martes, 9 de septiembre de 2008

ANÁLISIS DE “RODRIGUEZ” - Material aportado por Cecilia Bentancor

ANÁLISIS DE “RODRIGUEZ” - Material aportado por Cecilia Bentancor


Antecedentes: fue realizado en 1957 o 1958, y publicado por primera vez en la revista “Asir”. Fue muy admirado por la crítica de la época, cuyo asunto resulta absolutamente original en nuestro panorama literario.
“Rodríguez” fue incluido posteriormente en “Raza ciega”. Pretendía iniciar una serie de relatos sobre el diablo, extraídos de la transmisión oral de nuestra campaña.

Caracterización general: Es una narración breve, de asunto ficticio que objetiva la solución de un conflicto tomado cerca de su desenlace.
El cuento refiere al encuentro de un paisano con un diablo que, después de intentar infructuosamente incitarlo al deseo de posesión con ofertas seductoras, o de impresionarlo al menos con las demostraciones del poder taumatúrgico que despliega, pierde la compostura y, evidenciando la desesperación del fracaso, estalla en un insulto vulgar.
Este es el asunto, que plantea el enigma del fracaso del diablo frente a un oponente presumiblemente desconocedor de estrategias artificiosas compatibles con el arsenal de seducciones satánicas.
De ello resulta un problema: debemos interpretar por qué puede más el hombre simple que el que transporta un equipaje de tentaciones probadas en la experiencia de haber hecho caer antes a muchos candidatos desprevenidos.

Tema: El tema principal es el enfrentamiento de dos fuerzas antagónicas: la fuerza del mal, representada por el diablo, y la fuerza del bien, encarnada por Rodríguez, un hombre simple de campaña cuya dimensión humana lo vuelve universal.

Título: Epónimo. El título del cuento hace referencia al protagonista humano. Es un nombre común a tantos uruguayos. Es una forma de destacar el carácter genérico del personaje central. Rodríguez es como “Juan Pérez”, uno que no se diferencia en nada de los otros habitantes del campo; alguien sin pautas extraordinarias que podría ser López o Gómez; un hombre más, uno más. Priva al personaje de individualidad.
Frente a un ser sobrenatural no cabe más que anteponer un ser bien natural, ordinario, fiel representante de la limitada pero por momentos grande humanidad.

Estructura interna: Se divide en tres momentos:

1) Situación inicial, ubicación de tiempo, de lugar, presentación de los personajes y planteo del encuentro.
2) Las ofertas del desconocido a Rodríguez.
3) Prodigios. Muestra de poder y desenlace.


Primer momento: Situación inicial.

“Como aquella luna había puesto todo igual, igual que de día, ya desde el medio del Paso, con el agua al estribo, lo vio Rodríguez hecho estatua entre los sauces de la barranca opuesta.”
El cuento comienza con una oración que atrapa de inmediato nuestro interés.
La acción transcurre en un mundo irreal. Es de noche y de día, a la vez, por la luz. La luna ilumina todo con tal intensidad que lo vuelve fantástico. La luna y la noche constituyen elementos del paisajista romántico que hay en Espínola. Lo primero crea un maravilloso cuadro, una naturaleza real y espectral, simultáneamente. El ambiente es el propicio para el encuentro, ambiente común en historias de aventuras siniestras o fantásticas.
La ubicación de Rodríguez y el otro, ese desnivel topográfico en que están situados anticiparía simbólicamente la diferencia de códigos y de mundos, el mundo real y el sobrenatural. Las ubicaciones temporales y espaciales son vagas, indeterminadas. Sólo sabemos que es de noche en algún paso de nuestra campaña, nada más. La repetición del vocablo “igual” (anáfora) torna la narración casi coloquial, como en confianza.
Todavía no sabemos que vio Rodríguez pero ya conocemos que está inmóvil (“hecho estatua”, metáfora popular). El suspenso crece.
La expresión “Ya en el medio del Paso”, nos da la sensación de agarrar el cuento empezado, otorga dinamismo al relato, es una bisagra entre un antes y un después.
La sintaxis es la coloquial, expresiva de un deseo de narrar espontáneamente. Este lenguaje tan familiar nos quiere dar proximidad al cuento.

“Sin dejar de avanzar, bajo el poncho la mano en la pistola por cualquier evento, él le fue observando la negra cabalgadura, el respectivo poncho más que colorado. Al pisar tierra firme e iniciar el trote, el otro, que desplegó una sonrisa, taloneó, se puso también en movimiento... y se le apareó.

