarlo. Si bien Nikita Khruschev había declarado que si los barcos norteamericanos intentaban acciones de bloqueo con los buques soviéticos, serían hundidos; nunca informó que tenían en la zona submarinos equipados con torpedos nucleares. Sin embargo, el 24 de octubre informes de prensa dijeron que los barcos soviéticos que estaban más cerca del borde de la zona de exclusión, al parecer se habían detenido.
A medida que pasaban las horas, aumentaba la tensión en el mundo entero. El enorme riesgo de que en cualquier momento estallara una guerra nuclear devastadora, era claramente percibido en todas partes. Sin duda, los contactos diplomáticos en el marco de las Naciones Unidas y a todo otro nivel, se llevaban a cabo minuto a minuto durantes los tres días en que la espectativa ominosa de la III Guerra Mundial asumía creciente posibilidad.
En alta mar, las tripulaciones de los submarinos soviéticos — movidos por motores diesel — soportaban condiciones extremas. El calor rondaba los 39 grados centígrados; se agotaban las existencias de agua potable y el aire se enviciaba tornándose irrespirable. La transpiración los bañaba permanentemente; y su piel y sus ojos estaban totalmente irritados a causa de ello. Por lo tanto, el 25 de octubre, el capitán del submarino B130 decidió emerger brevemente; pero fue rapidamente detectado por el destructor antisubmarino norteamericano “Blandy”, el cual inició una persecusión lanzando cargas de profundidad de advertencia. Los norteamericanos supieron así que los soviéticos tenían submarinos en la zona, pero nunca sospecharon con qué tipo de armamento estaban equipados.
Finalmente, al mediodía del 26 de octubre, un vocero de la Casa Blanca informó al mundo que el Presidente Kennedy acababa de recibir un mensaje de Nikita Khruschev, en el cual el gobierno soviético declaraba su disposición a suspender el envío de todo material bélico a Cuba, y a retirar de la isla todas sus instalaciones y misiles bajo inspección de la O.N.U.; a condición de que los EE.UU. renunciaran a invadir la isla de Cuba.
Como le comentara el Presidente Kennedy al Gral. Eisenhower al ponerle telefónicamente en conocimiento de la oferta soviética, de todos modos la invasión de Cuba no constituía ya un objetivo norteamericano, toda vez que los misiles fueran efectivamente retirados.
En todo el mundo se lanzó un suspiro de alivio. Pero entretanto, los cuatro submarinos soviéticos permanecían sumergidos, sin contacto alguno con sus mandos superiores, e ignorantes de todo lo que estaba sucediendo — en especial sin saber si los EE.UU. y la U.R.S.S. habían entrado en guerra. Las órdenes permanentes para el uso de proyectiles nucleares requerían — tanto para los soviéticos como para los norteamericanos — una instrucción especial y expresa del Presidente; pero en este caso, los capitanes habían sido instruídos de que dispararan sus torpedos si al ser atacados se vieran en situación de destrucción del submarino.
El 27 de octubre, el destructor norteamericano “Charles P. Cecil” que patrullaba el océano, detectó fugazmente una imagen en el radar, que era la del submarino B36, el cual también había tenido que emerger debido a las insoportables condiciones que existían a bordo. Aunque se sumergió de inmediato al saberse detectado, una flotilla de seis destructores se dedicó a perseguirlo intensivamente, durante 17 horas.
Finalmente, imposibilitado de continuar sumergido, el capitán del B36 decidió emerger, sólo para encontrar un destructor norteamericano a menos de 100 metros de distancia, con todos sus cañones apuntándole.
Según relataron ulteriormente, los capitanes de los submarinos soviéticos, en tales circunstancias, enfrentaron la necesidad ineludible de adoptar una decisión en cuanto a si utilizar o no sus torpedos nucleares contra los barcos norteamericanos que los perseguían. Sin duda, hubiera bastado que sólo uno de esos torpedos fuera lanzado y alcanzara a un barco norteamericano, para que estallara una guerra nuclear; los propios misiles soviéticos instalados en Cuba fueran disparados sobre las ciudades norteamericanas donde estaban en capacidad de causar la muerte inmediata a 80 millones de personas, y los misiles balísticos norteamericanos descargaran sus bombas atómicas sobre las ciudades de la Rusia soviética.
