jueves, 10 de abril de 2008

Literatura 4to año - Orígenes de la Literatura española

Los orígenes de la literatura española


La poesía oral: la aparición del verso suele preceder a la de la prosa en las diversas literaturas. Es algo natural en una sociedad mayoritariamente iletrada y en la que las composiciones deben transmitirse de memoria, memorización que es favorecida por el verso y el habitual acompañamiento de la música. Por otra parte, son fenómenos universales los deseos de expresar los sentimientos y de narrar sucesos diversos, deseos que están, respectivamente, en el origen y desarrollo de la lírica y de la épica. La poesía lírica, íntimamente ligada al canto, se expresaría a través de canciones, bailes, tonadas, recitaciones. La poesía épica también iría normalmente acompañada de música.

Ambas, lírica y épica, serían transmitidas por los juglares, cantores y actores que divertían a la gente en pueblos y castillos. Algunos de los oyentes aprenderían los textos escuchados y los cantarían o recitarían, a su vez, introduciendo los cambios que consideraran pertinentes. Por tanto, aunque los textos tendrían originariamente un creador individual, se van modificando en la transmisión, lo que explica dos rasgos básicos de la poesía oral: su anonimato y la multiplicidad de variantes de un mismo texto.

Sin embargo, estas canciones populares medievales sólo se convierten propiamente en literatura cuando son recogidas de forma escrita por algún autor culto, que, a su vez, pudo dejar su huella en el texto rescatado. Por ello, puede afirmarse que toda esta poesía oral medieval se encuentra a medio camino entre el folclore y la literatura.

La épica: es la narración de las hazañas de un héroe, antepasado del pueblo que las canta. La ascensión del protagonista a héroe exige una notable hiperbolización, que es más fácil de creer si los hechos narrados se sitúan en el pasado. De ahí que los poemas épicos cuenten sucesos de carácter histórico convenientemente literaturizados. Estos poemas recibían el nombre de "Cantares de gesta" porque, en efecto, se recitaban o cantaban acompañados de una melodía y porque relataban gestas o hazañas de grandes héroes. En la Europa medieval fueron frecuentes. Destacan el francés "Cantar de Roldán" y el alemán "Cantar de los Nibelungos". Todos estos cantares difunden valores propios de la aristocracia feudal, valores que estarían encarnados en los héroes del relato. Esta difusión de la ideología feudal explica que en el código legal de "Las siete partidas" (Siglo XIII) se ordene que los juglares no dijesen ante los caballeros otros cantares sino de gesta o que hablasen de hechos de armas.

Aunque debieron ser más numerosos, en castellano apenas se conservan cantares de gesta. Salvo el excepcional "Cantar de mio Cid", sólo contamos con otros dos textos épicos: un fragmento del "Cantar de Roncesvalles" (Siglo XIII) y el titulado "Mocedades de Rodrigo" (siglo XIV), fabulosa recreación e la juventud del Cid. No obstante, puede suponerse la existencia de otros cantares hoy perdidos, ya que parece que algunos fueron prosificados en las crónicas históricas medievales, como el "Cantar de los Siete Infantes de Lara" o el "Cantar de Sancho II de Castilla", y otro, el "Poema de Fernán González", fue reelaborado según los moldes del mester de clerecía.[1]
[1] Mester de clerecía: obras escritas por autores cultos, habitualmente clérigos, sujetas a una técnica poética precisa; utilizaban estrofas de cuatro versos de catorce sílabas con fuerte cesura intermedia. Este tipo de estrofa se llama "Cuaderna Vía". Los temas son generalmente religiosos, aunque también hay poemas de contenido histórico o novelesco. Todos tienen en común su intención didáctica, generalmente unida a los intereses de monasterios, diócesis, órdenes religiosas o de la Iglesia en general. De ahí la abundancia de colecciones de milagros o vidas de santos.

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