Vemos que Rodríguez es un ser despierto, alerta, que no se distrae. Con las precauciones del protagonista (“la mano en la pistola”) crece la tensión, así como con la primera imagen del otro: caballo negro (maldad y muerte) y “poncho más que colorado” (fuego), indicios ambos de su condición infernal. A través de los ojos de Rodríguez se nos dan ahora otros rasgos del otro. La cabalgadura negra, es sumamente significativa e impresionante a esa hora y viste poncho colorado.
La desconfianza de Rodríguez no le impide avanzar y el desconocido se le acerca. Todavía no lo reconocemos como tal, pero el diablo debe buscar al hombre para perderlo. El relato oscilará entre la tranquila indiferencia de Rodríguez, casi pasividad y la continua actividad, ascendente del diablo. Veremos a lo largo del cuento una constante antítesis entre ambas actitudes. Uno va a buscar y el otro no contesta; uno actúa y el otro deja de hacer. Uno de los papeles se invierte: el “hecho estatua” se moverá hasta la desesperación; el que venía cabalgando seguirá haciéndolo al mismo ritmo.
La sonrisa que despliega el otro sugiere que se siente dueño de la situación, de quién por fin, halló su presa. La sonrisa constituye el momento clave en el que el diablo se pone en su papel.
La pausa previa a “y se le apareó” subraya la sorpresa de Rodríguez ante lo inesperado de esa acción amistosa, en medio de un contexto que hacía temer todo lo contrario. Pero a pesar de que se le aparea físicamente, no logrará hacerlo espiritualmente.

Desmirriado era el desconocido y muy, muy alto. La barba aguda, renegrida. A los costados de la cara, retorcidos esmeradísimamente, largos mostachos le sobresalían.
A Rodríguez le chocó aquel no darse cuenta el hombre de que, con lo flaco que estaba y lo entecado del semblante, tamaña atención a los bigotes no le sentaba.

La descripción, con rasgos grafopéyicos atiende a lo esencial. Ahora sí, por la barba negra y los mostachos retorcidos, descubrimos al diablo. Pero es imposible tenerle miedo a un ser ridículo, un individuo que se preocupa tanto por sus mostachos no puede ser peligroso.
De Rodríguez no hay presentación alguna. No es necesaria tampoco, ya que lo iremos conociendo a través de su conducta y sus reacciones anímicas. El diablo si se describe porque es pura apariencia.
Se repite el superlativo “muy”, recurso intensificador y coloquial. Persigue también una finalidad musical, que veremos luego también con las expresiones: “por eso”, “alégrate”, “¿te gusta?”, “siempre” y “blanca”. La narración cobra un peculiar ritmo.

-¿Va para aquellos lados, mozo?- le llegó con melosidad.
Con el agregado de semejante acento, no precisó más Rodríguez para retirar la mano de la culata. Y ya sin el menor interés por saber quien era el importuno, lo dejó, no más, formarle yunta y siguió su avance a través de la gran claridad, la vista entre las orejas de su zaino, fija.”


La tensión se acaba por el tono meloso de su voz, que lo descalifica como posible peligro para Rodríguez. El lector se distiende ya cuando Rodríguez retira “la mano de la culata”
Rodríguez se siente muy tranquilo, ya no representa un peligro para él. Su actitud está apegada a la realidad, sigue su camino, sigue cabalgando indiferentemente, con la mirada fija, “entre las orejas de su zaino”, seguro de sí mismo.

-¡Lo que son las cosas, parece mentira!...¡Te ví caer al paso, mirá... y simpaticé en seguida! Le clavó el ojo a Rodríguez, incomodado por el tuteo, al tiempo que el interlocutor le lanzaba, también al sesgo, una mirada que era un cuchillo de punta, pero que se contrajo al hallar la del otro y, de golpe, quedó cual la del cordero.”

El diablo insiste en querer agradar a Rodríguez. La expresión “le clavó un ojo” es sumamente expresiva del campo. Otra metáfora, “cuchillo de punta” referida a los ojos del diablo. Hay un juego de miradas expresivas y sugerentes.
A partir de aquí se inicia el duelo entre los avances verbales del demonio y el mutismo del paisano, molesto por esa distracción innecesaria, que pretende sacarlo de sí mismo, de su equilibrio interior.