Durante unos minutos, en las aguas del Caribe, al borde del célebre Triángulo de las Bermudas, el 29 de octubre de 1962 un submarino soviético apuntaba su torpedo nuclear hacia un destructor norteamericano, que a su vez le apuntaba con sus cañones; mientras el capitán del submarino se atenía a sus órdenes de no disparar el torpedo que habría desatado la guerra nuclear mundial, mientras no fuera atacado.
El capitán del destructor norteamericano, consciente del significado que ello tenía en el código naval militar, ordenó entonces que las torretas de los cañores giraran 180 grados, dejando de apuntar al submarino, como indicación de que no era su intención hundirlo.
Los submarinos soviéticos recibieron en definitiva, la orden de retornar a sus bases por haberse cancelado la operación de instalación de una base de submarinos en Cuba.
Consecuencias a corto y largo plazo de la crisis de los misiles en Cuba.
El acuerdo soviético-norteamericano de octubre de 1962 sobre el status quo de Cuba - que sea sabido - nunca fue formalmente establecido. Los soviéticos efectivamente retiraron sus bases misilísticas y sus asesores militares de Cuba; y los norteamericanos se limitaron a adoptar una Ley que estableció la prohibición a las empresas norteamericanas de comerciar con Cuba. Como parte de los acuerdos diplomáticos alcanzados, los EE.UU. retiraron también algunos misiles instalados en bases situadas en territorio turco.
Como comentara el Secretario de Estado McNamara — cuando mucho más tarde se enteró de la presencia en aguas cubanas de los cuatro submarinos con cargas atómicas — la enseñanza de la crisis de los misiles en Cuba fue aterradora. Ella mostró la verdadera significación del equilibrio atómico alcanzado entre los EE.UU. y la U.R.S.S., y el potencial de que por una decisión incidental de uno de los tantos hombres que estaban en condiciones de hacerlo, se disparara un proyectil atómico y se desatara la hecatombe general. Así habría sucedido si el 29 de octubre de 1962, a las 0900 AM, el capitán del destructor norteamericano hubiera disparado sobre el submarino B36, y éste hubiera lanzado su torpedo atómico. La suerte del mundo no dependió solamente de John F. Kennedy y de Nikita Khruschev; y sus respectivos consejeros.
El Presidente Kennedy fue uno de los que más tomó conciencia de esa realidad; y de inmediato se abocó a que fuera negociado un Tratado internacional de suspensión de pruebas de nuevas armas atómicas; que fue el predecesor de los Tratados SALT I de 1963 y SALT II que condujeron a la no proliferación del armamento atómico y a la destrucción de una parte sustancial de los misiles de largo alcance susceptibles de transportar ojivas nucleares.
Examinada en la perspectiva de los hechos ulteriores, la crisis de los misiles soviéticos en Cuba puede considerarse como el punto de inflexión del proceso de expansión soviética y de la irradiación del comunismo a escala mundial. Lo que hasta allí había sido un proceso crecientemente expansivo de la influencia soviética y comunista en el mundo, se invirtió definitivamente, hasta acarrear la disolución militar y política de la U.R.S.S.
En un sentido estricto, la cuestión que aparecía como factor determinante — la presencia de un Estado comunista en la frontera misma de los EE.UU. — quedó durante su transcurso, claramente en un segundo plano; y lo que el mundo percibió fue lo enormemente riesgoso de la política de disuasión nuclear, una vez que la U.R.S.S. también tuvo a su disposición bombas atómicas.
El valor de los medios militares llamados “convencionales” y de la tecnología avanzada, quedó de manifiesto, en función de que la superioridad norteamericana en materia de medios de inteligencia y capacidad para establecer y hacer efectivo el bloqueo, resultó decisiva. La experiencia demostró a los propios soviéticos que la única alternativa de imponer una superioridad frente eso, era desatar el holocausto nuclear; que fue en definitiva lo que hizo inoperantes a los 4 submarinos que supuestamente decidirían la partida.
Para el régimen de Fidel Castro en Cuba, el compromiso norteamericano de no tratar de derrocarlo, no significó sin embargo el fin de sus objetivos de expandir el marxismo en América. La definitiva eliminación de toda oposición política en lo interior y el logro de seguridad militar en lo exterior, condujo al gobierno castrista a intensificar su apoyo a todas las iniciativas guerrilleras en América Latina.
La Conferencia Tricontinental de La Habana, de enero de 1966, oficializó el impulso y la cooperación cubana a todos los movimientos políticos de inclinación marxista, y para todas las organizaciones guerrilleras dirigidas a subvertir los sistemas de gobierno democráticos de América Latina. Cuba se convirtió en campo de entrenamiento para los grupos guerrilleros de numerosos países americanos, que a partir de entonces se intensificaron de manera manifiesta, especialmente en Nicaragua, Argentina y Uruguay.
En 1967, el guerrillero argentino Ernesto Guevara — que había ocupado importantes cargos en el gobierno de Castro — desapareció inopinadamente de Cuba, para reaparecer en África y ulteriormente en Bolivia, donde finalmente murió al intentar trasplantar a ese país la revolución guerrillera marxista. El gobierno cubano dejó claramente de manifiesto su apoyo al gobierno pro-marxista de Allende en Chile; a donde Fidel Castro viajó en 1971 para aguardar el resultado de las elecciones uruguayas, para estar presente en un eventual triunfo del Frente Amplio.
El 24 de febrero de 1976, se proclamó una nueva Constitución que define a Cuba como un Estado comunista; mientras Fidel Castro continúa ejerciendo el poder absoluto, ininterrumpidamente, desde el 1º de enero de 1959.
Al interior de la U.R.S.S., si bien Nikita Khruschev se mantuvo cierto tiempo al frente de su gobierno — hasta 1964 — su prestigio y ascendiente político estaba herido de muerte. Impulsor principal del proyecto misilístico en Cuba — fundamentalmente por su determinación ideológica de imponer el comunismo en todo el mundo — a la hora de ser sustituído aparecieron en el escenario personajes claramente impulsados por otras motivaciones; y que tenían una visión mucho más clara de los verdaderos determinantes del poder y de los intereses geopolíticos de la U.R.S.S..
El tiempo vino a demostrar que — tal como lo había predicho Walt Rostow en su libro de 1958 — la verdadera debilidad de la U.R.S.S. era estructural, y residía en la incapacidad del sistema socialista para alcanzar un adecuado nivel de vida para los pueblos. El intento de — además — sustentar en una economía socialista un gran potencial militar, a largo plazo era un imposible.
La crisis de los misiles inició el camino que poco a poco — y sobre todo gracias al gran ascendiente moral del Papa Juan Pablo II y a la determinación del Presidente Ronald Reagan de establecer el escudo antimisilístico espacial (el proyecto llamado “Guerra de las Galaxias”) — condujo a que se hiciera ostensible que los intereses nacionales de Rusia y sus vecinos no eran compatibles con la pretensión de implantar el comunismo en el mundo. Y finalmente, produjo la derrota de la U.R.S.S. y de ese proyecto hegemónico mundial del marxismo.
Cronología de la crisis de los misiles soviéticos en Cuba.
El Presidente Kennedy advierte que los EE.UU. no tolerarán un despliegue militar soviético en Cuba, y que para evitarlo podrían llegar a emplear todo tipo de armas, incluso nucleares.
El Presidente del Presidium de la U.R.S.S., Nikita Krhuschev, ratifica al Ministro de Defensa Gral. Malinovsky la decisión de situar armas nucleares tácticas en territorio cubano.
Llegan al puerto de Mariel en Cuba, cerca de La Habana, los primeros barcos soviéticos que transportan materiales para la instalación de rampas lanzadoras de misiles nucleares de corto y mediano alcance.
Parten de su base en la bahía de Sayda, en la península de Kola, en el mar Ártico, 4 submarinos soviéticos clase B, portando torpedos con cabeza nuclear, para dirigirse al mar Caribe y situarse en posición de combate alrededor de Cuba, en caso de que una flota norteamericana intentara invadir la isla.
El huracán tropical “Daisy” azota la costa este de los EE.UU. y luego se desplaza al norte y este, hacia el Océano Atlántico, lo que dificulta las operaciones norteamericanas de reconocimiento naval en la zona cruzada por los submarinos soviéticos en ruta al Caribe.