Segundo momento: LAS OFERTAS:

—Por eso, por eso, por ser vos, es que me voy al grano, derecho. ¿Te gusta la mujer?... Decí, Rodríguez, ¿te gusta?
Brusco escozor le hizo componer el pecho a Rodríguez, mas se quedó sin respuesta el indiscreto. Y como la desazón le removió su fastidio, Rodríguez volvió a carraspear, esta vez con mayor dureza. Tanto que, inclinándose a un lado del zaino, escupió.

El diablo realiza la primera oferta al hombre, y se trata de la mujer. No se trata de la mujer amada sino la que se gusta, “la mujer de tus deseos”. Es la fuente de lujuria, una incitación al pecado que Rodríguez descarta con un silencio.
El escozor proviene del descarado tratamiento de un tema íntimo y de descubrir que el otro conoce su nombre sin habérselo dicho. La escupida es signo de desprecio. La confianza le molesta mucho a su acompañante silencioso.
Ese trayecto que recorren ambos, significa un tramo en la vida del hombre donde éste se ve sometido a diversas pruebas. Si es puro corazón, las sorteará y continuará con la vista fija en algo trascendente que lo espera adelante, su objetivo. Todos tenemos un diablo esperándonos en un “paso”, en una etapa de nuestra existencia.

—Alégrate, alégrate mucho, Rodríguez —seguía el ofertante mientras, en el mejor de los mundos, se atusaba, sin tocarse la cara, una guía del bigote. —Te puedo poner a tus pies a la mujer de tus deseos. ¿Te gusta el oro?. . . Agénciate latas, Rodríguez, y botijos, y te los lleno toditos. ¿Te gusta el poder, que también es lindo? Al momento, sin apearte del zaino, quedarás hecho comisario o jefe político o coronel. General, no, Rodríguez, porque esos puestos los tengo reservados. Pero de ahí para abajo... no tenés más que elegir.
Muy fastidiado por el parloteo, seguía mudo, siempre, siempre sosteniendo la mirada hacia adelante, Rodríguez.

Se completa así la trilogía de ofertas. Ahora se trata de la ambición y el poder, pecados bíblicos. La ironía se vuelve comicidad y hasta hace una crítica cuando se refiere a la máxima jerarquía militar. Pertenecer a esa categoría es pecar inevitablemente, parece querer decir Espínola
Las tres ofertas se presentan en orden ascendente respecto a las jerarquías del mal.
Rodríguez habla poco y nada, mejor dicho, nada y poco.
Pero ese carácter callado de Rodríguez llega al colmo a continuación:

—Mirá, vos no precisás más que abrir la boca…
—¡Pucha que tiene poderes, usted —fue a decir Rodríguez; pero se contuvo para ver si, a silencio, aburría al cargoso.
Este, que un momento aguardó tan siquiera una palabra, sintióse invadido como por el estupor. Se acariciaba la barba; de reojo miró dos o tres veces al otro... Después, su cabeza se abatió sobre el pecho, pensando con intensidad. Y pareció que se le había tapado la boca.
Asimismo bajo la ancha blancura, ¡qué silencio, ahora, al paso de los jinetes y de sus sombras tan nítidas! De golpe pareció que todo lo capaz de turbarlo había fugado lejos, cada cual con su ruido.

El silencio y la blancura se apoderan de esta escena. Retorna esa atmósfera de impalpable silencio del comienzo. La “ancha blancura” es una proyección del alma grande y luminosa de Rodríguez.

A las cuadras, la mano de Rodríguez asomó por el costado del poncho con tabaquera y con chala. Sin abandonar el trote se puso a liar.
Entonces, en brusca resolución, el de los bigotes rozó con la espuela a su oscuro, que casi se dio contra unos espinillos. Separado un poco así, pero manteniendo la marcha a fin de no quedarse atrás, fue que dijo:

La calma de Rodríguez es una cachetada para su acompañante. El hecho de que casi se dé contra unos espinillos pauta su nerviosismo indisimulable, su descontrol.

Tercer momento: Los prodigios.