Un avión U-2 de los servicios de Inteligencia norteamericanos, fotografía durante una hora un área de 100 kms. de largo por 120 kms. de ancho al norte de La Habana, donde presumiblemente existían en proceso de construcción, instalaciones militares soviéticas.
Los servicios de Inteligencia norteamericanos informan al Presidente Kennedy que las fotografías tomadas el día anterior por el U-2 revelan en forma indudable la presencia de rampas de lanzamiento y misiles soviéticos en Cuba.
Sin haber sido detectados por los servicios de Inteligencia norteamericanos, los 4 submarinos soviéticos se posicionan en el mar Caribe, uno al este de la península de Florida, otro al sur frente a la costa cubana, otro al sur de la isla de Cuba, y el cuarto al este de la isla de Santo Domingo.
Los submarinos soviéticos en el mar Caribe, reciben órdenes de colocar los torpedos atómicos en posición de lanzamiento, permanecer sumergidos y mantener silencio de radio.
En horas de la noche, el Presidente Kennedy se dirige por TV y radio a los EE.UU y al mundo, dando cuenta de que la U.R.S.S. está instalando plataformas de lanzamiento de misiles en Cuba. Declara que en adelante, la política del Gobierno de los EE.UU. será que cualquier ataque nuclear lanzado desde Cuba contra cualquier nación del hemisferio occidental será considerado como un ataque de la U.R.S.S. contra los EE.UU. y dará motivo a una represalia contra la U.R.S.S. empleando armas nucleares. Notifica que el Gobierno de los EE.UU. ha decidido establecer un bloqueo de Cuba respecto de todo embarque que contenga materiales militares, que cual será efectivo a partir de la hora 10 AM GMT del día 24 de octubre. La Armada de los EE.UU. inspeccionará todo barco que se dirija a Cuba en el límite de la zona de exclusión, si porta materiales militares será intimado a detenerse y retirarse; y si no lo hace será hundido.
Privados de toda comunicación con sus mandos, los submarinos soviéticos en el Caribe se enteran del bloqueo norteamericano a través de las transmisiones de radio de “La Voz de América”.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reúne a solicitud del Gobierno norteamericano, y recibe un informe acerca de las pruebas de la instalación de misiles en Cuba y la decisión norteamericana de establecer el bloqueo.
Nikita Khruschev advierte que la U.R.S.S. no acepta el bloqueo norteamericano. Entretanto, varios barcos soviéticos pre- sumiblemente cargados con equipos misilísticos nucleares están navegando por el Océano Atlántico rumbo a Cuba, a cierta distancia de la zona de exclusión.
Informes periodísticos afirman que algunos de los barcos soviéticos que se dirigen a Cuba, se han detenido al aproximarse a los límites de la zona de exclusión establecida por el bloqueo norteamericano.
El destructor antisubmarinos norteamericano “Blandy” detecta al submarino soviético B130, al este de la isla de Cuba, fuera de la zona de exclusión del bloqueo, e inicia su persecusión, lanzándole cargas de advertencia.
El vocero de la Casa Blanca, informa que en la noche anterior, se recibió un mensaje de Nikita Khruschev, en el cual expresa que la U.R.S.S. está dispuesta a retirar los misiles y rampas de Cuba, bajo inspección de las Naciones Unidas, a condición de que el Gobierno norteamericano se comprometa a no invadir Cuba.
El destructor norteamericano “Charles P. Cecil”, recibe órdenes de patrullar el Caribe para verificar la salida de los misiles soviéticos.
El submarino soviético B36 ubicado entre Cuba y la Florida - dentro de la zona de exclusión norteamericana - se ve obligado a emerger dadas las condiciones imperantes a bordo, y es detectado por el destructor “Charles P. Cecil”. Durante 17 horas se realiza una persecusión del submarino con la participación de 6 destructores antisubmarinos. Finalmente, el B36 emerge a pocos metros del destructor, en posición de lanzar sus torpedos atómicos; pero el destructor gira sus cañones dejando de apuntar al destructor.
Los submarinos soviéticos emprenden el regreso hacia su base en la U.R.S.S. La existencia de torpedos nucleares a bordo de esos submarinos permanece ignorada hasta después de la caída de la U.R.S.S.
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