Es el momento de tensión máxima.
Consiste en cinco pruebas. Ahora Rodríguez debe reconocer el poder del diablo y asustarse o asombrarse ante el ejercicio de sus habilidades.
A la conversión de su “negro viejo” en “tordillo blanco como leche” sigue la transformación de una rama de tala en víbora; de su dedo pulgar en encendedor; de su cabalgadura en toro cimarrón y luego en bagre. Ninguna de estas pruebas logra inmutar a Rodríguez. Al toro cimarrón solo le teme por el daño que pueda causarle a su zaino, no por él mismo.
Algunas preguntas formuladas por el diablo son importantes:
“-¿Dudás, Rodríguez?”- lanzada antes de la primera prueba. Al parecer, inocente, pero alude a algo más profundo. Lo podríamos sustituir por ¿Dudás de mis poderes?. Otra interrogación esencial, después de la llamita en el pulgar: “-¿Y?...¿Qué me decís ahora?”
Después de los prodigios, la palabra de Rodríguez adquiere una gran importancia.
La respuesta del “hombre cualquiera” no puede ser más exacta, prudente y natural. “-Esas son pruebas”. Son pruebas como pueden ser las del circo, acrobacias. Pero en un sentido profundo, son pruebas que debe pasar el hombre, donde deben elegir el bien o el mal. Rodríguez sale del paso con exactitud y precisión. Es la primera vez que habla y sintetiza todo lo ocurrido hasta el momento. Sólo con tres palabras.
Resulta singular que el diablo nunca sea nombrado directamente. El narrador prefiere eufemismos que caracterizan, sugieren, o muestran al ser sobrenatural desde la óptica de Rodríguez. “el otro”, “el desconocido”, “el hombre”, “el importuno”, “el interlocutor”, “el indiscreto”, “el ofertante”, “el cargoso”, “el de los bigotes”, “el forastero”, “el acompañante”, “el pegajoso”, “el jinete del oscuro”, “el seductor”. Se bordea al personaje infernal sin denominarlo.
Mientras Rodríguez se mantiene imperturbable, seguro de sus convicciones y su ausencia de vanidad, el estado de ánimo del diablo evoluciona. Pasa de una sonriente superioridad a un sentimiento de estupor, de éste a un abatimiento pensativo y finalmente a una frenética actividad.
La primera respuesta de Rodríguez fue “un baldazo de agua fría” para él, y luego queda con “la mente hecha un volcán”. Estas metáforas son muy populares y expresivas. Muestran claramente el proceso interior del personaje. Además preparan su estallido final.
“¿Eso? Mágica, eso”. La adjetivación del sustantivo “magia”; el error gramatical aumentan la fuerza de la expresión. Hay una intención despectiva Le pone fin a la magia.
Rodríguez constata, no se deslumbra ni vende su alma. Ha ganado la partida. Y ante la seguridad inconmovible de Rodríguez, la respuesta rencorosa cae como una pera madura; por necesidad. “-¡Te vas a la puta que te parió!”
Apenas choca el insulto. El contexto lo justifica plenamente. Al salirse de tono, el diablo reconoce la derrota. Tan contenido antes, tan aguantador después explota como un ser humano. El insulto es una verdadera confesión de impotencia.


“Y mientras el zainito —hasta donde no llegó la exclamación por haber surgido entre un ahogo— seguía muy campante bajo la blanca, tan blanca luna tomando distancia, el otra vez oscuro, al sentir enterrársele las espuelas, giró en dos patas enseñando los dientes, para volver a apostar a su jinete entre los sauces del paso.”

Las cabalgaduras se identifican con rasgos de sus amos. El humilde zainito sigue su ruta sin sobresaltos, tranquilo. El oscuro, en cambio, muestra sus dientes, lleno de rabia.
Este final otorga una estructura cíclica al cuento. Vuelve a aparecer la luna y vuelve el jinete al Paso, como en la situación inicial.
Tiene un final abierto, capaz de recibir continuaciones.

13 comentarios :

Anónimo dijo...

ME ENCANTO, ME RE SIRVIO!

Anónimo dijo...

gracias y aguante peñaroool

Anónimo dijo...

este re bien gracia y aguante el bolso

Anónimo dijo...

MUCHAS GRACIAS! MUY BUENA INFORMACIÓN! (PEEÑAROL)

Anónimo dijo...

Muchisimas Gracias:) Me ha sido de mucha ayuda. Se lo agradezco Sr. Profesor.

Anónimo dijo...

Graciass vamo el MANYAA!

Anónimo dijo...

aguante nacional

Anónimo dijo...

thanks, it was very usefull, thanks.

Anónimo dijo...

Gracias ñeri, ya saben Layva Layva

Anónimo dijo...

Una pregunta de que libro es este cuento?

hhhhhh dijo...

"Raza ciega y otros cuentos"
Gracias por preguntar

Anónimo dijo...

AGUANTE EL REY DE COPAS Y DECANO DEL FUTBOL URUGUAY

Anónimo dijo...

aguante boston river y villa estrella